El joven y alto heredero al trono más poderoso del Golfo, Mohamed bin Salman, de 33 años, ha supervisado la mayor transformación en la historia reciente del reino saudita y marginado a todos los rivales tras su nombramiento en junio de 2017. En su búsqueda de inversores internacionales para la economía del país árabe, muy dependiente del petróleo, prometió una Arabia Saudita "moderada". Se enfrentó a los poderosos clérigos que dominaron la vida del reino desde hace décadas y a la mimada élite con una enorme purga en septiembre de 2017 de miembros de la realeza, ministros y personalidades de los negocios.
Pero el reconocimiento por parte de Riad el viernes, tras dos semanas negándolo, de que el periodista saudita crítico con el poder Jamal Khashoggi murió en "una reyerta" en el consulado de Arabia Saudita en Estambul el 2 de octubre, podría poner en peligro la imagen de reformista que con tanto cuidado ha cultivado el príncipe heredero. Dos figuras muy cercanas, un alto responsable de sus servicios de inteligencia, Ahmad al Asiri, y un importante consejero de la corte real, Saud al Qahtani, fueron destituidos por su papel en la muerte de Khashoggi. También se cesó a otros funcionarios de inteligencia y se detuvo a 18 sospechosos. Además, al príncipe Mohamed se le encargó presidir una comisión ministerial "para reestructurar" los servicios de inteligencia, según la agencia oficial Saudi Press Agency.
"Líder tribal pasado de moda"
En un corto lapso, el hijo del rey Salmán desarrolló unos vínculos muy estrechos con la Casa Blanca del presidente Donald Trump, especialmente con el yerno y consejero del presidente, Jared Kushner. Ante los gobiernos occidentales que quieren seguir haciendo negocios con el reino, se presenta como un reformista gracias a una serie de medidas como el fin de la prohibición a que las mujeres conduzcan, la reducción de los poderes de la policía religiosa y la reapertura de los cines. Todo ello forma parte del programa de reformas económicas y sociales "Vision 2030" de Mohamed bin Salman, para preparar al país para una era pospetróleo. Pero muchas organizaciones critican la represión de los disidentes políticos.
En septiembre de 2017, Human Rights Watch (HRW) y Amnistía Internacional (AI) informaron sobre la detención de decenas de escritores, periodistas, activistas y líderes religiosos. Fue en esa época cuando Khashoggi decidió exiliarse en Estados Unidos. El príncipe heredero también ha sido muy criticado por poner al primer ministro libanés, Saad Hariri, en arresto domiciliario en Riad en noviembre, y encendió las alarmas con su intervención militar en la vecina Yemen en apoyo al gobierno y con el bloqueo a Catar. "En el fondo, es un líder tribal pasado de moda", dijo Khashoggi a la revista Newsweek a principios de este año, en una conversación que no se publicó hasta la confirmación de su muerte el viernes. "Quiere disfrutar de los beneficios de la modernidad del primer mundo... pero al mismo tiempo quiere gobernar como su abuelo", añadió.
Desde que comenzara a acumular poder en 2017 hasta su confirmación como heredero en septiembre del año pasado, Mohamed bin Salman ha hecho de la represión un distintivo en Arabia Saudita. El régimen ha incrementado las detenciones y ejecuciones. Los activistas de los derechos humanos, los intelectuales, influyentes líderes religiosos o voces contrarias al régimen están siempre en el punto de mira. Algo que venía denunciando desde hace tiempo el periodista Khashoggi. Según Amnistía Internacional, en 2017 se estuvo a punto de batir un récord de ejecuciones. Hasta 146 condenas a muerte, sólo 12 menos que en 2015, el año en que más se produjeron. De esas ejecuciones, 59 correspondían a delitos relacionados con tráfico de drogas y 40 a crímenes no violentos.
Islam moderado
En una de sus poco frecuentes apariciones públicas el año pasado, el príncipe heredero dijo que buscaba "un país de islam moderado y tolerante". Ha presionado para contener la influencia de los clérigos de línea dura y los jeques más destacados que promueven la intransigente versión del Islam del reino, con decenas de detenciones de figuras religiosas conservadoras.
También ha reconocido que la alianza del país con el wahabismo —una ideología religiosa que es acusada de incrementar la intolerancia y el terrorismo global— es un problema.
Pero a inicios de año, el príncipe heredero dijo que la propagación del wahabismo era consecuencia de que Occidente hubiera pedido a Arabia Saudita usar sus recursos en países musulmanes contra la Unión Soviética durante la Guerra Fría. "Creo que el Islam es sensible, el Islam es sencillo, y la gente está intentando secuestrarlo", dijo al periódico The Washington Post en marzo. Varios militantes por los derechos humanos y de las mujeres también fueron detenidos este año y se sabe poco sobre su paradero. El príncipe "cree mucho en sí mismo", dijo Khashoggi a Newsweek. "No comprueba. No tiene buenos consejeros y se está acercando... a «una Arabia Saudita según Mohamed bin Salman»".