Con sus medidas, Trump demuestra que el proteccionismo también es xenofobia

Trump, con su proteccionismo xenófobo puede llegar a tener algunos "éxitos" momentáneos, con el muro o el frenazo a los planes de GM y Ford en México, pero el resultado final será negativo. Para Estados Unidos, no sólo para México, que hoy enfrenta una potencial catástrofe. Los focos de los medios están por el momento más en la tragedia inmigratoria que en el resideño forzado de la economía internacional que plantea Trump. Pero ambos asuntos se entrelazan. Millones de personas arriesgan sus vidas para atravesar la frontera de México con EEUU trasladadas por mafias; después viven en un limbo legal durante años, a veces toda la vida. Mexicanos y centroamericanos se arriesgan por el enorme gradiente de riqueza que hay hacia el Norte. La actuación de Trump, además de cruel y poco eficaz, es pura ganancia para el populista mexicano López Obrador.

Ahora Trump sumó a sus decretos a los musulmanes. Es esta otra clase de inmigración, mucho más controlable porque llega a EEUU por los aeropuertos y está por tanto documentada y chequeada. El decreto contra siete nacionalidades además de discriminador es totalmente inútil. El gran drama es la inmigración masiva sin documentos que arriba por la frontera terrestre. El objetivo expreso del muro y la Patrulla Fronteriza, cuyo sindicato es seguidor y fue sponsor de campaña de Trump.

   Pero un dato antipático que no puede dejarse de mencionar es que México tuvo durante décadas un mecanismo óptimo para solucionar su problema de pobreza crónica: enviar su "excedente demográfico" a la frontera. A su vez, los residentes en EEUU envían unos 25.000 millones de dólares anuales en remesas, un rubro vital en las cuentas mexicanas. Cifra que debe sumarse a la siempre positiva balanza comercial bilateral, dato omnipresente en el discurso de Trump. México envía el 80% de sus exportaciones a EEUU, unos 300.000 millones de dólares, e importa por 240.000 millones.

   Trump pertenece a una generación que ha visto los efectos más perniciosos de la globalización en su país. Los estadounidenses de 70 años como él vieron cómo el "cinturón industrial" del Noreste se transformaba en el "cinturón de óxido". Una tragedia para la élite obrera estadounidense. Ya en los primeros años 80 el ejecutivo Lee Iacocca se hizo famoso por la reconversión de Chrysler frente al embate que iniciaban entonces las compañías japonesas. No alcanzó: hoy Chrysler es manejada por Fiat. Y las japonesas como Toyota y Honda abrieron fábricas en EEUU hace años. Sin aceptar sindicatos y en el Sur, bien lejos de Detroit y su Auto Workers Union.

   Bill Clinton firmó en 1994 el tratado de libre comercio con México y Canadá, que Trump ahora está destruyendo. Pero aún hoy las "Tres grandes" (GM, Ford y Chrysler) pagan a sus obreros sindicalizados en EEUU hasta 58 dólares la hora más beneficios. El triple que las demás industrias. Estos beneficios incluyen una participación anual en las ganancias de la empresa (el "profit sharing"). Por estos días Ford distribuirá 6.000 dólares y Chrysler, 5.000. No hay de qué sorprenderse cuando GM y Ford buscan producir cada vez más en México.

    Si Trump piensa que tendrá éxito contra la marea de la globalización, se engaña. Pero mientras, en Argentina, país que ha sido muy perjudicado por el proteccionismo y el control de cambios ("cepo"), tiene sus fans: los comentarios laudatorios hacia Trump de Daniel Scioli y Guillermo Moreno, y también de Miguel Bein, no son casuales. El proteccionismo tiene aquí alto rating. Pero el proteccionismo es equiparable al racismo xenófobo: es una fobia al trabajo hecho por los extranjeros, un repudio a su trabajo en nombre de la propia identidad. Mientras la xenofobia explícita recibe la condena casi generalizada, la xenofobia sublimada e implícita del proteccionismo tiene excelente prensa y aún mejor acogida general. Argentina no es por nada la 5ª economía más cerrada del planeta. Como los obreros ingleses que a inicios del siglo XIX quemaban los telares industriales, Trump puede romper por un tiempo el esquema que usan hoy las automotrices en todo el mundo, que es integrar su producción en redes intercontinentales. En Alemania y Japón deben estar pensando cómo dejar afuera a EEUU de esa red y dedicarle al enorme mercado "americano" una estructura propia, aislada. Con precios inevitablemente mucho más altos. Por aquello de que no hay comidas gratis.