Mauricio Oliva tiene 25 años y los últimos cinco los pasó en la cárcel. Allí culminó sus estudios secundarios y este año comenzó a cursar la carrera de trabajo social de la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Cuando recupere la libertad quiere trabajar cerca de los adolescentes, para tratar de evitar que sigan un camino como el que él transitó de pibe en barrio Tablada. Paulo Andino es once años mayor y en 50 días saldrá en libertad. Dirá que faltan 50 días para ponerle fin a un yugo. Dirá que cuando empezó a cursar diseño equipacional en el Instituto Superior de Educación Técnica Nº 18 lo hizo para sumar conocimientos en un área que le gusta y gambetear así a un sistema que "te desgasta y te va sacando la esperanza". Mauricio y Paulo son dos de los jóvenes que desde este año comenzaron a cursar sus estudios superiores, en el marco del Programa de Educación en Cárceles radicado en la Secretaría de Extensión y Vinculación de la Facultad de Ciencia Política de la UNR. Tras formalizar el convenio entre la Facultad y los ministerios de Seguridad y Justicia y Derechos Humanos de la provincia, esta semana se firmaron actas acuerdo con otras facultades e institutos. En el acto destacaron que el 85 por ciento de los detenidos que estudia una carrera en la cárcel no reincide en el delito cuando recupera su libertad.
El miércoles el aula del tercer piso de la Facultad ubicada en La Siberia estaba a tope de integrantes de la comunidad académica y talleristas que trabajan en unidades penitenciarias del sur provincial. Pero también estaban presentes Mauricio Oliva y Paulo Andino en representación de quienes estudian mientras están privados de su libertad. "Hace falta que la universidad ingrese a los lugares de encierro, porque es la única forma que de verdad reinserta", dijo Mauricio.
"Un estudio de la UBA y la Procuración Penitenciaria sostiene que el 85 por ciento de los presos que estudia una carrera no reincide en el delito"
En nueve meses el joven comenzará a gozar de su primera salida transitoria. En la Unidad Nº 11 de Piñero comenzó este año a cursar trabajo social, donde estudia con los apuntes y libros, encerrado en su celda o a veces en un aula que le brinda la institución. A fin de año deberá rendir libre las materias en la Facultad.
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Mauricio estudia trabajo social de la UNR.
Foto: Sebastián Suárez Meccia / La Capital
Mientras charla con La Capital, Mauricio sonríe y mira de reojo a su familia. Su madre, su tía, sus hermanos y hasta su abuela se acercaron a La Siberia a saludarlo y a darle su apoyo. Está feliz con esta posibilidad de cursar una carrera que eligió para ayudar a otros: "A mí me pasó que siendo adolescente llevé una vida... desordenada. Robé, delinquí. Y me di cuenta encerrado que eso estaba mal. Entonces elegí estudiar trabajo social para ayudar a un adolescente que esté perdido como estuve yo, para evitar que se de cuenta recién después de tres o cuatro años encerrado que estaba mal lo que hacía". De lo que vió hasta ahora en la carrera elige nombrar los textos del sociólogo francés Robert Castel como los que más le gustaron y le "abrieron la mente".
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Paulo y Mauricio comenzaron a estudiar en el nivel superior de la enseñanza.
Foto: Sebastián Suárez Meccia / La Capital
Paulo actualmente está en la Unidad 3 de Rosario. Cuando terminó la secundaria en la Eempa de la cárcel proyectó seguir una carrera. Quiso estudiar la licenciatura en Ciencia Política, luego maestro mayor de obra en el Politécnico y más tarde analista de sistemas de computación en el Instituto Justo José de Urquiza. Pero las trabas burocráticas y los impedimentos para salir fuera del penal hacían frustrar sus chances. "Quizás no con una definición, pero siempre tenía el objetivo de estudiar", contó.
Por eso en la presentación agradeció una y otra vez la posibilidad que le brindó el Programa de Educación en Cárceles, porque le llegó en el tiempo justo: "Soy un agradecido porque en un momento parecía que ya no tenía más oportunidades, y hoy la tengo, la valoro y la aprovecho". Se decidió por diseño equipacional en el Iset 18 para profundizar sus conocimientos como carpintero, artesano y oficial albañil. En estos meses, y de lunes a viernes, Paulo fue a clases como uno más. Y aunque a veces se quedaba despierto hasta las tres de la madrugada para terminar un trabajo práctico, al entregarlo al docente se sintió feliz, sabiendo que tanto esfuerzo valía la pena. Por eso no duda ni un instante que cuando salga cursará los tres años de la carrera.
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Paulo quiere recibirse de diseño equipacional.
Foto: Sebastián Suárez Meccia / La Capital
"Hay un sistema perverso que te va desgastando y sacando la esperanza y la fuerza cuando no se abren las puertas. Después vemos en el noticiero que aumenta la delincuencia, pero qué hacemos realmente para que no aumente si no apostamos a la educación", describió Paulo, que tiene 36 años y en 50 días sale en libertad asistida, tras quince años detrás de las rejas. Forma parte de la iglesia evangélica dentro del penal y encuentra en la fe la "fuerza sobrenatural" que lo impulsa a seguir estudiando y resistir a prácticas "que en otro tiempo uno llevaba a cabo y hoy sé que eso no era bueno".
