Pero el deseo, las ganas, la materia pendiente de contar con el diploma de escuela obligatoria movilizó a la población. Fueron escuchados y en 2014 arrancaron las clases con 50 estudiantes jóvenes y adultos. "Durante dos años peleamos para traer el secundario al pueblo y lo conseguimos", festeja el presidente comunal Juan Carlos Divita, un rato antes que comience la graduación en la que también entregó diplomas y regalos a los egresados.
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Foto: Florencia Vizzi
En estos tres años no sólo la Eempa 1.323 se instaló en el pueblo y les devolvió los sueños a sus habitantes, también —anuncia Juan Carlos, todos lo llaman así— en octubre pasado se conoció la licitación para pavimentar el trayecto del camino de unos 10 km que une esta localidad con Uranga. Esta escuela tiene la particularidad de ser itinerante; todo indica que el equipo docente se instalará desde 2017 en Rueda.
"Llegamos!" Es el saludo que más se escucha por los pasillos del edificio de la Primaria Nº 195, donde funcionó la Eempa. Stella Maris Camilletti, de 57 años, dice una y otra vez que se siente feliz y aconseja "no desaprovechar la oportunidad que dan estas escuelas para estudiar, compartir y aprender aunque muchos crean que por la edad ya no se puede".
"Cumplo un sueño. Valió el esfuerzo", celebra Gonzalo Boelaert, de 30 años, que se hizo tiempo para trabajar en la fábrica y llegar corriendo cada noche a clases. Gonzalo también es artista, cantante. Hace pocas semanas hizo de soporte del recital de Jorge Rojas en Fighiera. Otro sueño al que le esperan muchos éxitos. "Para mí fue un logro llegar hasta acá", confía Miguel Capurro, empleado de la comuna y también reciente egresado que valora las posibilidades que les da la Eempa más allá del estudio: "Con el secundario crecés mucho interiormente, a mí se me hacía difícil poder conversar, soltarme, pero eso lo cambié".
Faltan minutos para que comience el acto. La voz que sobresale entre todas es la del director Raúl Suárez: aquí y allá, repasando la lista de invitados, ultimando detalles del programa, verificando micrófonos y haciéndose paso entre los infaltables perros que siempre están alrededor de las escuelas que perciben de puertas abiertas.
A cada uno y a cada una de sus estudiantes los llama por su nombre. Hay cercanía en el trato, tanto como autoridad pedagógica, esa que solamente es posible construir con trabajo diario.
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Foto: Florencia Vizzi
Todos abanderados
En la Eempa de La Vanguardia no son los números sino las palabras las que ponen nota a los aprendizajes: "Muy bien, lo logramos!", "Tomemos unos mates y veamos..."o "Lo volvemos a intentar". Esta manera de hacer escuela desde la construcción colectiva se refleja en la tradicional designación de los abanderados, cuando el director Suárez nombra para que lleve la enseña de la provincia a María Emma Díaz y la argentina a Eduardo "Tito" Ortega, en representación de todo el grupo.
Para que no queden dudas que el mérito es del conjunto, todos y todas llevan la banda de escoltas. Cada banda, confeccionada por Isabel Séptimo, una de las egresadas.
Y llega el momento de los discursos. De impecable traje gris, el director Raúl Suárez celebra llegar a la meta y la posibilidad de estudiar para quienes antes, por diversas razones, habían sido expulsados de la secundaria. Apela a una educación que vaya más allá de las asignaturas, que ancle en lo humano y en el valor que ofrece la escuela para encontrarse.
Los intercambios de agradecimientos y saludos también van de los estudiantes a los profesores y de los profesores a sus alumnos. Damián Sarro, docente de lengua y literatura, recurre a la metáfora de un gran barco que llega su puerto, la que desde el primer año de clases unió al grupo. Y hay un especial reconocimiento a Andrea Nannini, colaboradora incansable.
También se leen los mensajes de las instituciones de la comuna y de la región, como la de la Biblioteca Popular Mafalda o de los Papás de Fútbol Infantil de La Vanguardia. La sorpresa llega al cierre con un video que trae la felicitación de la ministra de Educación Claudia Balagué y otro con un saludo particular del Pocho Lavezzi para una de las recientes egresadas, María José Gorasurreta. El jugador de la selección nacional de fútbol la reconoce por la iniciativa de haber terminado el secundario.
Tres matrimonios
Trabajadores y trabajadoras del campo, de la fábrica, de la comuna, amas de casa, jubiladas y jubilados, cada quien llegó con sus historias propias a esta Eempa. Mutuamente se acompañaron y enriquecieron. Y en estos relatos están los de tres matrimonios que consiguieron juntos el diploma: María Esther Córdoba y Tito Ortega, Marcela Nannini y Rubén Diodati, y Belén Duarte y Pablo Carabajal.
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Foto: Florencia Vizzi
"Cuando empecé a estudiar tenía a mi hijo discapacitado muy enfermo. Falleció. Le prometí que iba a terminar la escuela y cumplí. Pasito a pasito se llega", revela casi al oído María, mientras le acomoda el cuello de la camisa a su marido Tito quien asegura estar orgulloso y sentirse feliz por lo alcanzado.
