Ninguna de las dos mayores potencias internacionales está dispuesta a que se ponga en duda su papel como referente de la economía. Pekín cree que ha llegado su turno de reinar en solitario. La nueva fase de la guerra comercial entre Estados Unidos y China está en marcha. Este viernes entraron en vigor los nuevos aranceles sobre 200.000 millones de dólares de importaciones impuestos por Washington, que serán contestados por Pekín. Se abre así una nueva espiral de aranceles interminable y de consecuencias impredecibles. Se trata de las dos mayores economías del planeta.
La escalada de tensiones es preocupante, pero los expertos están convencidos de que, antes o después, se llegará a una tregua. La paz definitiva parece, sin embargo, más difícil de alcanzar puesto que lo que está en juego no es el reequilibrio de la balanza comercial, sino un liderazgo económico que ninguna de las dos potencias está dispuesta a ceder. Con un PBI de más de 20 billones de dólares en 2018, Estados Unidos sigue siendo el país más rico en términos absolutos, aunque China es el líder desde 2016 en el cálculo por "paridad de poder adquisitivo" (PPA), que, según el Fondo Monetario Internacional (FMI), es el mejor criterio para comparar las economías nacionales. Muchos expertos sin embargo, creen que el cálculo en "moneda dura" da un mejor parámetro del poder económico real de un país.
La tendencia en el PBI chin anticipa que Pekín seguirá creciendo frente al desgaste americano, pero Trump no está dispuesto a renunciar a la grandeza nacional. El costo, sin embargo, va camino de ser demasiado alto. Además, mientras China ha bajado su vertiginoso de crecimiento de dos dígitos, Estados Unidos se halla a un ritmo superior al 3 por ciento anual, todo un récord para los países desarrollados.
Las ventas de Apple en China cayeron un 21 por ciento en el primer trimestre del año, hasta poco más de 10.000 millones de dólares. El beneficio operativo bajó hasta los 3.600 millones de dólares, un 27 por ciento menos. El bache del fabricante del iPhone en el gigante asiático responde a varias razones, pero la principal, afirman algunos medios especializados, es la guerra comercial. Aunque la riqueza de China se está resintiendo de manera más directa y rápida que la americana ante la batalla de aranceles, Estados Unidos tiene mucho que perder a largo plazo. Pero por lo pronto, Trump impone el peso de Estados Unidos: es el comprador y puede imponer sus reclamos, mientras China tiene pocas cartas para replicar golpe por golpe. No tiene mercados alternativos donde colocar susproductos de consumo. Trump va contra un déficit comercial bilateral que ha alcanzado la cifra exorbitante de 419 mil millones de dólares en favor de China. Un dato que para muchos estadounidenses justifica la guerra comercial que hace un año desató el presidente. China importa por unos 130 mil millones de dólares de EEUU y le vende por más de 500 mil millones, dando lugar al citado desbalance. Ahora, Trump ha impuesto aranceles a 250 mil millones de dólares de esas importaciones chinas, lo que deja al Tesoro unos 100 mil millones de dólares en aranceles, según afirma el propio Trump en Twitter.
Pero la mayoría de las grandes compañías estadounidenses cuenta con una sólida vocación exportadora que se resentirá si las tasas siguen encareciéndose. Los resultados empresariales son los grandes responsables del impulso de Wall Street, por lo que cualquier riesgo a su desarrollo provoca importantes caídas de las Bolsas, como se ha hecho evidente esta semana, con pérdidas de más de dos billones de dólares en los mercados de todo el mundo. El sector tecnológico estadounidense está muy expuesto a China, con empresas como Broadcom, Qualcomm o Intel, pero también compañías turísticas como Wynn Resorts y cadenas de muebles y decoración como Bed Bath and Beyond, además de los fabricantes de componentes automovilísticos. Muchas de estas empresas logran más del 50 por ciento de sus ingresos del mercado chino. Los expertos advierten, además, de que el incremento de las tarifas de Trump provocará un inmediato incremento de los precios que penalizará a los consumidores. Otros, sin embargo, creen que China no puede subir los precios sin riesgo de perder una cuota del vital mercado estadounidense.
La guerra comercial se produce, además, cuando el ciclo expansivo de Estados Unidos comienza a agotarse. Se calcula que la recesión podría llegar a finales de 2020, proceso que se aceleraría si la pugna recrudece. Un frenazo de la economía sería malo para Trump, que tiene grandes posibilidades de ser reelegido en noviembre de 2020. Su aliado más fiel ha sido, hasta ahora, el impulso de la economía, la suba del empleo y de las Bolsas. En contra de la visión de tantos analistas e instituciones de todo el mundo, Trump insiste en que el endurecimiento comercial frente a China es bueno para la economía de Estados Unidos.