La elección de una carrera de nivel superior suele ser una preocupación importante para jóvenes y familias en estas épocas del año en la cual hay que empezar a tomar decisiones que, probablemente, definan futuros laborales y proyectos personales de vida. Más allá que no tiene por qué considerarse un fracaso el hecho de probar algunas alternativas que luego pueden no prosperar, es deseable que las carreras que se inicien tengan un alto grado de valoración para quienes las eligen. No es un problema menor esta elección, porque no sólo se está decidiendo sobre un futuro al que se le dedicará mucho tiempo y esfuerzo, sino que, además, se ponen en la balanza cuestiones a veces compatibles, otras irreconciliables, como son los deseos personales y las necesidades económicas de contar luego con un trabajo que permita una subsistencia digna.
La docencia ha sido históricamente una opción muy valorada por sectores sociales que depositaban en ella la expectativa de movilidad social y cultural. Paradójicamente —si no analizamos en profundidad las causas y efectos de los procesos de la tercerización de la formación docente para la educación primaria— cuando dichos profesorados pasan al nivel superior, cambio acompañado por políticas sistemáticas de desprestigio económico y social de la docencia y por propuestas pedagógicas que colocaban al docente en el rol de operario, la docencia dejó de ser atractiva para muchos jóvenes, transformándose en opciones que se tomaban en segundo o tercer lugar, porque eran cortas, tenían salida laboral más o menos asegurada, buena obra social y permitía —sobre todo al colectivo de mujeres— asumirla simultáneamente con el cuidado del hogar.
Ya se cumplió una década desde que la normativa estableció el mínimo de cuatro años para toda carrera de formación docente. Además, ha sido una de las carreras reguladas por el Estado, junto a las del área de salud y a las ingenierías, por ser considerada de alto interés público. No obstante, el imaginario social continúa desalentando a jóvenes que eligen la docencia como una opción importante. Opiniones tales como "qué lástima que con tu capacidad elegiste tan sólo ser docente" son narradas permanentemente por estudiantes de profesorados. En general, quienes así se expresan suelen ser los mismos que luego reclaman mejor nivel a los docentes en ejercicio.
Por lo antedicho y por el profundo convencimiento acerca de que la educación sistemática es un instrumento fundamental de desarrollo personal y social es que aprovecho este espacio para intentar convencer a los jóvenes que están informándose acerca de posibles carreras de nivel superior, de que la docencia es una interesante opción.
Subrayo, en primer lugar, que el ejercicio de la docencia sigue constituyéndose en el espacio privilegiado para la construcción de ciudadanía, para la distribución de conocimiento socialmente reconocido y, por lo tanto, para la democratización de la sociedad. Si bien la injusticia social no tiene su origen en el sistema educativo, la escuela continúa siendo el mejor instrumento, una de las más valiosas herramientas del Estado para compensar, en parte, esas injusticias. Por lo tanto, el primer y más destacable motivo para incentivar a que muchos jóvenes se decidan por la docencia es el valor social de la profesión que el título les permitirá desempeñar.
En segundo lugar y en relación a lo anterior, la docencia necesita de jóvenes comprometidos con el estudio, con su propia formación, pero también con los cambios individuales y sociales requeridos para la construcción de una sociedad más justa y democrática. Es una hermosa forma de militancia en pos de un mundo mejor.
Además, al gusto por un nivel o disciplina específica, se suma la pasión que siempre despierta el hecho que un niño, un joven, un estudiante comprenda, se apropie de aquello que el docente considera sumamente valioso y digno de ser aprendido. Al placer que siempre produce comprender procesos y contenidos específicos se suma la satisfacción que despierta el poder provocar en los otros el gusto por lo que nosotros amamos. Eso le agrega a la profesión un plus de satisfacción difícil de explicar pero imposible de no experimentar cuando se está frente a un grupo.
La docencia no es la profesión, a la que tantos medios se han referido para desprestigiarla, en la que se trabaja sólo cuatro horas diarias y se tienen tres meses de vacaciones. Lejos de ello, se trata de una profesión tan comprometedora que cuando se asume con la pasión que se merece, no se puede dejar de proyectarla en cada acto cotidiano. Requiere esfuerzos, pero la satisfacción de saber que se puede ser un referente importante en la vida de niños y jóvenes es tan poderosamente gratificante que compensa dicho esfuerzo. La docencia cambia vidas, del que aprende y del que enseña. Cambia rumbos, ayuda a pensar en otros horizontes y ofrece las herramientas para su construcción.
Tampoco la docencia es aquella profesión de la que se esperaba que deje de lado las necesidades básicas personales para desempeñarla como un llamado misterioso. Hace tiempo que los docentes aprendimos que somos trabajadores, que compartimos necesidades y características comunes a otros trabajadores y, como ellos, tenemos características específicas que nos distinguen. Somos trabajadores con un objeto propio de trabajo: la educación, el traspaso cultural, la contribución a la construcción de ciudadanía. Tras años de luchas, la docencia también ha sabido construir un funcionamiento gremial democrático, participativo y combativo que le ha permitido avanzar paulatinamente en conquistas para su propio bienestar y para la mejora de la educación en general.
En la ciudad de Rosario y zonas aledañas existe una importante oferta de carreras de formación docente para distintos niveles, modalidades y disciplinas, tanto en Facultades de la Universidad Nacional de Rosario como en institutos de nivel superior. Cada institución ofrece condiciones y fortalezas que la coloca como buena opción para continuar estudios superiores. Además, se trata de instituciones que, lejos de competir, ofrecen trayectos que pueden complementarse. Además de participar de las tradicionales ferias en las que se muestran las distintas opciones, todas las instituciones tienen sus puertas abiertas para los interesados en recibir información y es también posible informarse a través de las páginas institucionales.
La docencia no es sólo una buena opción personal, sino que, por tratarse de un potente dispositivo de cambio social, merece que la asuman muchos jóvenes con inquietudes y compromiso.