El 10 de junio de 1978, Italia le ganaba a Argentina 1 a 0 durante el Mundial disputado en nuestro país, la dejaba en el segundo puesto de la zona y la mandaba a jugar en Rosario
El 10 de junio de 1978, Italia le ganaba a Argentina 1 a 0 durante el Mundial disputado en nuestro país, la dejaba en el segundo puesto de la zona y la mandaba a jugar en Rosario
El 10 de junio de 1978 Italia le ganaba a Argentina 1 a 0 y la condenaba al segundo puesto de la zona en el Mundial disputado en nuestro país. Esta posición obligó al equipo de César Luis Menotti a trasladarse a Rosario, que recibió a la selección con los brazos abiertos y todo el calor del Gigante de Arroyito.
En la fría noche del Monumental, la selección azzurra venció a la albiceleste con un gol de Roberto Bettega en el segundo tiempo. Y la derrota, la primera en el torneo ya que Argentina había vencido en sus dos primeras presentaciones a Hungría y Francia, caló hondo en el plantel argentino comandado por el Flaco Menotti.
El segundo puesto en el grupo determinaba el cambio de sede, y allí estaba Rosario, con el estadio Gigante a la vera del río Paraná listo para recibir al Matador Kempes (ídolo canalla) y compañía.
El 14 de junio comenzó a escribirse la segunda parte del primer título mundial logrado por Argentina. La albiceleste venció a Polonia, luego empató con Brasil y en la última jornada de la segunda fase goleó 6 a 0 a Perú, lo que permitió llegar a la final frente a Holanda.
Según los jugadores argentinos, la cercanía del público en el estadio de Rosario Central fue fundamental para conseguir la hazaña en el último partido, cuando se jugó conociendo el resultado de la verdeamarelha y a sabiendas de que había que ganar por más de cuatro goles de diferencia.
También están las voces que hablan de arreglo con el equipo incaico, ya que el Mundial de Argentina 78 está sospechado desde su misma concepción como una herramienta que utilizó la dictadura militar de Videla para perpetuarse en el poder.
Tras su paso por Rosario llegó la final con la Naranja Mecánica, sin Cruyff, quien se negó a viajar por la ferocidad de la represión desplegada por la junta militar. Pero esa sería otra historia y el último capítulo de la primera copa.