"Los proyectos pedagógicos no dependen sólo de la buena voluntad del docente, son una opción educativa y un modo de entender la escuela como centro de promoción del conocimiento y contención en entornos vulnerables", remarca Mariana Facciola, docente y directora del Departamento de Psicopedagogía de la Universidad Católica Argentina (UCA). La investigadora estuvo en Rosario en el marco de la jornada sobre proyectos inclusivos e itinerarios pedagógicos organizada por la sede local de esta universidad. Ante un auditorio colmado de docentes reflexionó sobre los contextos de vulnerabilidad determinados por la pobreza y la marginalidad, y la necesidad de la escuela de entender esta realidad.
"La vulnerabilidad está atravesada por dimensiones económicas, culturales, emocionales, de salud y etarias, por eso decimos que es multidimensional. A veces pensamos que un proyecto le va a salvar la vida al otro cuando en realidad es un aporte válido, pero dentro de un conjunto complejo de situaciones que atraviesa en este caso a los jóvenes. Si se analiza la vulnerabilidad se pueden desarrollar proyectos que mejoren esa condición", sostuvo la psicopedagoga en su conferencia sobre "Contextos vulnerables por pobreza, escuela situada y re significación del currículum". "Cada uno de nosotros es una red de relaciones, y está inserto en un sistema de instituciones: familia, vecindario, centro escolar, donde tenemos roles y es importante aquello que producimos", continuó.
"El aula es el ámbito inmediato del aprendizaje. Si solo se pretende que sea un lugar de transmisión de conocimiento, la actividad será pasiva, pero si participa a los alumnos, se convierte en un sistema vivo. El docente —profundizó— es quien decide cómo será la clase, si será una comunidad de aprendizaje para desarrollar experiencias y competencias en los alumnos, y si además será capaz de repensar y reorientar la currícula, sean niños, adolescentes o jóvenes, y eso no tiene que ver con decisiones políticas sino con una actitud frente al aprendizaje que depende exclusivamente de nosotros".
En este sentido, Facciola plantea la necesidad de ajustar los Proyectos Educativos Institucionales (PEI) así como los Proyectos Curriculares Institucionales (PCI) a un modelo de aprendizaje "situado" que potencie las metodologías de aprendizaje y empodere a los jóvenes estudiantes y su posterior inserción socio laboral: "Creo en la capacidad educativa del docente, pero no alcanza sólo con la buena voluntad. Los contextos de marginalidad y pobreza requieren de una serie de habilidades y conocimientos de la problemática, y capacidades para revertir situaciones de aprendizajes. La escuela, atenta a esta realidad, requiere de docentes formados en la multidimensionalidad, conscientes de que son agentes de transformación, y que también pueden ser reconocidos social y económicamente por su trabajo".
Promover capacidades
"El modelo inclusivo no sólo alude a contener o retener población dentro de la escuela sino a capacitarla en el desarrollo de sus habilidades, y esto requiere de formación docente", dijo la especialista y remarcó que los docentes disponen de recursos didácticos para transmitir conocimientos pero no para desarrollar capacidades. "Ese es para mí un tema pendiente de la educación como promotora de capacidades", continuó. "Dada la emergencia de algunas problemáticas, nos olvidamos de la función que tenemos de producir conocimiento. Pensamos mucho en quienes son los estudiantes que ingresan a la escuela, y nos olvidamos de estos jóvenes ingresarán luego en espacios sociales y laborales", analizó.
La educadora señaló que el lugar donde se encuentre situada la escuela siempre determina las posibilidades y limitaciones del desarrollo de cualquier proyecto educativo, también el hecho de que muchos de los estudiantes ya pasaron anteriormente por otros circuitos escolares. Para la investigación, que llevó adelante Mariana Facciola junto a Ana Lourdes Suárez en escuelas periféricas de la Ciudad de Buenos Aires, se tuvo primero en cuenta la situación de riesgo de la población estudiada y los valores interpersonales de los jóvenes, para trabajar luego en el abordaje pedagógico de las escuelas y sus posibilidades de afrontar las carencias socio educativas del grupo.
Proyecto pedagógico
"Relevar la mayor cantidad de información posible, no sólo aporta conocimiento sino que mejora la calidad de estas instituciones, y la inclusión educativa y laboral de jóvenes de nivel secundario. Si bien la investigación en la actualidad está comenzando a sistematizarse, nos queda mucho por hacer, para transformarlo luego en políticas educativas", destacó y agregó que en Buenos Aires, algunas escuelas impulsaron "Redes 3 C: Colegio, Club y Capilla" como un gran complemento que propone servicios comunitarios, asistencia a las familias ó grupos de Scouts.
"Durante la investigación, uno de los aspectos que más nos sorprendió fue la búsqueda atenta que llevan adelante estas escuelas y el esfuerzo enorme y complejo que realizan en el qué y cómo acompañar. La mayoría de los docentes que participa tiene un gran capital humano y social, sin embargo en lo pedagógico, que es una estrategia clave del desarrollo, todavía falta. No hay que mirar desde el déficit o el problema sino desde el desarrollo de las capacidades del otro. Es necesario revisar si la forma de educar es la más adecuada, si esos contenidos son pertinentes de acuerdo con las realidades locales, con estrategias de intervención más efectivas de cambio y recreación de la currícula", finalizó la profesora respecto de este desafío que se presenta en campos de la investigación, y en especial de la psicopedagogía.