“La sociedad y en especial las escuelas tienen una herramienta maravillosa, el cuidado. En tiempos extraordinarios, de crisis y pandemia, las miradas deben ser más profundas y traer un nuevo enfoque”, destacan la psicóloga Noelia Enriz y la profesora de filosofía Mercedes Alvarez. Esta mirada atenta que las autoras plantean en el libro Pedagogía del cuidado junto a otros educadores, propone un abordaje colaborativo que integre las diferentes áreas del Estado, la comunidad y la familia.
Paula Boilini, Fernando Palazzolo y Celina Schlusselblum completan el equipo de trabajo del Centro de Investigación y Transferencia Acompañados de la Universidad de San Isidro, que registró este libro publicado por la editorial La Crujía.
“Entendemos la cultura del cuidado como un paradigma que propone un modo de ser y estar en el mundo en relación con uno mismo, el otro y el ambiente, que incluye cuidados físicos y también emocionales y sociales”, afirman las autoras valorando aquellas acciones que ya suceden en la escuela en clave de cuidado, que pueden ajustarse y encontrar nuevas formas frente a la pandemia.
Los conceptos desarrollados en este libro hacia una pedagogía del cuidado abordan la forma en que la escuela debe convivir también con los consumos problemáticos y las adicciones, de qué manera estar y escuchar y cómo practicar ese cuidado. “La cultura del cuidado es el camino que las escuelas y la sociedad deben tomar para trabajar diferentes situaciones complejas que se presentan a diario y nos muestra cómo cada actividad educativa implica una acción que cuida y acompaña”, destacan Enriz y Alvarez sobre este trayecto formativo abordado desde la teoría y distintos enfoques metodológicos basados en la experiencia laboral. También cuestionan y reflexionan haciendo valer las normativas y el marco legal que acompaña el cuidado de las infancias.
El proyecto que el equipo trabaja en la prevención de consumos problemáticos y adicciones depende de la Universidad de San Isidro en diálogo con la Secretaría de Programación para la Prevención de la Drogadicción y Lucha contra el Narcotráfico (Sedronar). Es el resultado de su participación en más de ochenta escuelas de gestión estatal y privadas del conurbano norte de la provincia de Buenos de Aires, en todos los niveles de formación. “A partir de esta experiencia de trabajo en el área educativa que se desarrolló durante cuatro años y en la que cada uno aportó desde su profesión, nos pareció interesante poder plasmar este recorrido en un libro”, explican las educadoras sobre esta formación que por las restricciones y medidas sanitarias continuaron de manera virtual para seguir acompañando a las instituciones.
¿Qué conceptos son relevantes para el fortalecimiento de la cultura del cuidado? “Tenemos que enfocarnos en afianzar el vínculo con alumnos y alumnas, darles protagonismo, participación y espacios de escucha, algo que en pandemia se revalorizó y recién a partir de ahí empezar a trabajar en los contenidos desde las prácticas pedagógicas. Este proceso se aprende y no sucede de un día para el otro”, destaca Enriz como docente de nivel secundario.
Por su parte Alvarez, especializada en educación sexual integral (ESI) destaca que el trabajo en red es otra de las acciones a fortalecer. “La escuela ya es protectora pero es necesario que los equipos docentes puedan darse cuenta qué dimensiones tienen más fortalecidas y cuáles hay que seguir trabajando, para ofrecerles desde la institución el derecho a la participación en todos los niveles de enseñanza. Los cuidados son colectivos y compartidos, y son responsabilidad de la institución pero también requieren incluir a las familias y a la comunidad en general”.
En esta cultura del cuidado, el rol del adulto no puede ser distante, tampoco tener un trato con el adolescente como si fuera su par. “Tiene que ser un referente que abra el diálogo con los chicos y las chicas para que puedan expresar lo que les pasa. Para que esto suceda el educador tiene que estar lo suficientemente abierto y flexible para ponerse en ese lugar”, argumentan las formadoras.
Consumos problemáticos
Durante la pandemia, afloraron algunos consumos y dejaron de suceder otros. Visibilizar la problemática del consumo sobre todo en el nivel secundario, implica ampliar la mirada, hablar del consumo de sustancias, pero también de otros consumos problemáticos vinculados con la tecnología, los objetos y la alimentación. “Si abrimos estos espacios, podrán expresarse y dejar de lado esa visión estereotipada que se tiene del consumidor”, remarcan las autoras. Este accionar moviliza también al educador o educadora que debe realizar primero un registro desde su propia subjetividad para conocer que le sucede como adulto.
“Cuando empezamos con estas formaciones —a diferencia de lo que sucede con la ESI— encontramos que muy pocos docentes sabían que existían lineamientos curriculares específicos para el abordaje de la prevención de consumos problemáticos y adicciones. Si bien muchas prácticas educativas se relacionan con la prevención de los consumos, y potencian desde el nivel inicial aquellos que son saludables, se pueden fortalecer si habilitamos espacios de escucha y participación”, sostienen.