Los presidentes Barack Obama y Raúl Castro mostrarán al mundo que el histórico plan de reanudar relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba va en serio cuando se reúnan este fin de semana, en una significativa cumbre regional que sería eclipsada por tensiones entre Washington y Caracas. Cuba participará desde hoy por primera vez en una Cumbre de las Américas, una reunión de dos días en Panamá que sentará a la mesa a mandatarios de los países de la Organización de Estados Americanos (OEA), que mantuvo suspendida a la isla de gobierno comunista por medio siglo a instancias de Washington.
Durante el evento se espera que Obama y Castro se estrechen las manos, casi cuatro meses después de anunciar un plan para abrir embajadas, hablar sobre derechos humanos, temas económicos y facilidades para viajes, en busca de superar las hostilidades desatadas tras la revolución liderada por Fidel Castro en 1959. El restablecimiento de relaciones entre los dos países marca el fin definitivo de la Guerra Fría. Pero para los cubanos aún está pendiente el levantamiento del embargo económico contra la isla, un viejo reclamo de Latinoamérica en las citas regionales. "No puede haber una normalización de relaciones entre Cuba y EEUU si no se levanta el injusto bloqueo que ha causado daños materiales, económicos a Cuba", dijo el vicepresidente Miguel Díaz-Canel en La Habana.
Aunque Obama reiteró su intención de levantar el embargo económico sobre la vecina isla caribeña, es el Congreso —dominado por sus opositores republicanos— el que tiene que derogar la norma. Y sus rivales políticos han manifestado su desacuerdo con la iniciativa. Pero Obama tiene la potestad de avanzar en otros aspectos demandados por Cuba, como la solicitud de ser eliminada de la lista de Estados patrocinadores del terrorismo. Trámite que el propio presidente estadounidense afirmó está terminado. La "revisión ha sido completada" por el Departamento de Estado, dijo Obama en Kingston, Jamaica, escala previa a su viaje a Panamá. No obstante, Obama descartó que la Casa Blanca recomiende, hoy en la cumbre, la salida de la isla de esa lista, a la que ingresó en 1982 durante el gobierno de Ronald Reagan.
Los expertos aseguran que la salida sería sobre todo "un gesto simbólico" en el proceso para normalizar las relaciones bilaterales. Obama insiste en que su gobierno y el de la isla siguen teniendo "diferencias significativas" sobre asuntos relacionados con los derechos humanos, y agregó que Estados Unidos "siempre apoyará los valores universales como la libertad de expresión y de reunión".
Nubarrones. En medio del clima conciliador entre Estados Unidos y Cuba, las nubes grises en la cumbre soplarán desde Venezuela, que atraviesa una aguda crisis económica y un momento ríspido con Washington después de que Obama firmara un decreto designando a Caracas como una amenaza para la seguridad de su país. Aunque Washington dijo que no era más que un trámite para sancionar a funcionarios venezolanos por violaciones a los derechos humanos, el impacto diplomático fue importante y llevó a caldear la retórica antiestadounidense del presidente venezolano Nicolás Maduro a una temperatura similar a la de su fallecido antecesor y mentor, Hugo Chávez. Se espera que Maduro robe cámaras durante la cumbre con su plan de presentar cerca de 10 millones de firmas de venezolanos pidiendo que Obama derogue el decreto sobre el país sudamericano. "No llegamos a Panamá de rodillas. Llegamos de tú a tú. No somos más, pero tampoco somos menos. No acepto que nadie me vea como su súbdito, su inferior, como su esclavo. Seguiremos haciendo respetar a nuestra amada Venezuela", dijo el martes Maduro en Caracas.
Tono conciliador. El mandatario estadounidense está preparado para lo que pueda presentarse y la actitud de la Casa Blanca será conciliadora con Maduro, dijo Ricardo Zúñiga, máximo asesor de Obama sobre Latinoamérica. "La cumbre debería ser un momento para poder tener un intercambio civilizado con cualquier líder de las Américas", agregó Zúñiga. "Seguimos abiertos al diálogo con Caracas para tratar cualquier tema que esté causando tensiones entre los dos países", dijo. El pedido de Maduro llega a la cumbre con el apoyo de sus vecinos de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), integrada por gobiernos aliados en mayor o menor grado como Bolivia, Ecuador, Argentina, Brasil y Uruguay. El bloque ya había calificado al decreto de Obama como una "amenaza injerencista a la soberanía" de otros Estados.
Desde su primer mandato, Obama no ha logrado cumplir su promesa de una nueva era de relaciones con Latinoamérica, región que sufrió la injerencia política y en algunos casos hasta militar de Estados Unidos en décadas pasadas. Pero el anfitrión Panamá, que en 2014 hizo esfuerzos para que todos los países de la OEA estuvieran representados en la cumbre, confía en que se limarán las asperezas. "En la cumbre habrá suficientes espacios sociales y diplomáticos para que los jefes de Estado puedan compartir y bajar esa tensión", dijo el presidente panameño, Juan Carlos Varela.
Paños fríos a las tensiones con Maduro
Antes de enfrentar la Cumbre de las Américas más importante de su gestión, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama , habló sobre la alta tensión en la relación entre Washington y Caracas y sobre las expectativas ante el deshielo con Cuba. "No creemos que Venezuela sea una amenaza para Estados Unidos y Estados Unidos no es una amenaza para el gobierno de Venezuela", aclaró Obama, poco después de que desde su gobierno se hayan encargado de aclarar que el uso de esa expresión es sólo parte de un "formalismo". "Pero seguimos muy preocupados por cómo el gobierno venezolano sigue esforzándose por intimidar a sus adversarios políticos, incluido el arresto y acusación por cargos políticos en contra de funcionarios electos, y la erosión continua de los derechos humanos", completó Obama en una entrevista con la agencia española EFE.
Crítica a la región. Además, el presidente demócrata consideró que ni Estados Unidos ni la región deben "mantener silencio" ante la situación en ese país, en otra crítica velada al apoyo de gran parte de América latina al presidente de Venezuela, Nicolás Maduro. La orden ejecutiva con la que Obama autorizó en marzo sanciones contra funcionarios del gobierno de Maduro y declaró a Venezuela una "amenaza" para la seguridad de Estados Unidos ha empeorado las ya conflictivas relaciones.
Pero ambos gobiernos dieron un paso que puede ayudar a rebajar las tensiones en vísperas de la cumbre con la reunión en Caracas entre el alto consejero del Departamento de Estado Thomas Shannon y la canciller venezolana, Delcy Rodríguez, que supuso el encuentro bilateral de más alto nivel en años. A juicio de Obama, el "diálogo interno" para encontrar una "solución política a las divisiones que fragmentan a la sociedad venezolana es el mejor camino" para el país suramericano.
Al respecto, Maduro celebró ayer que los venezolanos lograran a través de la campaña de recolección de firmas que Obama reconociera que el país sudamericano "no es una amenaza" para Washington. "Logramos que el presidente Obama reconociera de palabra que Venezuela no es una amenaza, ahora #ObamaDerogaElDecretoYa", expresó Maduro en la red social Twitter.