En realidad, era una noche de verano como cualquier otra en el hotel Montecarlo, situado junto a la playa de Alcanar. La dueña, Kerstin Bolz, estaba sirviendo a los clientes en la terraza de la piscina, situada pocos metros sobre el Mediterráneo, cuando hacia las 23 horas del miércoles un fuerte estruendo rompió la tranquilidad de la noche. Solo varios días después se supo lo que había pasado a 100 metros de distancia, tierra adentro: el escondite de una célula terrorista había volado por los aires. "Terrible que algo así pueda pasar aquí", dice Bolz, una gastrónoma alemana que emigró a España hace unos 30 años.
Ayer, mientras que algunas ventanas rotas en el hotel de la playa fueron reemplazadas, la policía todavía tenía mucho que hacer en el lugar de la explosión. Todo el olivar alrededor de la casa destruida estaba precintado y las cámaras de los equipos de televisión tenían que quedarse a prudente distancia, porque las fuerzas de seguridad intentaban con detonaciones controladas neutralizar eventuales restos escondidos de explosivos. Era necesario actuar con mucho cuidado, ya que después de la explosión en la noche del miércoles, que causó al menos la muerte de un terrorista y dejó gravemente herido a otro, un nuevo estallido, ocurrido en la tarde del jueves, causó heridas a cinco policías, tres bomberos y al conductor de una excavadora, según informó el concejal Jordi Bort.
La playa, situada a unos 200 kilómetros al suroeste de Barcelona y popular entre turistas, pese a la presencia cercana de una fábrica de cemento, desempeña un papel clave en las investigaciones sobre el atentado terrorista en Barcelona. La policía cree que el ataque fue preparado en la casa de los terroristas en Alcanar. Incluso existe la sospecha de que habían planeado un gran atentado con un vehículo cargado de explosivos. "Todo comenzó en Alcanar", tituló el diario El País.
Juan Guerrero, uno de los huéspedes del hotel Montecarlo, cree que los terroristas posiblemente eligieran Alcanar porque los extraños no llaman mucho la atención en esta localidad debido a la presencia de muchos obreros de fábrica. Guerrero, un electricista de Barcelona, es cliente habitual del hotel de playa. "Ha pasado en toda Europa, era previsible que pasara, pero no se imaginaba que pasara aquí", afirma. "No vamos a dejarnos intimidar por el terrorismo islámico", reza ahora el lema en Alcanar y en Barcelona. También ayer, varias personas depositaron flores en el paseo de la Rambla en Barcelona para recordar a las víctimas. Hay letreros donde la gente ha escrito mensajes de paz y una y otra vez el siguiente aviso dirigido a los extremistas: "¡No tenemos miedo!". Ya el viernes, un hombre había sacado de forma espontánea su guitarra para tocar "Imagine", el himno a la paz de John Lennon, un momento altamente emotivo ante una multitud profundamente conmovida.
El ministro de Relaciones Exteriores de Alemania, Sigmar Gabriel, depositó por la mañana rosas blancas en el lugar de la tragedia y habló de un atentado "terrible" y de "asesinos cobardes". Más tarde visitó una clínica, donde habló con un joven alemán herido en el atentado.
También el rey español, Felipe VI, y su esposa, Letizia, visitaron en la tarde dos hospitales. La visita real causó una gran alegría, especialmente entre algunos de los niños heridos. Letizia, que llevaba un vestido oscuro, sujetó cariñosamente la mano de algunos de los pequeños pacientes que todavía estaban en estado de shock. Felipe mostró una enorme cercanía con la gente. Ya el viernes, el rey había asistió al minuto de silencio en la Plaça Catalunya de Barcelona, adonde habían acudido cientos de miles de personas. El monarca da apoyo a su pueblo y en el hospital repitió una vez más las palabras que a raíz del baño de sangre resuenan como un mantra por Barcelona: "No tenemos miedo".
En Cambrils, situada a unos 120 kilómetros de Barcelona, con dirección a Alcanar, pocas cosas recuerdan ya a la dramática noche-madrugada del viernes, cuando la policía mató a tiros a cinco terroristas. Delante del Club Náutic vuelven a pasar turistas vestidos con ropa de playa y cargando bolsas de compra o sillas plegables. Solo debajo del panel informativo del club náutico hay una corona de flores, delante de ella algunas velas y encima un globo blanco con un corazón rojo y el texto "I love Cambrils".
Alex Ciuruna, un marinero del Club Náutic, aún recuerda exactamente cómo a la una de la madrugada del viernes un automóvil Audi A3 volcó tras una carrera a toda velocidad y se desató un tiroteo entre terroristas y policías. Algunos noctámbulos creían que se trataba de un accidente e iban a acudir al lugar para auxiliar a las víctimas. "Yo grité: es un atentado, corred, huid. Yo grité en todos los idiomas que supe, catalán, castellano e inglés", relata Ciuruna. Su colega, un marroquí, está triste porque al parecer fueron compatriotas suyos los que formaban parte del grupo terrorista. "Ellos están muertos ahora, pero nosotros tenemos el problema: la gente va a pensar nuevamente que todos nosotros somos malos".
Klaus Blume-Carola Frentzen
DPA