Las dificultades que suelen acontecer en el proceso de alfabetización y en el aprendizaje escolar habitualmente son analizadas y abordadas desde la medicina y la psicología. De manera que es frecuente encontrarnos con causas que aluden a aspectos biológicos o psicológicos, que devienen en una "disputa" incesante entre miradas que parecieran nunca encontrarse o acercarse.
Este hecho podría vincularse con que otros profesionales de la salud, que nos ocupamos del abordaje en tiempos de infancia, no hemos sido capaces de dar cuenta acerca de nuestras miradas respecto de estas problemáticas, de otras causas que obturan el proceso de aprendizaje escolar y la apropiación del sistema lectoescrito.
En este sentido, la fonoaudiología suele desdibujarse, en tanto disciplina que ha sido construida a partir del saber de otras ciencias; volviéndose dificultosa la tarea de crear un espacio propio. Puesto que, si bien nuestra profesión ha sido gestada a partir del atravesamiento de otros saberes y, sin dudas, ello ha redundado en un aprendizaje muy valioso; también, es cierto que puede volverse un tanto riesgoso si no es posible encauzar la especificidad inherente a la clínica fonoaudiológica, fundamentalmente, aquella que se ocupa del abordaje del lenguaje y del aprendizaje infantil.
En este sentido, se procura ofrecer una mirada diferente acerca de los avatares que pudieran acontecer en el proceso de alfabetización, en el aprendizaje escolar. Intentando mostrar la relevancia del desarrollo del lenguaje en el devenir del niño como sujeto que aprende.
El lenguaje se presenta como un funcionamiento simbólico singular, que se encuentra atravesado por la cultura y la apropiación de la lengua materna. De este modo, la adquisición lingüística sólo puede ser pensada en el encuentro con otro, en el diálogo; en tanto, en sus comienzos, se presenta como un sistema de comunicación. Pero su desarrollo y evolución le permitirán al niño constituirse como un sujeto hablante, capaz de apelar a la palabra para comunicar, expresar, comprender, representar, pensar y aprender. Por lo cual, los sustratos orgánicos y neurobiológicos —que se ocupan de ciertas funciones relativas a estos procesos— no alcanzan para dar cuenta de la complejidad que el lenguaje reviste; sus implicancias y efectos en el desarrollo infantil. Y si bien, el proceso de constitución subjetiva se encuentra íntimamente vinculado con el advenimiento de la palabra; es posible advertir que el lenguaje puede ser afectado por otras causas inherentes a su funcionamiento, específicamente, lingüístico.
En este sentido, el aprendizaje escolar es un proceso complejo y singular, que implica ingresar a una nueva institución social: la escuela. En este nuevo espacio, se pretende que el niño pueda aprender a crear lazos con otros, que no son su familia, a establecer vínculos con pares y adultos, diferentes a los ya conocidos. De manera que, ese sujeto tenga la oportunidad de ser partícipe de su cultura, de su comunidad. Por lo cual, el lenguaje cumple un rol protagónico en este proceso de comunicación.
Comunicación verbal
Pero, además, el aprendizaje escolar tiene por pretensión que el niño sea capaz de apropiarse de herramientas valiosas tales como la lectoescritura, las operaciones matemáticas y otros saberes relativos a las distintas áreas del conocimiento que la currícula escolar propone. Y, sin dudas, el aprendizaje se gesta en la comunicación verbal entre las personas, a partir del entramado de encuentros que acontecen entre ellos, a partir del uso del lenguaje puesto a disposición para construir lazos con otros, con la comunidad, con la cultura y conocer, así, más acerca del mundo. De este modo, se promueve el desarrollo de las aptitudes humanas pudiéndose advertir que todos los aprendizajes son producto de prácticas sociales internalizadas siendo el lenguaje la herramienta mediatizadora por excelencia.
Por otra parte, el lenguaje es un sistema de simbolización imprescindible para el logro de la alfabetización, en tanto la adquisición lingüística se encuentra en estrecha relación con la apropiación de la lectoescritura. Ambos se presentan como dos sistemas de representación distintos y el niño debe ser capaz de advertir esas diferencias para reflexionar acerca del lenguaje, para distinguir el funcionamiento y las leyes que rigen en cada uno de ellos.
Esa reflexión metalingüística promueve el aprendizaje del principio alfabético de nuestra lengua escrita, el cual remite a que cada letra representa un sonido. Puesto que, los fonemas que acontecen en la oralidad deben ser representados a través de los grafemas, más allá de otras complejidades y convenciones que propone nuestro sistema de escritura. De esta manera, el proceso de alfabetización continúa complejizándose y el desarrollo del lenguaje acompaña al niño en ese sinuoso camino, que le permitirá convertirse en lector y escritor.
Por otro lado, el desarrollo del pensamiento se encuentra en íntima relación con el lenguaje; en tanto que el crecimiento intelectual del niño depende del dominio de los medios sociales, de las herramientas simbólicas que mediatizan el encuentro del sujeto con el mundo y el conocimiento acerca del mismo. En otras palabras, el lenguaje no sólo le permite al pensamiento su expresión sino que allí encuentra su realidad y su forma.
Desarrollo lingüístico
Por lo tanto, el desarrollo lingüístico del niño tiene absoluta implicancia en los distintos aprendizajes propuestos por la escuela, aquellos relativos a las operaciones matemáticas y demás contenidos correspondientes a otras áreas curriculares tales como las ciencias sociales y naturales. Puesto que para acceder a ciertos conceptos más abstractos, es imprescindible que el lenguaje evolucione, que se eleve a su mayor grado de abstracción, que alcance niveles de orden racional y categorial para dar forma al pensamiento. De manera que, el niño pueda apropiarse de nuevos y más complejos conocimientos.
Además, el lenguaje opera como ordenador de la conducta, la atención y la memoria. En este sentido, es el discurso del adulto el que organiza el comportamiento del niño pequeño y su capacidad de atender hasta tanto sea su propio lenguaje interior el que cumpla dicha función. De esta manera, el lenguaje interviene en otros procesos necesarios para el aprendizaje escolar; en tanto que el niño debe atender, recordar y dar cuenta de sus conocimientos a través del uso de la palabra apropiándose, así, de nuevos saberes.
Así, el lenguaje se presenta como la herramienta mediatizadora privilegiada en el proceso de aprendizaje escolar. No sólo porque es un sistema simbólico complejo y singular sino porque le permite al niño constituirse como sujeto hablante y pensante; determinando así su devenir y sus aprendizajes.
(*) Profesora titular de la cátedra "Lenguaje y aprendizaje patológico" de la Escuela de Fonoaudiología. Facultad de Ciencias Médicas (UNR).