A Candela Robles le gusta leer desde chica. Sobre todo literatura. Pero también disfruta de la escritura. Para desahogarse y volcar en textos cortos algo muy personal que guarda para ella. O para utilizarla como una herramienta de militancia.
Foto: Virginia Benedetto / La Capital
A Candela Robles le gusta leer desde chica. Sobre todo literatura. Pero también disfruta de la escritura. Para desahogarse y volcar en textos cortos algo muy personal que guarda para ella. O para utilizarla como una herramienta de militancia.
La joven tiene 16 años y cursa en el Superior de Comercio. “Me gusta escribir. Depende con qué finalidad sea, a veces son cuentitos o textos cortitos sobre algo específico, o a veces también en formatos más periodísticos, como alguna crónica”, cuenta Candela.
Tiene dos textos publicados. El resto, aquellos más personales, quedan en un cuadernito que atesora en su habitación. Admite que para escribir le gusta más el registro periodístico, mientras que para leer prefiere los cuentos y novelas, como Elena sabe, de Claudia Piñeiro y La vida que pensamos, de Eduardo Sacheri.
“La uso como una herramienta de militancia a la escritura, porque milito en el Centro de Estudiantes y hay como un montón de temáticas que me atraviesan y supongo que las canalizo por ahí”, afirma Candela. Y agrega: “También es un canal donde en vez de explotar escribo, porque no es que tengo un horario determinado, sino que en general es un día de la semana a las 2 de la mañana que estoy pensando en un montón de cosas y necesito ponerlas en un lado. Ahí salen textos muy cortitos pero muy personales”.
>> Una maratón de frases
Casi sobre el final del momento de grabación del video que acompaña esta nota, Candela leyó dos párrafos de un texto más amplio. Lo buscó en su teléfono celular, se acomodó en la silla y con la vista fija en la pantalla, leyó:
“Quiero escribir una historia que atrape al lector, que lo inmovilice adelante de la hoja, que lo haga correr una maratón por frases, que se transforman en oraciones, párrafos, capítulos enteros de pura adrenalina. Quiero que los lectores terminen con las piernas cansadas, la boca seca y el pecho cerrado aunque hayan estado sentados en el mismo sillón durante todo el trayecto.
Eso quiero para alguna vez en la vida, en esta oportunidad sólo me propongo contar una historia así sin más, y que los lectores la lean porque sí, porque se les cruzó. Y que la terminen, quizás por lástima o de estirados nomás, pero que la terminen”.
Candela Robles, 16 años
Por Delcia Karamoschon
Por Lucas Ameriso