Kevin y Angelis tienen 12 años, se dan la palabra uno a otra para explicar cómo se mide el consumo de la energía eléctrica y cuál es la mejor manera de ahorrarla. Muy cerca dos nenas se imaginan trabajando de ingenieras, mientras detallan cómo se genera la electricidad valiéndose de una gran maqueta. Las escenas se multiplican en el Palacio de Pioneros "Ernesto Che Guevara" de La Habana. Un centro de formación profesional y en oficios para chicos y chicas desde los 9 a los 15 años.
El Palacio Ernesto Guevara o "la casa grande los pioneros cubanos", como también se lo conoce, está ubicado en el Parque Lenin, en las afueras de la capital de Cuba. Ocupa 32 hectáreas y está pensado como un espacio para descubrir las vocaciones, acercarse al trabajo y pensar a la sociedad en pequeña escala. La visita a este sitio (y otros educativos) estaba contemplada en el programa de actividades del Congreso de Pedagogía que se realizó en La Habana, entre el 30 de enero y el 3 de febrero pasado, un encuentro del que participaron más de tres mil docentes.
"El centro cumple una función técnica, cultural, deportiva y patriótica", define la directora del Palacio de La Habana, Nuris Perdomo, al dar la bienvenida. Invita a recorrerlo, a conversar con los estudiantes y preguntar por la dinámica de un espacio que despierta la admiración desde el propio ingreso. El "Ernesto Che Guevara" es el más grande de un total de 115 palacios ubicados en toda la isla.
Y para saber cómo funciona nada mejor que conversar con sus protagonistas. Yudisay, Emily, Ruth y Marian no tardan en presentarse. Se acercan decididas para poder contar que trabajan en la fabricación de leche en polvo con sabor a naranja. La conversación con las nenas de diez años alterna entre procesos químicos, producción láctea hasta hábitos de alimentación. Todo lo que cuentan está argumentado en la teoría, pero más en la práctica. Al final llega la invitación esperada: "¿Quiere probar?" Se ríen, disfrutan de lo que terminan de fabricar y festejan que la invitada les pida más.
Para que todo sea una réplica de la vida real, usan la ropa adecuada para el trabajo y siempre son guiadas por "instructores", tal como se llaman a los especialistas que acompañan estos aprendizajes. Se trata de trabajadores profesionales o de oficios, que los guían en el interés elegido. El Palacio de Pioneros depende del Ministerio de Educación pero trabaja en forma coordinada con todas las áreas de gobierno, un total de 19 ministerios están involucrados, proveen los instructores y apoyo en lo que aprenden.
Amar al trabajo
"Aquí enseñamos a amar al trabajo y a los trabajadores. Les enseñamos que todas las profesiones son valiosas por igual: maestros, constructores, agricultores o transportistas. Y facilitamos que un chico descubra a cuál se orienta más", resume la directora Nuris sobre la tarea que se dan todos los días. Los grupos de alumnos se renuevan cada ocho semanas, pueden pasar de un espacio a otro las veces que quieran. Un micro los recoge en la escuela y los vuelve a llevar. Como toda la educación cubana, la formación que reciben es pública y gratuita.
Un mañana, una tarde, un día no alcanzan para conocer cada rincón del Palacio. Además cada grupo está ansioso por contar qué aprendió, qué le gusta y cómo se imaginan en el futuro. La directora asegura que no necesariamente todos salen con una vocación definida de estos espacios, pero sí todos tienen la oportunidad de conocer de qué se trata cada trabajo y sobre todo a valorarlo en su dimensión colectiva. "Es un medio participativo, _amplía Nuris_ donde todos pasan por un circuito donde se relacionan todas las áreas de la economía, pueden ver cómo cada trabajo se vincula con otros. Y sobre todo es un centro de formación del proletariado. Aprenden a amar al trabajo y a los trabajadores".
Geólogos o periodistas
La charla sigue con otros chicos y chicas, todos de 12 años, que aprenden sobre la industria minera. También se turnan para contar sobre las aplicaciones que tienen los minerales en la construcción, la salud o cómo se los encuentra en la vida cotidiana. A la vez que consideran que "no estaría nada mal ser geólogos o ingenieros especialistas en minerales". Las que sorprenden son una chicas, también de doce años, que prueban con el oficio de periodistas. Una de ellas se presenta como "directora" del programa de televisión del Palacio y propone una entrevista en vivo. Y eso ocurre. Disponen de una sala de grabación instalada con toda la tecnología necesaria para filmar, grabar y editar imágenes y sonidos. Toda esa tarea también la hacen los propios chicos, en este caso guiados por instructores de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de Cuba.
Los palacios de pioneros fueron fundados por Fidel el 15 de julio de 1979. Desde el inicio se proyectan para trabajar con niños y niñas, y jóvenes, desde el 4º grado (9 años) hasta el 9º grado (15 años). Unos 30 mil estudiantes de diferentes municipios pasan al año solamente por el que está en La Habana. "Están para formar la fuerza obrera calificada para el futuro, por eso intervienen todas las áreas. Los chicos participan y se convierten en obreros. Tienen la responsabilidad de preservar, construir y seguir la revolución", expresa la directora.
Fiesta del saber
El 90 por ciento de la tarea que realizan es práctica. Cuando terminan el 9º grado (el tercer año de la secundaria argentina) todos tienen continuidad en los estudios preprofesionales o en la universidad. En estos palacios los chicos pasan por distintos oficios, desde saber cómo funciona una central azucarera hasta cómo se produce un programa de televisión. Reciben una formación integral y el único requisito para asistir es la motivación. No hay evaluaciones con puntajes ni muestras de competencias. Cada ciclo de aprendizaje cierra con una "Fiesta del saber", donde comparten lo aprendido.
Cuando falta poco para que el recorrido termine, aparecen en escena pequeñas bailarinas, después las mayores. También el arte figura en las opciones profesionales. Bailan, regalan música. Otro grupo que practica para ser reposteros acerca unas masas dulces recién preparadas. El patio es una fiesta, hay abrazos y fotos para el recuerdo. Y sobrevuela un deseo infinito de que esta experiencia sea un derecho para todas las infancias.