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El programa se presentó esta semana en Ciencia Política.
Foto: Sebastián Suárez Meccia / La Capital
Los nombres de cada uno de los internos que decidieron emprender el estudio de una carrera resonaron en la la Facultad, como el de Paulo y el de Mauricio. Pero también el de Omar, Juan, Maximiliano y Luciano. "Ellos y sus deseos, sus ganas, sus proyectos individuales y colectivos son lo que dan contenido a este programa", dijo Mauricio Manchado, quien junto a María Chiponi son los coordinadores del programa de la Secretaría de Extensión de Política.
Luciano García está detenido en la Unidad Nº 11 de Piñero, estudia comunicación social de la UNR y no pudo asistir a la Facultad el miércoles. Pero igual se las ingenió para estar presente y a través de un breve video dijo: "Estudiar estando privado de la libertad es un derecho que tendría que estar garantizado para todos, sin embargo hoy es muy difícil llegar a tener todas las herramientas en este lugar, o salir de los pabellones y poder llegar a las aulas, entonces se multiplican los obstáculos para alcanzar cosas buenas como el estudio". Luciano alertó que pese a ser un derecho, hay internos que no saben leer ni escribir, y que "están mal por no tener acceso a la educación". Y destacó que si se prestara más atención a brindar acceso a la educación en contextos de encierro "la gente saldría mucho mejor de este lugar". En el acto, Mauricio Manchado mencionó que de acuerdo con una investigación de 2015 de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y la Procuración Penitenciaria de la Nación, la tasa de reincidencia de presos que estudian una carrera en prisión "es tres veces más baja que la de aquellos que no estudian" y que "el 85 por ciento de las personas detenidas que transitan estas instancias educativas no vuelve a la cárcel".
"Es muy difícil salir de los pabellones y poder llegar a las aulas, se multiplican los obstáculos para alcanzar cosas buenas como el estudio"
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Mauricio estudia trabajo social.
Foto: Sebastián Suárez Meccia / La Capital
Redefinir la universidad
El Programa de Educación en Cárceles se presentó primero en la Unidad Penitenciaria Nº 3 de Rosario y el miércoles en la Facultad de Ciencia Política de la UNR, donde su decano Franco Bartolacci dijo que la propuesta busca interpelar el rol de la universidad pública. Celebró que se hayan sumado otras unidades académicas como Derecho y Medicina, además del Iset 18, e instó a otras instituciones a integrarse a este proyecto. Afirmó que a un año del centenario de la Reforma Universitaria se puede caminar hacia esa fecha como conmemoración de la gesta de 1918 o aprovechar para repensar y resignificar el rol de la universidad en la actualidad. Y sobre este punto consideró que "si hay un desafío pendiente es el de trabajar para hacer que lleguen a la universidad los que aún no llegan", porque "aún gratuita y con ingreso libre, la universidad sigue siendo un espacio donde no todos pueden transitar". En el mismo sentido, la secretaria de Extensión y Vinculación de Ciencia Política, Paula Contino, dijo que hoy "somos una universidad abierta, democrática, pero todavía no somos una universidad popular". El desafío entonces —continuó— es "construir un aula social, abierta, de territorio y con diversidad de voces".
Si bien existieron experiencias previas, la génesis del programa en sí surgió en 2016 desde la creación del Area de Articulación Educativa en Contextos de Encierro, destinado a hombres y mujeres privados de su libertad en las cárceles del sur provincial. En la presentación, Bartolacci dijo además que aspira a que el programa de Educación en Cárceles pueda avanzar para que en un futuro no muy lejano se pueda instrumentar el diseño de una tecnicatura en ciencias sociales para las cárceles del sur de Santa Fe. Y cerró: "El Programa de Educación en Cárceles es una gran obra de libertad y dignidad que sale de la universidad" para "que aquellos que transitan situaciones difíciles puedan imaginar a futuro otros escenarios posibles". Según se mencionó en el acto, actualmente en la Argentina hay 19 universidades que desarrollan programas educativos en más de 30 cárceles provinciales y federales.
Manchado enmarcó también al programa en un modelo que, "como sostiene Paulo Freire, forme para la liberación y no para la dominación". Y destacó su emergencia desde la universidad pública "en un contexto político nacional en el cual hay un fuerte avance en la restricción de derechos". A su turno, María Chiponi señaló que el programa apunta, entre otros objetivos, a relevar y sistematizar las trayectorias educativas formales y no formales de los detenidos en las cárceles del sur provincial, escuchar sus deseos y necesidades de formación, y avanzar en la creación de un Centro Universitario en contexto de encierro "para personas que, por la extensión las condenas, no estén en condiciones inmediatas de cursar extramuros".
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El programa que apunta a garantizar el acceso de los detenidos a la educación se presentó en Ciencia Política.
Foto: Sebastián Suárez Meccia / La Capital