Todos los años en los que se juega el mundial de fútbol, aparecen en la agenda algunos temas obligados: qué equipos están en el grupo de Argentina, qué jugadores va a llevar el técnico, cuándo nos cruzaríamos con Brasil, a qué hora de Argentina se juegan los partidos de nuestra selección (por las diferencias horarias) y... ¿se van a pasar los partidos en las escuelas?
En un país donde toda la población está cruzada por el fútbol, es inevitable que esto también se abra a polémicas y opiniones de todos los sectores. La realidad es que, mas allá de las palabras que gastemos en la discusión, las escuelas van a hacer lo que crean oportuno y lo que “puedan” hacer.
Las declaraciones del ministro de Educación de la Nación le dan al tema una resonancia que amplifica un debate que se repite cada cuatro años. Pero que no dice nada nuevo. ¿Se puede usar la temática del mundial como un recurso para dar clases? Sin dudas. Geografía, historia, lengua, matemática, biología, idiomas, son algunas de las áreas donde los contenidos pueden ser formateados con el “chip mundial”. Ahora bien: ¿es esto una política publica educativa. No. Es generalmente una construcción de la docencia y la comunidad educativa de cada escuela que, utilizando el contexto social, lo aplica a la enseñanza de algunos contenidos específicos durante una parte del ciclo lectivo mundialista. El Estado, gran aportador de títulos —no deportivos, sino de prensa— generalmente no provee lineamientos (ni mucho menos recursos) para abordar el “clima mundialista”. Una planificación razonable debería estar hecha a principios de año, como mínimo. Nada de eso sucede.
Sin embargo el mundial va a estar. Lo va a meter la docencia y el alumnado. Y entre partido y partido, a medida que pase cada una de las fases se van a seguir aprendiendo cosas. Porque si la escuela pudo enseñar en los peores momentos de la pandemia, mucho más lo hará en medio de un evento internacional como el mundial de fútbol.
Pero sin embargo lo más significativo serán las vivencias. Quienes hemos tenido la oportunidad (como alumnos/as o docentes) de ver un partido del mundial en la escuela, sin dudas no nos olvidamos la experiencia. La preparación, la ansiedad, llevar las banderitas, compartir una merienda, confraternizar en la victoria o la derrota. ¿Cuántos partidos mundialistas en horario escolar podemos vivir desde nivel inicial hasta quinto o sexto?, ¿cuatro o cinco? Menos de 500 minutos que vamos a recordar toda una vida. Y que no ameritan las horas de discusión que se pierden en el tema.
De parte del Estado, además del título, uno esperaría una buena política pública atrás. No alcanza que digan que los partidos se van a poder ver y que cada escuela se las ingenie. ¿No sería una gran oportunidad para invertir en infraestructura tecnológica repartiendo pantallas, televisores, proyectores, conexión de cable e internet de buena calidad para que los recursos queden en la escuela, dejando capacidad instalada para cuando la Copa del Mundo viaje con sus campeones?
Otra buena política pública, en tiempos de deconstrucción machista, sería que el Ministerio anuncie con la misma vehemencia, que se transmitirá el mundial femenino, empezando por la escuela el camino de igualdad que piden nuestras deportistas. Por ultimo, tanto se habló del rol socialbilizador de la escuela en pandemia que acá tenemos la oportunidad. Sociabilicemos, aprendamos, gritemos, abracemos, lloremos y festejemos con el grito que rompe las grietas: ¡vamos Argentina!