Los alrededor de 600 campos de golf de China, donde este deporte se ha expandido sin parangón en la última década, contarán a partir de ahora con menos jugadores: los 88 millones de miembros del Partido Comunista (PCC). Esa es la nueva orden del comité central de la formación china, que publicó esta semana una lista de obligaciones no sólo para los altos cargos del partido único, como era habitual, sino para todos sus integrantes, un paso más en la fijación del presidente Xi Jinping con que la austeridad determine la rutina de sus subordinados. El líder chino, que también es número uno del partido, considera la corrupción como una gran amenaza para la supremacía del PCC y, para erradicarla de sus filas, lanzó una dura campaña, que algunos tildan de purga política.
El golf se une así a las comilonas y a las relaciones extramaritales, viejos enemigos de la moral comunista, al pasar a ser una de las prohibiciones en los ocho artículos que el comité sacó a la luz para actualizar la anterior normativa sobre ética de la formación, que data de 2010. Los términos “adúltero” y “relación con amante”, que estaban presentes en la anterior versión del reglamento en 2013, fueron sustituidos por una expresión más vaga: “relación sexual inapropiada con alguien”, dijo Xie Chuntao, director del departamento de historia de la Escuela Central del PCC, que forma a la administración comunista.
Vetado por Mao. Desde que el golf regresó a China por los 80, tras años prohibido por Mao, que lo llamaba “deporte para millonarios”, el régimen chino ha mantenido una relación de cierta bipolaridad con este juego, y aunque el gobierno central prohibió la construcción de nuevos campos en 2004 se siguieron levantando bajo otras denominaciones. Una práctica sobre la que se corrió un tupido velo durante años hasta que el pasado mayo las autoridades decretaron el cierre de 66 campos de golf “ilegales” y anunciaron la investigación contra un alto cargo del Ministerio de Comercio, Wang Shengyang, por participar en un evento de una compañía de golf.
Como ejemplo de la necesidad de castigar esta práctica, el organismo encargado de mantener la disciplina dentro del PC recordó el caso de un vicealcalde en el sur de China detenido mientras jugaba en horas de trabajo. A la vez, un ex jefe de policía condenado a prisión por “corrupción masiva” también era aficionado al deporte.
Xi Jinping, lidera una contundente campaña desde que llegó al poder en 2013 por la pulcritud y ejemplaridad de los trabajadores públicos. Decenas de ellos han sido investigados o encarcelados por incumplir alguno de los criterios, a los que ahora se suman algunos más.
Esas iniciativas anticorrupción de Xi hicieron que la hasta entonces relación de amor-odio entre el gobierno y el golf tornara en un asunto más serio, entre centenares de casos de funcionarios enviados a prisión por mala praxis financiera. Ahora el partido advierte en su nuevo paquete de medidas que los miembros de la formación “deben separar sus intereses públicos y privados, poner antes los del público y trabajar con generosidad”, además de “abrazar la simplicidad y huir de la extravagancia”.
En las extravagancias incluye las tradicionales bacanales con comida y bebidas de los altos funcionarios y el golf, unas directrices que parecen difícilmente aplicables en un país en el que los acuerdos se firman en banquetes y a veces se fraguan en partidos de golf, una nueva señal de estatus entre ejecutivos y altos cargos oficiales.
El más grande del mundo. Además de los motivos éticos, tras años de despilfarro en un país con 700 millones de campesinos, el Ministerio de Recursos arguyó hace meses que los campos de golf restan terreno para el cultivo, necesitan una gran cantidad de agua para su mantenimiento —mientras la sequía es un problema acuciante— y utilizan numerosos pesticidas. Razones más prácticas para frenar el auge de un deporte cuyo paradigma en China es el Mission Hills Golf Club de Shenzhen, el mayor campo de golf del mundo con 20 kilómetros cuadrados y 12 circuitos de 18 hoyos.
No obstante, para muchos es una prohibición innecesaria que distrae la atención de los verdaderos problemas del país sólo días antes de que tenga lugar el cónclave anual del Partido Comunista, que arranca el lunes y del que saldrá el próximo plan quinquenal. Su anuncio se suma a la larga lista de sorprendentes medidas que el gobierno chino ha implantado en los últimos dos años y medio, como la prohibición de que los altos cargos celebren conferencias y reuniones en 21 famosos destinos turísticos del país, entre ellos la Gran Muralla.
Se desconoce cómo la normativa, que entrará en vigor el próximo 1º de enero, será ejecutada a la vez que crece en China el número de aficionados al golf —que se ha convertido en una de las principales atracciones de los chinos cuando viajan al extranjero— y cuando aún se saca rendimiento económico al deporte.