Un paro de 24 horas de la policía civil en 13 Estados, otro del transporte público en San Pablo, protestas en Belem y el anuncio de nuevas manifestaciones sacudieron a Brasil a tres semanas de que se inicie la Copa del Mundo, lo que llevó al gobierno a advertir que no tolerará que empleados públicos y fuerzas del orden realicen medidas de fuerza durante la competencia. Según confirmó la Confederación Brasileña de Trabajadores de la Policía Civil (Cobrapol) en su página web, los agentes resolvieron paralizar ayer sus actividades los sindicatos de los Estados de Alagoas, Amazonas, Bahía, Espírito Santo, Minas Gerais, Pará, Paraíba, Pernambuco, Río de Janeiro, Rondonia, Santa Catarina, San Pablo y Tocantins.
Ante la huelga, el ministro de Justicia, José Eduardo Cardozo, descartó la posibilidad de que la misma pueda extenderse a otras fuerzas debido a que la Corte Suprema ya dictó un precedente sobre la inconstitucionalidad de las huelgas policiales. Un paro efectuado la semana pasada por agentes federales provocó saqueos y violencia en Recife y en otras ciudades del Estado de Pernambuco, noreste de Brasil, donde se esperan para hoy nuevas y numerosas protestas por los gastos que origina el Mundial de Fútbol.
Cardozo dijo que en caso de que sea necesario, el gobierno puede enviar a la Fuerza Nacional de Seguridad Pública —integrada por miembros especiales de las diferentes policías— y las Fuerzas Armadas para garantizar el orden y la ley. "No creo que ningún brasileño quiera que la sociedad pague la cuenta de un proceso que tiene que ser de diálogo y de reivindicaciones", afirmó Cardozo.
Varados. La huelga de policías coincide con una paralización de colectivos que desde el martes tiene lugar en San Pablo y que dejó a miles de ciudadanos sin transporte sin previo aviso a poco del Mundial, que será inaugurado precisamente en esta ciudad brasileña. La protesta es promovida por disidentes del Sindicato de Conductores y Trabajadores del Transporte Terrestre Urbano (Sindmotoristas) y provocó el cierre de 14 terminales de ómnibus, el bloqueo de calles y avenidas con decenas de autos atravesados y congestión en el tránsito. El presidente de Sindmotoristas, José Valdevan, estimó que quedaron fuera de circulación unos 1.200 colectivos, que representan el 8 por ciento de la flota total de la urbe.
A raíz de la medida de fuerza, que afectó a miles de usuarios y desbordó la capacidad de otros medios de transporte urbano, como trenes y el subte, la municipalidad debió suspender la restricción de circulación de autos, que consiste en que vehículos con placas terminadas en números par e impar transiten por la ciudad en forma alternada.
Amenazas. Los pocos choferes que no adherían al paro fueron amenazados por sus colegas, en una ciudad que sufre también huelga de docentes.
Según el alcalde Fernando Haddad, los choferes que están en huelga usan tácticas similares a las de asaltantes o guerrilleros. "Es una guerrilla inadmisible; ¿cómo van a entrar en los autobuses y ordenar a la gente que se baje", dijo. Los choferes en paro no aceptaron la propuesta de reajuste salarial de 10 por ciento ofrecido por los empresarios del sector, y convalidado por las autoridades tras su aceptación en asamblea de trabajadores.
Incertidumbre. La huelga en San Pablo, usualmente una de las ciudades más ordenadas de Brasil, subraya la creciente incertidumbre sobre la capacidad del país de llevar adelante uno de los mayores eventos deportivos del mundo en 12 ciudades. Se supone que muchos hinchas dependerán del transporte público para llegar a los estadios los días en que se disputen partidos. La ciudad, la más grande de Brasil, tiene un servicio de metro limitado y sus estaciones de trenes estuvieron abarrotadas de gente ayer. Debido a que muchos pasajeros recurrieron a automóviles, medios paulistas informaron de embotellamientos del tránsito de varios kilómetros en toda la ciudad.
La semana pasada una huelga similar en Río de Janeiro, donde se celebrarán los Juegos Olímpicos de 2016, dejó a miles varados y unos 300 automóviles destrozados.
En ese marco, en Belem, norte de Brasil, manifestantes invadieron la sede donde se exponía la Copa del Mundo y lanzaron piedras contra el edificio que alberga la exposición.