Los brasileños que apoyan la destitución de la presidenta de izquierda Dilma Rousseff afirman que los legisladores salpicados de acusaciones de corrupción que impulsan el impeachment son sus “villanos favoritos”. No simpatizan con el jefe de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, ni con el vicepresidente Michel Temer, primero en la línea de sucesión si Rousseff es destituida. Tampoco el presidente del Senado, Renan Calheiros, les cae en gracia: todos pertenecen a una generación política corrupta, que debe ser purgada. Cunha está acusado de corrupción y lavado de dinero, Temer está bajo sospecha de haber participado en transacciones ilegales de etanol y Calheiros ha sido señalado como posible beneficiario de sobornos de Petrobras.
Sin embargo, en el campamento de simpatizantes del impeachment en Brasilia, ese elenco político es visto como el menor de los males frente al formado por Rousseff, su predecesor Luiz Inacio Lula da Silva y el Partido de los Trabajadores (PT), tapizado de escándalos de corrupción. “No es la mejor opción, pero en este momento cualquier cosa es mejor que el PT”, aseguró Lidice Teixeira do Nascimento, de 43 años, dueña de una empresa de ropa femenina en San Pablo.
Teixeira figura entre los activistas que acamparon en Brasiliala capital el fin de semana pasado, parte de las decenas de miles de personas que siguieron la votación a favor del juicio político de Rousseff en las afuera del Congreso. Y no desconoce que Cunha es uno de los tantos políticos implicados en un gigantesco fraude en la petrolera estatal Petrobras. Pero como muchos en Brasil, lo llama “mi villano favorito”, como el título de la película infantil animada. “El abrió el proceso de impeachment”, explicó Teixeira, sentada junto a una carpa antes de comenzar a cantar una canción sobre Rousseff que incluye el ya célebre “chau querida”, con el que Lula se despedía de la presidenta en una de las conversaciones pinchadas que fueron liberadas por el juez anticorrupción Sergio Moro.
Opiniones. Un sondeo del diario Folha realizado el domingo entre los que pedían en San Pablo la salida de la presidenta reveló que el 87% quiere que Cunha también pierda su cargo. En cuanto a Temer, el 54% quiere que tenga su propio impeachment. Como vice podría enfrentar las mismas acusaciones que Rousseff: haber recurrido a una contabilidad creativa para enmascarar el déficit presupuestario.
Mal mayor. El impeachment de Rousseff está ahora en las manos del Senado, que a mediados de mayo votará si le abre un juicio, lo cual supondría su inmediata separación del cargo, inicialmente de manera provisoria. A pesar de que no ha sido acusada de ningún cargo de corrupción, las protestas contra Rousseff se enfocan en el escándalo de Petrobras y en las alegaciones contra Lula y la fuerte recesión que golpea al país. Pocos activistas siquiera mencionan las imputaciones contra ella, que no están relacionadas con la corrupción en la petrolera. “Calheiros es uno de los mayores bandidos que ha producido la política brasileña”, apuntó Celso Anaruma, un conductor de camiones de 56 años, mientras desmontaba su carpa. “Cunha no es un santo. Pero no es nuestro mal mayor”, agregó.
Muchos recuerdan que el nombre de Temer apareció en un supuesto negocio ilegal de etanol ligado al caso Petrobras, pero no ha sido acusado de ningún delito. “Me parece un poquito mejor que ella (Rousseff)”, afirmó Charlo Ferreson, una peluquera de 43 años de Río de Janeiro, que vestía una camiseta con la leyenda “Adelante Brasil”. Lo mejor sería celebrar nuevas elecciones, comentó, “el problema es que Brasil no tiene alternativas buenas” para la presidencia. Andrea Basilio cree que Temer también debería irse. “Precisamos un impeachment contra todos y hacer una nueva elección”, dijo Basilio, una técnico de 51 años. Tampoco se priva de llamar a Cunha “mi villano favorito”, aunque comparado con otros políticos cree que es apenas “un ladrón de gallinas”.
La opción militar. Más de 58% de los 513 diputados están bajo investigación o han sido acusados de cargos de corrupción, asesinato y violación, según Transparencia Brasil. En el Senado, un 60% tiene problemas con la Justicia, según la ONG. Una pequeña minoría de brasileños está tan cansada de los políticos que quieren que los militares tomen el poder como lo hicieron entre 1964 y 1985. “Queremos una limpieza general”, comentó Rita de Cassia, 49 años, una profesora jubilada de Campinas, en el Estado de San Pablo, usando una camiseta en tonos verde oliva. “Tenemos que sacarlos a todos y empezar de cero”, añadió.