Jair Bolsonaro cumplirá el miércoles sus primeros 100 días en la Presidencia de Brasil con un récord negativo: según un sondeo nacional, un 30 por ciento considera su gestión como "mala o muy mala", lo que constituye el peor resultado para un mandatario brasileño en su período inicial de gobierno desde el retorno de la democracia en Brasil. Apenas un 32 por ciento cree que su administración es "muy buena o buena", pero un 59 por ciento considera que mejorará en el futuro y podrá mostrar una gestión "óptima o buena". El sondeo pertenece a Datafolha, consultora del diario Folha de Sao Paulo. La imagen de Bolsonaro registrada por esta firma es similar a las competidoras Ibope y XP, de 35 por ciento en ambos casos.
Bolsonaro atraviesa una crisis interna de su heterogéneo equipo de gobierno, y ayer anticipó que hoy decidirá si destituye al ministro de Educación, cartera que está en el foco del álgido debate ideológico dentro del gobierno. Datafolha indica que un 32 por ciento considera la gestión de Bolsonaro como muy buena o buena, un 33 por ciento la ve como regular, un 30 por ciento cree que es muy mala o mala, y un 4 por ciento no sabe o no responde. Comparado con el inicio de los primeros mandatos de los anteriores presidentes desde 1990, se trata del escenario más negativo hasta ahora. Luego de tres meses en el poder, Fernando Collor de Mello (1990-1992) tenía 36 por ciento de aprobación, 43 por ciento lo consideraba regular, y 19 por ciento de desaprobación; en 1992 Collor de Mello renunció, ante la certeza de ser destituido por el Congreso. Fernando Henrique Cardoso (1995-2003, dos mandatos) poseía al inicio de su presidencia un 39 por ciento de apoyo, un 40 por ciento lo veía regular, y un 16 por ciento como muy malo o malo. Lula da Silva (2003-2010) en sus primeros 100 días gozó de un 43 por ciento de respaldo, una calificación regular de 40 por ciento y un 10 por ciento de rechazo. Su sucesora y pupila del Partido de los Trabajadores (PT), Dilma Rousseff (2011-2016), llegó a tener un 47 por ciento de aprobación inicial, la más alta entre todos los presidentes; mientras 34 por ciento que la consideraba regular y apenas un 7 por ciento la desaprobaba. En su segundo mandato el deterioro de la economía junto con su escaso carisma desintegraron su apoyo, lo que habilitó su juicio político y destitución, en 2016. Su vicepresidente, Michel Temer, condujo el país hasta los comicios de 2018, que ganó Bolsonaro en la segunda vuelta por 55 por ciento ante el candidato del PT, Fernando Haddad, con 45 por ciento.
Según Datafolha, al cumplir 100 días en el poder —período de la "luna de miel" de todo gobernante primerizo—, las expectativas de que Bolsonaro logre mejorar a Brasil son "las más bajas desde 1995": un 59 por ciento espera que su administración sea muy buena o buena, mientras que para Cardoso eran de 48 por ciento, para Lula de 76 por ciento y para Rousseff de 77 por ciento. De hecho, muchos ayer destacaban que llegar a 59 por ciento de expectativas positivas no está mal, habida cuenta de la mala situación económica heredada y del proceso de polarización entre los seguidores de Lula y Bolsonaro que llevó a las elecciones más confrontativas en la historia reciente del país. "Para conseguir mayor apoyo y consolidar sus propuestas de gobierno, Bolsonaro debe adecuarse al cargo y mostrar servicio: la mitad de los brasileños cree que trabaja poco y es anticuado", destacaron Mauro Paulino, director general de Datafolha, y Alessandro Janoni, director de encuestas de la firma.
La heterogénea composición del gabinete ha hecho que Bolsonaro sufra un fuerte desgaste que era evitable. La disputa entre sus ministros militares (ocho, más el vicepresidente) y los miembros del ala más ideológica de su gobierno, que incluye a sus hijos y es liderada por discípulos del filósofo Olavo de Carvalho, ha deteriorado tempranamente al presidente. Bolsonaro se ha encargado de cargar las tintas, como cuando decidió conmemorar los 55 años del golpe de estado de 1964. Curiosamente, son los civiles de ultraderecha los más confrontativos, mientras los generales son el ala pragmática. En el medio queda el equipo económico del ministro Paulo Guedes, un liberal que lleva adelante la parte más difícil de la agenda: la reforma del enorme Estado brasileño.
El gobierno no ha conseguido suficiente apoyo en el Congreso para que se apruebe la reforma previsional, decisiva para reactivar la economía. Sin embargo, ayer el diario O Estado de Sao Paulo da cuenta de que mejoró el apoyo legislativo. Hoy 198 diputados votarían a favor en el pleno: 69 darían el sí con el mismo contenido que se envió al Congreso y 129 piden diversos ajustes. Diputados debe lograr 308 votos sobre 513 y el Senado 49 votos de 81, y en dos rondas, dado que se trata de una reforma de nivel constitucional.
venia. El presidente brasileño transmite una mala imagen y los ciudadanos se lo hicieron saber.