En ningún aspecto de la vida hay un objeto elegido de una vez y para siempre. Por ello, la idea de elección entendida como proceso se une a la noción de itinerario vital. Vivimos eligiendo, aunque puedan reconocerse momentos "clave" en la vida de un sujeto, es decir, tiempos en los que la elección de qué hacer se juega de una manera más significativa, por ejemplo, formar pareja, tener hijos o elegir ingresar-egresar de una carrera, estudio o trabajo.
Las elecciones vocacionales están referidas, entonces, a todo el universo del hacer: estudio, trabajo y actividades de diferente tipo. Sin embargo, lo que las define no es tanto el qué (de lo elegido) sino el cómo, es decir, la posición subjetiva. Las elecciones —y el itinerario que se despliega en torno a ellas— estarán asociadas, por lo tanto, al plus que permite que un sujeto intente ubicarse más allá de su condición de engranaje de una maquinaria social.
Las elecciones vocacionales en tanto decisiones sobre el hacer tienen aspectos conscientes ligados a los valores y expectativas que se ponen en juego, tales como obtención de empleo, dinero, reconocimiento social, prestigio, fama, poder y aspectos inconscientes que nos permiten ubicar a un sujeto sujetado al deseo de Otro. Debemos agregar que es un sujeto sujetado al deseo de Otro que, en tanto tal, lo hace posible. Punto de partida que nos posibilita, a lo largo de nuestra existencia, intentar acceder a adueñarnos de un proyecto propio sorteando las dificultades propias de la vida. Es la búsqueda de una posición diferente ante el deseo del Otro, es la vía que nos hace considerar sujetos creadores produciendo formas que no están ya en el Otro.
Las elecciones pueden provocar inhibición, síntoma y angustia porque, inevitablemente, elegir implica una pérdida. Muchas veces la inhibición en la elección resguarda al sujeto de la angustia de elegir. El síntoma en la elección vocacional puede presentarse de diversas formas: como duda entre estudiar y trabajar, como cuestionamiento entre estudiar una carrera que otorgue prestigio/poder o "que me guste", como indiferencia ante todas las carreras, como interés indiferenciado por todo, etcétera.
El síntoma puede presentarse también en forma de inhibición: "No hago nada porque nada me gusta", "Me gustan varias cosas pero no averiguo nada", "Ya voy a ir a averiguar, cuando termine las pruebas". Siempre que hay una formación de compromiso hay una satisfacción pulsional sustitutiva que sostiene al síntoma.
El deseo es opaco al sujeto, aparece como un enigma, y el síntoma es la máscara que lo reviste. El síntoma, en tanto inconsciente, habla, dice, articula. La articulación es como demanda. La pregunta por el qué hacer aparece como una demanda al Otro. El sujeto quiere que le digan, que le respondan qué hacer para insertarse en el mundo de la cultura a través de una elección de un hacer, en especial alguna carrera y/o trabajo. Para ello, se trata de considerar los síntomas asociados a los procesos de elección vocacional como enigmas que esperan ser descifrados. Cuando estas cuestiones se de spliegan en los procesos de orientación vocacional, requieren un posicionamiento particular del profesional que, sosteniéndose en el lugar de Sujeto Supuesto Saber, debe correrse permanentemente de esa posición
Los determinantes inconscientes de las elecciones vocacionales están articulados a los atravesamientos contextuales, configurando una trama de factores intervinientes en el momento de elegir y construir proyectos futuros. Podemos considerar diferentes aspectos contextuales, entre otros, sociales, geográficos, culturales, políticos, económicos o ambientales y, también, institucionales, familiares e interpersonales. La trama es compleja y se requiere no invisibilizar ninguno de los factores intervinientes.
Así es que los caminos de la vida se construyen en un entramado de dimensiones subjetivas y sociales. Trayectorias, itinerarios y transiciones son diferentes maneras de nombrar el proceso vital que un sujeto va desplegando en su devenir, en función de determinadas coordenadas sociohistóricas, geográficas y ambientales.
El derrotero subjetivo está marcado por circuitos institucionales. Familia y escuela son las instituciones en las que se producen las primeras experiencias vitales y son el punto de partida de los ulteriores recorridos con sus trayectos, puntos, cortes, articulaciones y fracturas.
Finalizar el trayecto de la escuela secundaria conlleva iniciar un proceso de transición entendido como dinámica temporal signada por el cambio, es decir, un corte en el recorrido que produce ruptura y reconfiguración. A partir de este momento los sujetos irán recorriendo caminos que comenzarán a entrecruzarse de manera tal que las transiciones puedan considerase como trayectos en sí mismos y no necesariamente como pasaje. Desde luego, esta descripción le cabe más a los sectores medios y altos, mientras que, para los sectores populares, la estabilidad de los trayectos escolares es relativa, ya que son muchos los y las jóvenes que trabajan mientras estudian en la escuela secundaria.
Los itinerarios se recorren, entonces, sobre surcos preestablecidos (hojas de ruta que conforman los trayectos institucionales tanto académicos como laborales). Sin embargo, insistimos, los itinerarios no son los trayectos mismos, sino la trayectoria vital que se efectúa a través de ellos y el plus de subjetivación, de creatividad y de libertad, como marca de singularidad.
Una de las cualidades de la forma de vivir de los sectores más desfavorecidos, vulnerables y pobres podría ser, justamente, transitar la vida por itinerarios que circulan por cauces diferentes de los instituidos socialmente, es decir, por fuera de los trayectos educativos y laborales prefigurados, o bien, sin transitar por ellos de manera regular y sistemática.
(*) Del libro de Sergio Rascovan: "La orientación vocacional como experiencia subjetivante". Paidós, 2016.