Que sea una evaluación más justa, que priorice el trabajo en clase y las prácticas cualitativas a través de un recorrido que se inicia en marzo y finaliza en noviembre. Eso plantean profesores de diferentes disciplinas interesados en indagar y cuestionar el modo de evaluar y enseñar en la escuela secundaria, y de alguna manera romper con el concepto tradicional que condiciona tanto a estudiantes como docentes.
"Nos preguntamos para qué y por qué evaluamos, qué se hace en el aula, tratando de jerarquizar las instancias cualitativas y abrir la pluralidad de instrumentos, también ahondar en la creatividad del docente y en la especificidad de cada disciplina", destaca Florencia Nardoni respecto de la iniciativa que tuvo el departamento de Asesoría Pedagógica del Instituto Politécnico Superior al proponer el año pasado un taller que instaló el tema entre los profesores.
"Cuando nos referimos a la evaluación, algo que está naturalizado e instalado en la práctica docente, enseguida lo asociamos con la prueba escrita e individual, pero también es importante pensar en un sentido más amplio: desde las experiencias que vive cada educador, cómo se juegan las relaciones de poder en la evaluación y qué sentido tiene para la institución escolar. Si queremos una enseñanza donde el alumno sea protagonista y activo, no podemos mantener ese concepto tradicional de evaluar, tampoco aceptar que existe sólo una respuesta posible ante la pregunta", señala Nardoni en referencia a esta instancia de debate e intercambio que enriquece el trabajo docente, en la búsqueda de capitalizar todas esas prácticas que se realizan en clase a diario y que también sirven para evaluar.
"Aun cuando tratamos de enseñar de manera diferente que a principios del siglo XX, seguimos adoptando el sistema tradicional de evaluación. En la actualidad, cuando enseñamos ciencias naturales sea física, química o biología, tratamos que no sólo que aprendan un puñado de conceptos y sus relaciones sino que se involucren en los procesos de construcción del pensamiento científico, y esto nos permite pensar otro modo de concebir el aula. Si nos proponemos evaluar el modo de trabajar y apropiarse de la ciencia, no podemos hacerlo a través de una prueba escrita tradicional", opina el profesor de física Carlos Silva y plantea la necesidad de incorporar evaluaciones continuas y trabajos experimentales.
"Cuando los alumnos elaboran un informe no pueden acceder a una sola devolución de parte del profesor, lo ideal sería que haya un intercambio y que el escrito vaya y venga las veces que sean necesarias, para no terminar el trimestre o cuatrimestre con una única nota, que es la que solicita la institución. Queremos que los alumnos que investiguen y discutan un experimento en clase, y cuando sucede nos sorprende", afirma el profesor.
Los docentes —reunidos con LaCapital— aseguran que siempre se evalúa de manera cualitativa en el aula, que implica mirar al alumno, conocerlo, y descubrir el proceso que realiza desde que comienza en marzo y hasta que termina en noviembre; donde existen también instancias cuantitativas, pero que no deberían ser determinantes. "Lo importante no es qué voy a evaluar sino para qué y cómo lo voy hacer, y entonces aparece el interrogante respecto de la manera de formular la consigna y de lo que considera ese mediador o docente debe «saber» el alumno, y que no es un concepto teórico. Además la consigna debe ser clara, a veces cometemos el error de afirmar que los adolescentes no comprenden cuando es el docente quien no formula correctamente la pregunta", aporta Marisa Ponisio, profesora y jefa del departamento de idioma nacional.
El lenguaje como herramienta
"A veces los trabajos en clase están menospreciados incluso por el alumno, quien cree que no llega al promedio porque no aprobó el examen cuando existen otras notas que lo hacen posible. La evaluación es el entramado que está entre la praxis diaria y el hacer del alumno, también tiene en cuenta esa observación casi invisible que realiza el docente en el aula y que el alumno no percibe. Si el educador deja explícito el recorrido que emprenderá desde el comienzo del ciclo lectivo, los y las jóvenes entenderán que no se trata sólo de la nota de una prueba", aporta la educadora.
María Celeste Gascón también profesora de lengua, se suma a la charla, habla de lo que representa su materia en el proceso de enseñanza y aprendizaje. "Es necesario pensar las prácticas de lectura y escritura que se ponen en juego. En el uso de la lengua escrita no sólo hay que pensar que el docente escribe una consigna en una prueba sino que el estudiante la interpreta y responde, y que luego el docente lee y corrige. Cada escritura y lectura es singular, y es el espacio donde el alumno aplica los conceptos teóricos, también tiene una especificidad según la disciplina, leer un texto de historia no es lo mismo que uno literario o científico, son distintas habilidades lectoras y el docente tiene que enseñar el cómo", afirma.
"Cuando evaluamos en clase, comprobamos si los estudiantes lograron aplicar esas herramientas y transformar algo, que podrá ser un martillo en el taller, un lenguaje de programación en la computadora o un modelo de química", subraya Alejandro Schujman como docente de informática. Al considerar distintos métodos de evaluación surge la oralidad que permite un concepto más amplio, la reformulación y la repregunta, "es un ida y vuelta", explica.
Mayor coherencia
En la comunicación que establecen los estudiantes con sus docentes, y desde el trabajo del departamento de Asesoría Pedagógica, Nardoni destaca que siempre reclaman coherencia entre las prácticas y las evaluaciones, y claridad de parte de los profesores. "Resulta importante el ejercicio de plantear cuáles serán los criterios de la asignatura, para que no haya sorpresas. Así los alumnos y las alumnas tienen otro modo y tiempo de estudio, y no se sobrecargan el último día antes de la prueba", agregan los profesores, interesados además en pensar alternativas intermedias entre la enseñanza grupal del aula y la evaluación que casi siempre es individual.
"La evaluación también tiene un peso importante para el docente porque descubre si falló en algo respecto de un grupo, que quizás tenía cierta necesidad o dificultad pero que no logró captar. Si no se evalúa el propio trabajo no se lo puede mejorar", concluye el profesor Schujman.