Tal y como se esperaba, Artur Mas no logró ayer ser investido presidente del gobierno de Cataluña, al no obtener los apoyos suficientes en el Parlamento regional. Se abre así un futuro incierto para el principal impulsor del proceso soberanista en la región española, que mañana tendrá una segunda oportunidad. Mas necesitaba la mayoría absoluta de los votos —68 de 135— para ser reelegido. Todos los partidos excepto el suyo se opusieron a su investidura en la votación, que tuvo lugar un día después de que la Cámara catalana aprobara el inicio del proceso hacia la independencia de la región española, de 7,5 millones de habitantes. También votó en contra la CUP, el partido anticapitalista que pactó la iniciativa secesionista con la coalición que abandera Mas, Junts pel Sí. Juntos alcanzan la mayoría absoluta de escaños que el jefe del Ejecutivo en funciones necesita para gobernar. Pero el partido de izquierdas ya había advertido que no apoyaría a Mas, a quien no ve con buenos ojos por los recortes perpetrados por su gobierno y por la corrupción que golpea a su partido, Convergència Democràtica.
Reproches. Los 73 votos de los diputados de la oposición se impusieron a los 62 de Junts pel Sí, que no goza de mayoría absoluta. El resto de fuerzas políticas —el Partido Popular (PP) de Mariano Rajoy, el Partido Socialista (PSOE), el emergente Ciudadanos y el afín a Podemos Catalunya Sí que es Pot— también fueron muy críticas con el líder catalán durante el debate de investidura, que se prolongó durante todo el día. Le reprocharon su mala gestión, la falta de autocrítica y el pacto cerrado con la CUP para iniciar la ruptura de Cataluña con España. “Usted no tiene mayoría social, ni parlamentaria ni sobre todo tiene razón: habla de levantar fronteras, saltarse a la legalidad, de desoír a los tribunales”, le espetó Inés Arrimadas, del partido antiindependentista Ciudadanos. Mas rechazó las críticas, recordó su compromiso con el secesionismo y prometió a la CUP que si logra revalidar el cargo, su mandato no será “personalista”. El lunes advirtió que si no es investido, el proceso soberanista catalán quedará “encallado”. “El presidente de un país es una pieza más, lo sé perfectamente”, dijo el líder del gobierno catalán en funciones.
El debate de investidura tuvo lugar en medio de las tensiones desatadas por la iniciativa independentista aprobada el lunes por el Parlamento catalán, que será impugnada previsiblemente hoy por el gobierno de Mariano Rajoy. El Consejo de Estado, máximo órgano consultivo del Ejecutivo español, le dio ayer vía libre para interponer el recurso ante el Tribunal Constitucional, que suspenderá la declaración independentista si lo admite a trámite. El jefe del Ejecutivo español abordó ayer la cuestión catalana con el rey Felipe VI y recibió en el palacio de La Moncloa al líder de la oposición, el socialista Pedro Sánchez, con quien acordó tomar “todas las medidas necesarias para restaurar la legalidad democrática”.
Mayoría simple. El principal impulsor del proceso independentista podría ahora quedar fuera del gobierno que prevé llevarlo a cabo, en lo que supone el mayor desafío político de las últimas décadas al Estado español. Mas tendrá mañana una segunda oportunidad para ser investido, en una votación en la que le servirá una mayoría simple. Pero para ello tendrá que conseguir que dos de los diez diputados de la CUP voten a su favor y el resto se abstenga, algo que parece difícil.
En caso de que la votación también sea infructuosa, se abrirá un período de dos meses en los que la presidenta del Parlamento catalán podrá proponer un nuevo candidato. Para ello suena el nombre de Raül Romeva, independiente que encabezó la lista de Junts pel Sí en los comicios del 27 de septiembre y a quien la CUP se refirió ayer. Si el 10 de enero no hay presidente del gobierno en Cataluña, se convocarían de nuevo elecciones en la región.