"Hacer el secundario tiene su sacrificio porque en la época de cosecha dan ganas de abandonar, cuesta mantener la carpeta al día, uno se desgana. Pero ella siempre estuvo alentándome", reconoce Rubén mientras mira a su esposa Marcela. Ella cuenta que cada vez que lo veía aflojar le insistía: "No, Negro, llegamos hasta acá ahora tenemos que llegar a puerto".
A Marcela se le quiebra la voz cada vez que intenta contar una anécdota. Se emociona cuando nombra a la escuela y repasa lo compartido: "Lo que ocurre aquí adentro no te lo olvidas más".
Belén (28) y Pablo (32) son una joven pareja de Coronel Bogado. Él trabaja en un frigorífico de la zona y ella es ama de casa. Tienen tres hijos de 11, 9 y 5 años. Con los tres asistieron a clases cada noche. Fue Pablo quien le insistió a Belén para que se anote y no pierda la oportunidad de terminar el secundario. Así, cuando llegaba de su trabajo hacía posta para cuidar a los chicos mientras ella iba a clases. El traslado de Bogado a La Vanguardia dependía de los autos de los profesores o del director. Él siempre la acompañaba hasta que la buscaran. Hasta que una tarde el director Raúl le preguntó cuándo se iba a decidir también a estudiar como su esposa. "Y quién cuida a mis hijos?", le respondió Pablo. La vida les cambió a los dos cuando el director lo invitó: "Y traelos, que los tenemos en la escuela". Ahora Belén, ya con su diploma de secundario, proyecta seguir el profesorado de matemática en Villa Constitución. Y su esposo mejorar en su trabajo.
"Terminar el secundario era algo que teníamos pendiente en nuestras vidas. Yo tuve que trabajar desde muy chico y no pude seguir. Quiero ser un ejemplo para mis hijos, que digan «De grande mi papá terminó igual la escuela»", ofrece sus valiosas razones Pablo.
Los chicos corren, se multiplican las fotos, los vecinos se unen a los familiares que asisten a la fiesta de graduación y los pañuelos son insuficientes para tanta emoción. Ya es casi medianoche y el aroma de los choripanes apura el ritmo del acto. La Eempa 1.323 pasó por La Vanguardia y como prometió desde el comienzo le cambió la vida al pueblo.
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Foto: Florencia Vizzi
El saludo de Lavezzi para María José "Hola María José queria felicitarte, sobre todo por tener la iniciativa de terminar el secundario. Es una cosa muy importante, la verdad es que te felicito. Desde acá te mando un beso grande y saludos". El mensaje de Ezequiel "Pocho" Lavezzi sorprendió a María José Gorasurreta, una de las egresadas de la Eempa, y eterna "enamorada" del reconocido jugador de fútbol.
"Todos saben, aquí en el pueblo, que siempre digo que soy su «novia»", bromea María José mientras repasa en charla con La Capital el momento que escuchó el saludo de su futbolista preferido. Mensaje que fue transmitido al final del acto de graduación a través de una pantalla gigante.
Para que el saludo llegara a María José, mucho tuvieron que ver familiares de él que viven en La Vanguardia y participan de las actividades de la Fundación Lavezzi en Villa Gobernador Gálvez. Actualmente, el delantero está jugando en un equipo de China
Emocionada y agradecida por la complicidad con que todos guardaron ese secreto y regalo de graduada, asegura que no se olvida más de ese noble gesto que tuvieron todos, por supuesto, incluido el Pocho Lavezzi.
La oportunidad de aprender juntos "Abuelo! Vení, ponete para la foto". La que grita delante del escenario armado frente a la escuela es la nieta de Eduardo "Tito" Ortega, quien termina de recibir la bandera argentina y su diploma de egresado del secundario.
Tito accede al pedido de su nieta que no se cansa de fotografiarlo orgullosa junto a su abuela María. Los dos, María y Tito, se pelearon los tres años por cómo hacer las tareas, aprender matemática o estudiar historia.
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Eduardo "Tito" Ortega y María Esther Córdoba.
Foto: Florencia Vizzi
Pablo y Belén también se dieron la oportunidad de aprender juntos, de llegar a la meta del secundario. Y tan felices están de lo conseguido que recomiendan a quienes no se animan a que arranquen con las clases.
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Belén Duarte y Pablo Carabajal.
Foto: Florencia Vizzi
Marcela y Rubén son el otro matrimonio que cursó los tres años en la Eempa de La Vanguardia. No sólo repasan cómo se las ingeniaban para mantener las carpetas al día, sino también las demás actividades compartidas: desde excursiones hasta clases de teatro, comidas solidarias, ferias de ciencias y llevar proyectos al Senado.
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Rubén Diodati y Marcela Nannini.
Foto: Florencia Vizzi
En los tres años de cursada hubo días tristes, de enfermedad, de mucho trabajo y cansancio. Costó más de una vez salir del descanso del hogar en el invierno para ir a estudiar. Pero —tal como acuerdan en sus testimonios— lo hicieron. Lo superaron.
"Además de la propia voluntad coinciden que fueron decisivas la presencia y comprensión de los profesores y el director"
Además de la voluntad propia, coinciden que fueron decisivas la presencia y comprensión de los profesores y las profesoras, como del director Raúl Suárez. "El apoyo siempre estuvo", coinciden.