Al día siguiente de unos masivos cacerolazos en respuesta a sus anuncios de ajuste fiscal, la presidenta brasileña Dilma Roussef advirtió que si bien esas protestas son parte de la democracia, las próximas manifestaciones, que exigen su renuncia o su juicio político, no deben intentar una "ruptura democrática", que la sociedad brasileña no aceptaría. A medida que se profundizan tanto la crisis económica como las investigaciones de corrupción en la petrolera estatal Petrobras, crece el reclamo de "impeachment" en amplias franjas de las clases medias urbanas que votaron contra Rousseff en las presidenciales del año pasado. Por esto, ayer Dilma habló de un "tercer turno electoral, que no existe" y no puede suplantarse con maniobras para lograr su destitución.