Militares venezolanos detuvieron ayer a 243 estudiantes que protestaban contra el gobierno acampando en plazas y calles de Caracas, un movimiento que empezaba a reavivar la peor ola de manifestaciones en el país en más de una década. La redada ocurrió poco después de que el gobierno y la oposición postergaran una nueva reunión del complicado diálogo de paz.
Desde las tres de la madrugada (hora local), cientos de efectivos de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) fuertemente armados tomaron cuatro campamentos, en zonas acomodadas del este de la capital, donde los opositores se mantenían en "resistencia pacífica" desde hace unas semanas. Allí, durmiendo en carpas adornadas con las banderas de Venezuela y mensajes e imágenes antigubernamentales, los estudiantes se habían replegado tras las violentas protestas que dejaron 41 muertos y cientos de heridos y detenidos desde febrero.
El gobierno del presidente Nicolás Maduro justificó el despliegue de más de mil agentes antimotines para desalojar en plena noche los campamentos de protesta en Caracas, donde dicen se albergaban grupos que preparaban atentados. "Se tenían evidencias que desde estos sitios estaban saliendo los grupos más violentos a cometer actos terroristas: a incendiar cabinas del metro y patrullas", dijo el ministro del Interior y Justicia, Miguel Rodríguez, justificando la intervención.
Las protestas contra el gobierno fueron decayendo en las últimas semanas, con pequeños focos de enfrentamientos entre jóvenes encapuchados y policías. Sin embargo, ayer los arrestos de estudiantes desataron airadas protestas de la oposición y vecinos reavivaron los bloqueos de calles y manifestaciones. El ministro Rodríguez presentó los elementos incautados, entre ellos, medicinas, armas de fuego, dólares, bombas caseras, alambres y resorteras. Detalló que durante los allanamientos se encontraron además drogas y explosivos. Los estudiantes negaron la versión oficial.
Miles de venezolanos han salido a las calles a protestar contra Maduro, a quien culpan por la inflación, del 60 por ciento, la escasez de productos básicos y la delincuencia que ha convertido al país, según la ONU, en el segundo más violento del mundo. Maduro, heredero del fallecido Hugo Chávez, asegura que las demostraciones buscan derrocarlo.
El miércoles, sorpresivamente, el gobierno había anunciado la postergación para la semana siguiente de una nueva reunión del escabroso diálogo de pacificación —al cual solamente aceptó asistir el sector moderado de la alianza opositora MUD (Mesa de Unidad Democrática)— y que permanece sin pistas de avances concretos luego de un mes de conversaciones.
Las protestas, calificadas por el gobierno como un "golpe de Estado en desarrollo", fueron motorizadas por la violencia criminal fuera de control, la inflación de casi 60 por ciento anual y la escasez pertinaz de alimentos, medicinas y otros bienes. En el país que recauda 100.000 millones de dólares anuales por sus ventas de crudo, la población debe hacer horas de filas para tratar de obtener —cuando tiene suerte— un paquete de azúcar, leche, aceite, papel higiénico o medicamentos.
Audiencia suspendida
Entretanto también ayer fue suspendida la audiencia judicial que debía decidir el eventual enjuiciamiento del opositor radical Leopoldo López, detenido desde febrero en una cárcel militar. Johan Merchan, jefe de prensa del partido Voluntad Popular, al que pertenece López indicó en un mensaje de texto que la audiencia fue diferida pero no indicó para cuándo ni las razones del aplazamiento. López es el principal promotor de la estrategia de forzar con protestas callejeras la renuncia de Maduro.
EEUU descartó sanciones
EEUU consideró ayer que por ahora imponer sanciones a Caracas sería “contraproducente” en los intentos de resolver la crisis y fomentar el respeto a los derechos humanos. La secretaria de Estado adjunta de Asuntos del Hemisferio Occidental, Roberta Jacobson, dijo ante el comité de Relaciones Exteriores del Senado que las penalizaciones podrían torpedear el diálogo; fomentarían el victimismo del gobierno que impulsaría su habitual dialéctica contra Washington.