Termina la escuela secundaria... "¿Y qué vas a seguir?" ¿De qué hablamos cuando decimos vocación? ¿En quiénes pensamos?
Termina la escuela secundaria... "¿Y qué vas a seguir?" ¿De qué hablamos cuando decimos vocación? ¿En quiénes pensamos?
En estas reflexiones resulta interesante compartir algo de la experiencia de quienes nos desempañamos en el ámbito de la orientación vocacional. Por una parte a la población a la que se dirige la orientación: existe aún una tendencia bastante generalizada a considerar que es un campo que solo incumbe a los adolescentes que finalizan la escuela secundaria, y lógicamente que esto es así, pero no es excluyente.
Podríamos situar entonces a los estudiantes, adolescentes que finalizan la escuela secundaria y se encuentran en un momento de su vida en el que indefectiblemente deben dar un cierre a una etapa, que se caracteriza por la cotidianeidad de las actividades, las reglas y costumbres conocidas; por un estilo institucional del cual han sido parte y artífices desde su rol de estudiantes y por lo tanto les resulta familiar.
Se presenta un movimiento de transición hacia una etapa diferente, nueva que en sí misma constituye un desafío. Transición que puede darse hacia la vida universitaria, hacia el mundo laboral o hacia ambos espacios. Pero también pueden quedar en la incertidumbre y en el desconcierto, a riesgo de la exclusión social.
Algunos mitos
Romper o al menos interpelar algunos mitos de este proceso es de fundamental importancia para favorecer una decisión saludable. Entre estos mitos los más extendidos son la idea de que necesariamente los jóvenes deben seleccionar una carrera y más aún "para toda la vida".
En general, no suele dimensionarse que la construcción de la identidad vocacional implica una movilización subjetiva que pone en juego la identidad personal de aquel que debe pensarse desde su pasado en el presente y hacia su futuro. Este proceso supone discriminar identificaciones, la elaboración de duelos sobre distintos aspectos y decimos duelos porque estos procesos conllevan pérdidas. Ya sea por quiénes fueron en la infancia o sobre aquellos objetos que se abandonan y que en la fantasía arrastran aspectos del yo. A su vez el sujeto puede asumir internamente una imagen ideal de sí mismo sostenida a lo largo de los años y compartida con su entorno inmediato y que, a la hora de elegir y decidir una actividad, tal vez no cumpla con ese ideal conformado y sostenido. Eso agrega también un proceso de duelo por quien ya no se es o por quien se esperaba que fuera.
La mayoría de los adolescentes atraviesan el pasaje y la transición no sin dificultades, a veces con angustia y también con mucha ansiedad. Conducir el proceso hacia la construcción de un proyecto personal implica desnaturalizar la lógica que muestra que la salida obligatoria es la elección exitosa de una carrera o estudio superior. Es saludable ampliar los límites de esta perspectiva y generar un espacio donde la elección esté vinculada con la búsqueda y consolidación de la identidad subjetiva, ya sea mediante una carrera, una actividad o un trabajo. Cabe recordar que las elecciones pueden formar parte de un proceso en el cual las identificaciones con las figuras significativas del entorno familiar, educacional, social están presentes y en acto.
Acompañamiento
Si bien el proceso de decisión vocacional puede culminar sin mayores dificultades, hay casos en que es necesario contar con el acompañamiento de un profesional para poder confirmar dichas elecciones, esclarecer la función de las identificaciones, como las imágenes vocacionales ? ocupacionales en su aspectos reales, fantaseados, a veces desfigurados o idealizados como así también aspectos conflictivos que obturan la selección y elección para una decisión satisfactoria.
Siguiendo con la población objeto de la orientación vocacional, por otra parte nos encontramos con adultos que han retomado y se encuentran finalizando los estudios secundarios. Son aquellos que se animaron a potenciar sus intereses y preferencias, con un esfuerzo especialmente meritorio, ya que suelen estar trabajando y sosteniendo a sus familias (en todo los sentidos del término). Aquí la orientación acompaña en la organización, planificación y toma de decisiones pero en un contexto diferente, con características peculiares de la etapa vital de las personas que emprenden una nueva transición.
Estamos frente a jóvenes y adultos singulares, que traen historias y motivaciones conocidas y desconocidas por ellos mismos, conscientes e inconscientes. En todo caso acompañaríamos a diseñar un proyecto que puede significar el ingreso a una carrera o el desarrollo de cualquier actividad que le permita a esa persona el desarrollo personal y la conformación de la identidad vocacional, expresada en roles ocupacionales.
En este sentido, nos encontramos frente al otro aspecto que la experiencia nos muestra: la orientación vocacional y la vocación vinculada al desarrollo y la inclusión social. Un desarrollo que no puede desconocer las motivaciones, inquietudes y características singulares, pero tampoco el contexto sociocultural, las políticas públicas, las políticas de salud y las políticas sociales.
La tarea de orientar
Centrar la orientación vocacional solamente en las acciones que lleva adelante un profesional para que un adolescente finalice con la decisión por una carrera es limitar las posibilidades de nuestro campo, es desconocer la realidad social y al protagonista de la misma: el sujeto deseante y en algunos casos el devenir de un sujeto deseante.
La orientación implica un diagnóstico diferencial, comprender quién es aquel que está en esa situación ante nosotros y así poder iniciar un proceso de acompañamiento hacia el autoconocimiento o hacia la elección de una carrera, actividad, ocupación. Orientar en el diseño de un plan de vida y desarrollo personal, en la preparación, inicio permanencia y progreso en este plan. Para esto el orientador es fundamental: no solo acompaña en el conocimiento de los intereses y motivaciones sino también orienta a que la persona pueda discriminarlos y descubrirlos. En las consultas sobre orientación vocacional nos encontramos con personas que no siempre conocen sus fortalezas y potencialidades. La lógica del test predomina como una evidencia casi mágica que dará una respuesta que solo puede dar el sujeto en situación.
La vocación y la orientación se constituyen así en un "acontecimiento", entendiéndose el acontecimiento como esa dimensión en la que algo puede emerger, algo del sujeto o de su devenir del cual el orientador es testigo.
La vocación no podría entonces separase de algunas nociones estructurales como son la historia del sujeto con sus identificaciones y desidentificaciones, su presente actual y la representación de futuro.
Es una construcción dinámica como la vida misma e implica animarse a pensar en quién soy, quién quiero ser, esto íntimamente ligado a qué quiero hacer, por qué y para qué.