Después de dos meses, la campaña aérea encabezada por Estados Unidos en Irak ha hecho poca mella al corazón del territorio del grupo Estado Islámico (EI). Los combatientes extremistas se han mezclado en el interior de áreas urbanas cuando han necesitado eludir la amenaza, e incluso han logrado arrebatar más territorio a un ejército iraquí que sigue cediendo ante los milicianos radicalizados. En la vecina Siria, varios días de ataques aéreos han sido incapaces de detener a los milicianos que estaban a punto de capturar un poblado estratégico en la frontera turca.
Los limitados resultados muestran la debilidad central de la campaña: no es mucho lo que se puede hacer por aire para derrotar a una fuerza extremista que ha arrasado gran parte de Irak y Siria. Los combatientes del grupo EI han demostrado ser esquivos y flexibles, capaces de reorganizarse para minimizar los golpes. Y lo más importante, casi no hay fuerzas aliadas en tierra capaces de aprovechar los ataques aéreos y recuperar territorio de manos de los milicianos.
La excepción: los combatientes kurdos iraquíes, la fuerza más efectiva en Irak, consiguieron algunos logros modestos la semana pasada. Esto sólo pone de relieve cómo los demás han mostrado ser incapaces de conseguir lo mismo. Las fuerzas armadas iraquíes están minadas por corrupción y problemas de mando. El nuevo gobierno iraquí trata de atraer apoyo de más miembros de tribus sunitas, cuyos combatientes son vistos como vitales contra los sunitas extremistas; pero hasta ahora no ha habido una avalancha de apoyo.
En Siria, los rebeldes apoyados por Estados Unidos no están en posición de movilizarse contra EI, y los kurdos de Siria no están tan bien armados como los de Irak.
Estados Unidos lanzó ataques aéreos en Irak el 8 de agosto y en Siria el 23 de septiembre. Varias naciones europeas participan en las operaciones en Irak, pero no en Siria, donde a Estados Unidos se ha unido una coalición de aliados árabes. Funcionarios estadounidenses han advertido repetidamente que la campaña será larga, incluso de años.
Progresos en el norte. La mayor parte de los avances de la campaña aérea se han producido en zonas rurales y abiertas del norte de Irak. La semana pasada, los bombardeos abrieron camino a los combatientes kurdos iraquíes conocidos como peshmerga para atacar una serie de pueblos controlados por extremistas cerca de la frontera siria. La ofensiva kurda tiene como objetivo la localidad de Sinyar, y si logran tomarla, asegurarían una carretera a Siria que los islamistas utilizan para enviar suministros.
Los primeros ataques aéreos también frenaron los avances extremistas hacia la capital kurda de Irbil y ayudaron a los peshmerga y tropas iraquíes a recuperar la presa de Mosul. Sin embargo, los aviones de combate han evitado en gran parte Mosul, la segunda ciudad más grande de Irak y principal bastión de EI, o la cercana Tal Afar, al parecer para evitar bajas civiles que aumentarían el apoyo hacia el grupo islamista entre los sunitas de la región. Eso ha dejado a los extremistas libres en la zona.
Punto de inflexión. Los iraquíes suelen describir la batalla contra el grupo yihadista distinguiendo entre antes y después de Mosul, refiriéndose al momento en el que el ejército iraquí se derrumbó ante el asalto de los extremistas a la ciudad en junio. Muchos señalan a un pobre entrenamiento y una crisis de liderazgo en el ejército como factores clave en su desintegración. El ex premier Nuri al-Maliki, que dejó el cargo con renuencia el mes pasado, fomentó las tensiones religiosas dentro de las fuerzas armadas, despidiendo a muchos oficiales sunitas cualificados y reemplazándolos por oficiales shiítas menos calificados que le eran leales. Tras la caída de Mosul, al-Maliki pidió voluntarios para reforzar al humillado ejército y muchos shiítas se presentaron. Pero con líderes distintos y lealtades divididas entre las milicias, resultaron imposibles de controlar.
Reveses. Los bombardeos de la coalición parecen haber sido incapaces de cambiar la situación en la ciudad siria de Kobane, que los islamistas asedian desde hace semanas, enfrentándose a sus defensores kurdos. El presidente turco Recep Tayyip Erdogan advirtió el marte que la ciudad está a punto de caer. A diferencia de los kurdos iraquíes, los grupos kurdos sirios que defienden Kobane están mal armados y afectados por viejas tensiones con la vecina Turquía, que ve con malos ojos sus lazos con los separatistas kurdos en Turquía.
Los ataques aéreos en Siria se han dirigido sobre todo contra la infraestructura del grupo EI en las zonas norte y este del territorio controlado por los extremistas. Los aviones han golpeado puntos de control, tanques, campos de entrenamiento e incluso uno de los principales cuarteles generales del grupo en su capital de facto, Raqqa. Pero fuentes activistas señalaron que los combatientes islamistas habían abandonado muchas de las bases antes de que comenzaran los ataques, y la coalición atacó instalaciones vacías. Las armas pesadas se trasladaron a zonas protegidas.
Mentes y corazones. Cualquier solución a largo plazo debe partir de un esfuerzo genuino de ganar apoyos entre sirios e iraquíes, especialmente los sunitas. El nuevo gobierno iraquí instó de inmediato al ejército a dejar de bombardear zonas donde los civiles puedan verse atrapados en el fuego cruzado. Además, se está trabajando en establecer una guardia nacional con líderes locales y en reclutar a más sunitas. Ganarse a las tribus sunitas es una parte esencial de la solución. Varias localidades han aguantado el asalto de los islamistas por la resistencia de grupos sunitas locales. Sin embargo, muchos sunitas esperan más señales del gobierno, como la introducción de suníes en puestos de poder y que se aborde su sensación de abandono.