El 8 de marzo es el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Recuerda que en esa fecha, en 1908, un centenar de mujeres empleadas en la industria textil, protagonistas de un paro masivo por salarios dignos y horarios menos extenuantes, terminaron quemadas en el incendio de la fábrica donde trabajaban, Cotton. El movimiento social de mujeres consiguió instalar este día como jornada de reflexión y de lucha.
A lo largo de décadas, y con diferentes énfasis y diferentes versiones, los feminismos fueron visibilizando y poniendo en el debate público que las mujeres, a pesar de la "promesa" que las democracias liberales plantearon desde su origen, padecieron y padecen muy diversas formas de desigualdad y subordinación. Y, desde mi perspectiva, en la actualidad los feminismos son las expresiones más contundentes de los movimientos antihegemónicos, porque son una articulación potente en la lucha contra la homofobia pero también contra el capitalismo salvaje y la xenofobia.
En las últimas décadas, y en Argentina en particular, el movimiento social de mujeres protagonizó luchas históricas y tiene logros notables.
Por una parte, porque logró instalar la perspectiva de género en el análisis de la condición femenina. La palabra "género" ya no connota solamente a una tela o a una propiedad del sustantivo; ya ilumina, de alguna manera descriptiva al menos, a las diferentes expresiones culturales, económicas, políticas, no necesarias ni naturales que tienden a reproducir injusticias y padecimientos.
Lucha teórica y política
La lucha teórica y política para difundir la perspectiva de género fue feroz. Porque si un sujeto mujer no se define por su condición de "madre", y, si tiene las condiciones y el estímulo para hacerlo, puede llegar a ser independiente económicamente, viajar por el mundo, ejercer cargos de poder y generar conocimiento científico, puede ser lesbiana y no ocultarlo; si una mujer decide trans-formarse entonces se amenaza a la tradición y las costumbres.
Contra el concepto de género se agitaron los fantasmas, porque se decía que el feminismo "de género" pondría en peligro a la familia, entendida obviamente en su sentido tradicional, y sobre todo, compuesta de padre y madre, llevaría al escándalo de equiparar la homosexualidad a la heterosexualidad y, sobre todo, estimularía una sexualidad polimorfa y descontrolada. Y, en lo único que estas preocupaciones tuvieron razón, impulsaría una lucha sostenida por la despenalización del aborto.
Lo que los feminismos vinieron a impugnar es esa imagen de mujer que tiene como misión "sacrificio, sufrimiento, pasividad y entrega" y denuncian que son las migraciones, las guerras, la pobreza, la explotación, la violencia, el abandono y el abuso las que inciden de manera directa en esa estructura familiar. Y vinieron a denunciar que a pesar de que las diferentes formas de la desigualdad y la exclusión siempre se combinan con dimensiones económicas, políticas, culturales, religiosas, generacionales, y varios etcéteras, existen algunas situaciones sociales que afectan a las mujeres como grupo. El territorio en disputa no es otro que el del cuerpo y la genitalidad femeninas.
La ley que marcó un hito
Un hito en este camino de lucha es la ley 26.150 de Educación Sexual Integral (ESI) sancionada en 2006. La ESI es una condensación de la convergencia posible entre la política institucional, las políticas públicas y los movimientos sociales, en diálogo permanente, que le da sustento y densidad al proyecto.
Antes de la ley 26.150 el plexo normativo argentino ya tenía numerosos antecedentes que implicaban de manera directa a la educación, estableciendo la incorporación de temáticas vinculadas con la sexualidad en el sistema educativo. En 2006, luego de largos debates, movilizaciones de diferente signo y, sobre todo, de un laborioso proceso de negociación entre los sectores legislativos y una manifiesta decisión política por parte del Ejecutivo nacional, se votó la ansiada y necesaria ley 26.150.
Se trata de una ley breve, que marca algunas orientaciones centrales, sobre todo el carácter integral de un abordaje de la sexualidad, que transciende las visiones parcializadas clásicas en las miradas biomédicas o moralizantes hegemónicas y que incorpora sus dimensiones histórico-culturales, psicológicas, éticas y afectivas.
Programa nacional
La ley delegó en el Ministerio de Educación de la Nación las tareas vinculadas con la reglamentación. Los debates siguieron entonces en la comisión de especialistas y luego en el Consejo Federal de Educación, donde se votaron los lineamientos curriculares para todas las áreas y todos los niveles del sistema. Se creó entonces el Programa Nacional de Educación Sexual Integral, también establecido por ley, y comienza la implementación. Documentos de apoyo para los diferentes niveles que fueron retomando la producción académica preexistente, espacios presenciales y virtuales de capacitación docente, producción de materiales de sensibilización para las escuelas, y una intensa labor con las autoridades de las diferentes provincias fueron permitiendo que la letra se transformase en práctica real y, sobre todo, que contribuyese a transformar "las prácticas" desde una visión integral de la sexualidad, una perspectiva de género y derechos.
Desde 2009, el Programa Nacional produjo instancias que fueron dándole vitalidad y profundidad al proyecto de la ESI. Uno de los ejes centrales que hoy caracterizan el enfoque de la ESI es el concepto de género. Los materiales y acciones de la política pública fueron abriendo el camino en el sistema, en un camino que se potenció desde fuera con los debates alrededor de la ley de Matrimonio Igualitario y, sobre todo, la ley de Identidad de Género. La ESI fue dejando de ser "normativa" para pasar a habilitar voces que también hablan de padecimiento y de disfrute.
Más recientemente se produce también otro proceso social de resignificación de la ESI. Si bien desde los documentos iniciales se establece la incorporación al curriculum de las temáticas vinculadas con la violencia de género, los casos de asesinatos de chicas de gran impacto social llevó la cuestión a una presencia que no había cobrado hasta entonces. La ESI retoma entonces las banderas que los feminismos habían aportado a la discusión histórica desde el activismo y la academia. Y el programa se hace cargo de la ley que establece que un día al año, obligatoriamente, debe trabajarse la problemática de la violencia de género en todas las escuelas.
El aporte militante e intelectual de los movimientos sociosexuales, se combina con el de equipos académicos de centros y universidades y de organismos internacionales de promoción de los derechos a través de la educación. La asociación se reitera en numerosas provincias del país, pero en otras aún es insuficiente o casi nula, con fuertes presiones locales por el silenciamiento de lo establecido por la ley. El camino está marcado, es de largo aliento y requiere continuidad del compromiso asumido.
#NiUnaMenos
Sin embargo, las políticas recientes del gobierno nacional parecen orientadas a desmantelar a los equipos nacionales y dejar que las diferentes jurisdicciones del país formulen sus demandas. Nuevamente una descentralización que, a primera vista parece simpática pero, sabemos, solo abona a la desintegración nacional y la profundización de las desigualdades entre argentinos/as.
La ESI se fundamenta en una convicción: la justicia social no se alcanzará plenamente si no la abordamos desde una pedagogía sexuada que visibilice y valore el cuerpo y la experiencia humana en su complejidad social y cultural. Y no será con docentes precarizados y precarizadas (que en su enorme mayoría son mujeres además) ni preparándonos para "rendir bien" en las pruebas Pisa (¿escuchó usted hablar de estas pruebas?) que este proyecto de justicia se llevará a cabo.
Este 8 de marzo paramos porque quienes trabajamos en educación sabemos que "para decir #NiUnaMenos hay que defender a la Educación Sexual Integral".
(*)Doctora en educación. Especialista en género y educación. Integrante del Frente Popular por la Educación Sexual Integral.