Los atentados de París y San Bernardino han liberado en Occidente un discurso antimusulmán desacomplejado y de una violencia inédita, desde Donald Trump, que quiere prohibir el ingreso de los musulmanes en Estados Unidos, hasta el ex premier australiano Tony Abbott, que habla de la “superioridad” de la cultura occidental. A estos se suma el ultraderechista Frente Nacional (FN), la fuerza política más votada en la primera vuelta de las elecciones regionales francesas, menos de un mes después de los atentados yihadistas de París, que dejaron 130 muertos.
La diputada Marion Maréchal-Le Pen, una de sus figuras más destacadas, dijo que los musulmanes sólo podrán ser franceses si se pliegan a “las costumbres y el modo de vida” heredados del cristianismo. Haciendo oídos sordos al torrente de críticas que le ha caído encima, el precandidato republicano a la Casa Blanca Donald Trump defendió el martes ante todas las televisiones de Estados Unidos su idea de un “cese total y completo del ingreso de musulmanes al país”. Según él, París “debería tal vez” adoptar la misma estrategia, dados los “tremendos” problemas de la ciudad con su comunidad musulmana. Para Trump, muchos musulmanes son favorables a la yihad contra los estadounidenses, y pone como prueba que los autores de las masacres en París y San Bernardino (14 muertos) eran musulmanes radicalizados. “Miren lo que sucedió en París, esa horrrible carnicería . Hay zonas en París que están radicalizadas, donde la policía se niega a ir. Están petrificados”, dijo Trump. “Hay zonas tan radicalizadas en Londres y otros lugares que la policía teme por su propia vida”, añadió.
Boicot y rechazos. Sus declaraciones le valieron el boicot de una cadena de tiendas de Dubai, con unos 160 establecimientos en Medio Oriente, Africa y Pakistán, que ya no venderá los accesorios de decoración para la casa estampillados con la marca Trump. En el Reino Unido, más de 100.000 personas firmaron ayer una petición colgada en la web del Parlamento inglés para vedar la entrada al país del magnate. Al superar ese umbral, la petición puede someterse a debate en la Cámara de los Comunes. El alcalde de Londres, Boris Johnson, calificó las declaraciones de Trump de “estupidez total”. “La única razón por la cual evitaría ciertos barrios de Nueva York es el riesgo real de encontrarme con Donald Trump”, dijo ayer irónicamente. “Estas declaraciones son de lo más extraño, porque ellos (Estados Unidos) han creado el terrorismo con su dinero y sus hombres, y han sembrado las semillas del terrorismo en la región”, dijo el presidente iraní, Hasan Rohani. Yendo más lejos, el diario emiratí Gulf News vinculó a Trump con el grupo Estado Islámico (EI), por su “extremismo”. “Su odio contribuye a la atmósfera tóxica de la islamofobia, y su extremismo no es diferente del de Dáesh”, acrónimo en árabe del EI, escribió el diario.
“No somos una tierra de Islam”. En Australia, el ex premier conservador Tony Abbott desencadenó otra tormenta haciéndose eco de las declaraciones de Trump. Occidente debe “estar listo para proclamar la superioridad evidente de nuestra cultura sobre una cultura que justifica el hecho de matar personas en nombre de Dios”, declaró Abbott en una tribuna publicada ayer en el Daily Telegraph. “El Islam nunca conoció su propia versión de la Reforma y de las Luces, ni la consiguiente aceptación del pluralismo y de la separación de la Iglesia y del Estado”, añadió el ex seminarista. “No somos una tierra de Islam, y si hay franceses que pueden ser de confesión musulmana, será sólo con la condición de plegarse a las costumbres y el modo de vida moldeados por la influencia griega y romana y 16 siglos de cristianismo”, dijo en la misma línea Marion Maréchal-Le Pen, quien tras la segunda vuelta de las elecciones regionales francesas prevista el domingo podría presidir la región Provenza-Alpes-Costa Azul, que incluye Marsella, Niza y Cannes. Sus declaraciones entroncan con las de otros líderes populistas de Europa, como el holandés Geert Wilders, que en noviembre dijo querer cerrar las fronteras de su país para impedir la llegada de miles de refugiados y por tanto “una invasión islámica”. El premier húngaro Viktor Orban, que cerró las fronteras de su país con Serbia y Croacia para impedir la entrada de migrantes, estimó en octubre que el islam “no pertenece espiritualmente a Europa”, pues establece reglas propias de “otro mundo”.