“Mi compañerita está loca, dice que vamos a salir en el televisor”, cuenta Abigail mientras observa cómo la fotógrafa de La Capital retrata las locuras y ocurrencias de los chicos del Jardín del Normal 2 mientras juegan en el arenero. Son los nenes y nenas de la salita de cuatro, que con sus actividades didácticas y recreativas ilustran una jornada de clases de este nivel de la enseñanza. El próximo miércoles es el Día de los Jardines de Infantes y el Día de la Maestra Jardinera.
Más de 160 alumnos componen la matrícula del nivel inicial de escuela de Balcarce y Córdoba. Pero el frío número cobra vida en cada uno de los chicos que llega cada mañana para compartir y aprender junto a sus amigos. Un lugar donde desde sus gustos, opiniones y preguntas, los chicos tienen la palabra.
“A mí me gustan los cuentos de princesas”, expresa Carina, y sin que se lo pidan toma de la biblioteca el cuento de Caperucita Roja. Comienza a explicarlo con gestos, manos y hasta cambios de voz, mientras va señalando cada dibujo para avanzar en las partes del relato.
Retraídos al principio, los chicos se van soltando a medida que logran poner en palabras aquellas cosas que los motivan. Como Marcos, que desde abajo de una de las mesitas de la salita de cuatro cuenta qué son los muñequitos y jugar a la pelota lo que más le divierte del jardín. “Juego con cualquiera, todos son mis amigos”, afirma el nene de cabellos castaños, cuando se le pregunta con quién está jugando, y antes de volver a sumergirse debajo de la mesa y seguir disfrutando de su mundo.
Valores de vida. “Lo importante es que ellos aprendan valores que les van a servir en la vida, como la solidaridad, el respeto y sobre todo a compartir”, subraya la maestra Amalia Brandan, a cargo de uno de los grupos de 25 chicos del turno mañana. Valores que se manifiestan en cada gesto, guiño y actividades que hacen los nenes.
“A veces jugamos a los fantasmas, a las escondidas, a la popa, en el arenero y otras veces bailamos”, relatan las nenas. Inmediatamente señalan las coreografías del programa de televisión Patito Feo como el que más les gusta. “Yo soy Divina, y mi hermana es Patito”, agrega casi a los gritos Carina, mientras ensaya un pasito de la tele.
Pero lo que más los impacta es saber que sus rostros van a salir en el diario. “¿Vamos a salir en la tele, en el noticiero? Mi hermana se va a desmayar”, dice Belén. Cerquita de la nena, Lucas junta piedritas y promete “meterlas en una botellita”, junto a otras que tiene en su casa que encontró en el mar “hace mil años”.
En ronda. El jardín “está bueno porque jugamos con los compañeritos y nos reímos mucho”, según dice Juanita, la nena a la que le gusta dibujar personas y caras. La risa está presente en cada actividad programada por la maestra Amalia, que complementa sus propuestas con los profesores de educación física o música. Después de jugar en el arenero, los chicos vuelven al aula para comer alguna masita. Luego se sientan en canastita en el suelo y arman una ronda -redonda “como una pizza”, dice Emilio, para contar cosas, según las “preguntas preguntonas”, de la seño de la salita.
“Yo tengo un disfraz de la Bella Durmiente”, “yo un vestido de princesa”, apuntan los chicos, a medida que van levantando sus manos. Hasta que llega el turno de Luana: “Y yo tengo una campera re calentita”, dice sin tapujos la nena de rulos dorados. Las ocurrencias se dan a cada instante en el jardín, donde los chicos dibujan, arman castillos con grandes ladrillos de plástico y hasta juegan a la casita, en un sector acondicionado para tal fin.
Compartir es la palabra que resuena varias veces en el lugar. No sólo cuando la maestra les llama la atención por algún hecho concreto, sino incluso en boca de los mismos chicos. ¿Qué es ser generosos?: “Compartir, dar y prestar las cosas”, sintetiza Sofía. La misma generosidad que exhiben inconscientemente en cada recreo y actividad lúdica que la maestra les propone para el día.
Llega el mediodía en el jardín del Normal 2, y antes de partir una música de relajación invita a los nenes a recostarse sobre sus mochilas que “mágicamente” se transforman en almohadas. Así parten a sus casas, a la espera que al día siguiente la maestra y sus compañeros los reciban en una nueva jornada de juegos y aprendizajes.