El genocidio silenciado
Horror no reconocido. Pasado mañana se recuerda el 104º aniversario de uno de los sucesos más luctuosos del siglo pasado, la masacre de armenios a manos de los turcos.

Lunes 22 de Abril de 2019

"Periodista: ¿No es hora de que Turquía reconozca el genocidio?

Erdogan: Nadie puede decir que Turquía haya hecho un genocidio contra los armenios".

Conferencia de prensa en la Cumbre del G20, 2018

Al pueblo armenio le siguen negando una palabra, le siguen negando un nombre. La diáspora de descendientes de armenios de todo el mundo sigue luchando, después de 104 años, para que se nombre, para que se reconozca lo que el gobierno turco hizo durante 1915 y 1923. Aquella tribu de nombres largos y difíciles de pronunciar —esos que terminan en ian— que no eligió migrar de su tierra, sino que debió huir para sobrevivir sólo por su condición, sigue esperando aquella pronunciación que puede ser reparadora para las generaciones actuales. Que se nombre: genocidio.

El 24 de abril de 1915 comenzó la deportación y el exterminio de la población armenia por el gobierno de los "Jóvenes Turcos", que veía en este pueblo una "amenaza" para el imperio musulmán. Comenzaron arrestando y matando a intelectuales y líderes armenios, luego siguieron las masacres, las torturas y violaciones en masa. Se calcula que hubo alrededor de 25 campos de concentración en donde los dejaron morir enfermos y de hambre. Más de un millón y medio de armenios y armenias fueron asesinados, entre ellos niños. Muchos de quienes sobrevivieron, lo hicieron migrando hacia otras tierras.

Argentina tiene una de las diásporas más grandes del mundo. Varios descendientes son referentes en nuestro país en distintas áreas, como David Nalbandian, Martín Karadagian, Eduardo Eurnekian, el doctor Stamboulian, y en el mundo, como fue Charles Aznavour (Aznavourian), Garry Kasparov (Kasparian), la cantante Cher (Cherilyn Sarkisian), etcétera. Muchos cortaron sus apellidos por miedo a la persecución por ser "hijos de" armenios (que es lo que significa ian: hijos de).

En Rosario viven hoy más de 400 descendientes de armenios, son aquellos a los que, paradójicamente, muchos los llaman "turco" o "turca" y ellos se enojan y explican rápidamente por qué ese sobrenombre les es tan doloroso. "Una vez, el cartero le trajo un sobre a mi abuela y al ver el apellido se le ocurrió decirle turca. Mi abuela lo corrió a escobazos desde la puerta de su casa hasta la esquina. Nunca más volvió aquel cartero", recuerda María Rosa Dumanian, integrante de la Colectividad Armenia de Rosario.

"Para nosotros sería reparador que el gobierno turco reconociera que fue un genocidio, porque se completaría un capítulo faltante en la historia. Porque la lucha, los repudios cobrarían otra entidad. Miraríamos al gobierno turco ya no como negador, sino como un gobierno que supo hacerse cargo del exterminio de todo un pueblo", explica Antonela Sahakian, secretaria de la Colectividad de Rosario, y agrega: "Los armenios del mundo por fin sentirían paz por sus familiares y por todas las víctimas del genocidio".

Las mujeres, victimizadas

Las mujeres armenias que sobrevivieron y enfrentaron el horror del genocidio, lo han transformado en un silencio traumático.

Muchas fueron violadas y torturadas por los turcos y tatuadas en rostros y manos para identificarlas como partes de su propiedad. Tatuaban las únicas partes de sus cuerpos que podían llevar desvestidas, les desnudaron las manos y la cara. Esos tatuajes significaban también secuestro, violación, maltrato y hasta prostitución.No sólo querían bastardear su identidad como armenias sino también su singularidad como mujeres, como personas. Violentadas por un régimen machista que deseaba destruirlas, marcarlas, fijarlas.

Ellas, las valientes mujeres armenias que sobrevivieron a la degeneración turca, eligiendo en muchos casos la vida, teniendo hijos de sus violadores, construyendo familia y tradición, sin hablar de sus huellas, sin contar sobre sus marcas. Ellas, las valientes y fuertes ujeres armenias que debieron arreglárselas solas con su cuerpo, con las manos ultrajadas, ya sin líneas de vida, tatuadas con líneas de negra muerte. Con rostros de pecas marchitas por un frío que ya nunca se les iría del cuerpo.

Que se nombre

El pueblo de las jugosas granadas, de aquel legendario Ararat —que ahora poseen sólo en su escudo, porque hoy pertenece a tierras turcas—, del brandy y del ajedrez; aquellos descendientes del Arca de Noé, de narices que imitan al monte de donde vienen y que llevan orgullosos, aquellas mujeres de rulos oscuros, fuertes y de miradas profundas; todos los y las descendientes de armenios que hoy habitan en distintas partes del mundo necesitan que se reconozca que se han marchado de aquella tierra milenaria por una matanza. Que no eligieron irse porque sí, que se han ido con lo que llevaban puesto, a parar a donde pudieran. "Es necesario que el mundo entero y principalmente los gobernantes de turno sepan que nos expulsaron y condenaron a una muerte segura para borrarnos definitivamente de nuestros territorios y adueñarse de nuestras tierras y propiedades", dice Julio Avedisian, segunda generación de armenios en Rosario. "Como han hecho otros países, es necesario que se hagan cargo de los daños personales y materiales que han provocado, familias destruidas, niños y niñas huérfanos, madres inmoladas, etcétera, etcétera, etcétera… Necesitamos escucharlo".

Pero no han podido borrar a todos los armenios y armenias. Como dice el protagonista de la taquillera película sobre este tema, "La promesa", "nuestra venganza será sobrevivir". Y así siguen, esperando que se nombre, que pronuncien lo que han hecho, que la palabra repare y los reconozca: fue un genocidio.

Este miércoles 24 de abril, los descendientes de armenios de Rosario se reunirán en el Memorial No Me olvides (Dorrego y el Río) para conmemorar el 104º aniversario del Genocidio Armenio y seguir pidiendo justicia. Participará del acto la escritora Ana Arzoumanian, quien leerá un fragmento de su libro "Infieles".