El veneno, una de las armas favoritas de la antigua KGB, ha hecho aparición en la guerra entre Rusia y Ucrania. La nueva víctima de las pociones letales de los agentes rusos es una figura famosa: el millonario ruso Roman Abramovich, así como varios negociadores ucranianos, sufrieron síntomas de envenenamiento tras una reunión en Kiev a principios de este mes. El atentado podría haber sido cometido por orden del Kremlin para sabotear las conversaciones que buscan poner fin a la guerra. O bien, dentro del opaco establishment ruso, por un sector que se opone radicalmente a la paz con Ucrania. En una entrevista entre Abramovich, quien oficia de mediador, y Vladimir Putin, este le dijo sobre los ucranianos: “Deciles que los aplastaré”.
Los síntomas detectados tras la reunión en Kiev a principios de este mes incluían “ojos rojos, piel descamada en la cara y las manos”. Incluso “Roman perdió la vista durante varias horas”, y fue tratado en Turquía, dijo una fuente al The Wall Street Journal. Luego la salud de Abramovich mejoró y no parece estar en peligro. El ataque pudo ser “dosificado”, o sea, no buscar la muerte de Abramovich sino enviarle un “mensaje”. O bien solo iba dirigido a los ucranianos y accidentalmente contaminó al interlocutor de Putin.
El presidente ucraniano Volodimir Zelenski, que se reunió con Abramovich en aquella oportunidad, no sufrió ningún síntoma. Se sabe que los rusos buscan matarlo como sea, y que varios comandos fueron enviados a infiltrarse en Kiev, hasta ahora sin éxito. Los expertos occidentales que estudian el incidente creen que es difícil determinar si los síntomas fueron causados por un agente químico o biológico, o si fue un ataque de radiación electromagnética. Pero tácitamente dan por descontado el ataque.
Una portavoz de Roman Abramovich confirmó el envenenamiento sufrido por el “oligarca” ruso a principios de marzo, durante una de las primeras reuniones de negociación entre las delegaciones de Moscú y Kiev sobre la guerra. La BBC y otros medios de comunicación del Reino Unido confirman la versión. Abramovich vive en Reino Unido y tiene la ciudadanía, pero está sujeto a sanciones británicas y de la UE. Reside desde hace tiempo en Inglaterra, como propietario del equipo de fútbol Chelsea. Pero ahora se mudó temporalmente a Turquía. La revelación fue reportada primero por el Wall Street Journal y luego por el sitio web Bellingcat.
El asesor de la presidencia y principal negociador ucraniano, Mijailo Podolyak, relativizó las acusaciones de envenenamiento ruso de los negociadores ucranianos de las que informa el Wall Street Journal. Así lo informa The Kyiv Independent. Es una “especulación”, dijo Podolyak, y añadió que todos los negociadores ucranianos “trabajan como siempre”.
Mensaje de Putin
“Deciles que los eliminaré, que los aplastaré”. Esta fue la respuesta de Vladimir Putin a una nota del presidente ucraniano Zelenski con las condiciones de Kiev para un acuerdo de paz, entregada en el Kremlin el miércoles pasado por Roman Abramovich, ya plenamente recuperado. Abramovich llegó a Moscú desde Estambul y tras reunirse con Zelenski. A principios de marzo se informó que Abramovich presentaba síntomas de envenenamiento, al igual que dos delegados ucranianos.
Abramovich es un directo interesado en el conflicto: desde que Putin lanzó la invasión de Ucrania, sus activos en Gran Bretaña y otros países europeos fueron congelados. Debió deshacerse del Chelsea y numerosas propiedades en Londres. Sus yates y jets escaparon por ahora al embargo huyendo hacia países amigos. El presidente Zelenski lo respalda, ya que lo ve como un importante canal de negociación. Incluso le pidió al presidente de EEUU Joe Biden que no tome medidas contra el oligarca ruso.
De acuerdo con el Times de Londres, tras la última reunión con el presidente ruso Abramovich regresó a Estambul donde se reunió con el político ucraniano Rustem Umerov, quien actúa como negociador de Kiev.
Los antecedentes de envenenamiento por los servicios de inteligencia rusos en los años de Vladimir Putin en el poder son muchos: el ex agente exiliado Litvinenko, asesinado con el elemento radiactivo polonio en Londres en 2006; el líder ucraniano Viktor Yuschchenko, intoxicado con dioxina luego de reunirse con enviados rusos; el envenenamiento casi letal del exiliado Sergei Skripal y su hija, también en Gran Bretaña; por último, el opositor a Putin, Alexei Navalny, intoxicado con el veneno Novichok durante un viaje a Siberia. Navalny fue salvado porque la presión internacional logró que fuera enviado a un hospital alemán, donde además de salvarle la vida se determinó con total certeza el envenenamiento con Novichok, un producto que lleva la “firma” de la extinta URSS.