Tejedora de versos y escritora a pie, así se presenta Beatriz Ré desde su página web. “Cuando escribimos tejemos palabras, ideas e imágenes”, reflexiona la escritora y docente jubilada sobre este camino que empezó a transitar de a poco y que logró desarrollar durante la pandemia.
Sus libros devuelven algunos recuerdos de infancia, también abordan ciertos temas considerados tabú y que casi no se hablan en la casa. Con este sentido nace Brisa de Otoño, un libro álbum con prosa poética, ilustrado por Irene Singer y presentado recientemente por la autora. “La literatura es sanadora y reparadora y eso es lo que más me gusta, porque da respuestas y otras veces abre preguntas sobre la vida y la muerte, temas que no se hablan mucho o los adultos evitan tratar con los niños”, destaca la escritora nacida en Arequito.
Con un formato de cuento-juego, también se refiere a otro de sus libros titulado Alba,un relato inspirado en sus años de adolescencia durante la dictadura militar. “Resultó conmovedor tratar el tema, pero mucho más la devolución recibida de parte de los chicos y de aquello que me contaban las docentes acerca de este material que se trabaja mucho en el aula”, continúa Ré.
Casi todos sus libros nacieron en pandemia. “La literatura y la escritura siempre me salvaron, son el lugar donde me siento segura y feliz. Cuando empecé a escribir mis primeras poesías infantiles en los años ochenta y se había liberado un poco más la palabra, no encontraba talleristas volcados a este género. Salvo grandes autoras como Elsa Bornemann, Laura Devetach y María Elena Walsh, no había mucho espacio para la poesía. Hoy en cambio tiene un lugar reconocido, sobre todo para la primera infancia”, afirma.
Desde Casilda, la ciudad donde vive junto a su familia, la escritora y educadora conversa con La Capital sobre su pasión por la poesía, los nuevos formatos que acompañan la escritura y el acto generoso y amoroso que implica dar de leer.
—¿Por qué elige tratar a través de la escritura algunos temas considerados todavía tabú entre las familias como la muerte o la discapacidad?
—Cuando en la casa no se hablan de esos temas o se eluden, algo que los chicos perciben enseguida, en la escuela preguntan. Nunca me gustó mentirles. Cuando moría una mascota o un familiar, en la casa acostumbraban a decirles que ocurría porque ya era viejito, algo que los adultos frecuentemente decimos. Pero el problema está cuando se trata de un compañerito o alguien que no es mayor. Culturalmente celebramos mucho la vida y el nacimiento, y eso está muy bien, pero tenemos un problema terrible con la muerte, algo que no sucede en otras culturas como la mexicana o en nuestros pueblos originarios, que hacían una fiesta para despedir al ser querido. Si bien la literatura no enseña nada en lo utilitario de la palabra, el discurso literario cala mucho más hondo en esas mentiras o media verdades que se le suelen decir a los chicos. La literatura es sanadora y reparadora, da respuestas y otras veces abre preguntas sobre un tema del que no se habla mucho, y eso es lo que más me gusta.
—¿Qué conmueve hoy a los niños cuando leen un libro y en especial qué los atrapa de la poesía?
—Depende mucho de cada chico también de la forma de donar que tiene el adulto, sea un padre, abuelo, tía o hermana, que se encuentre dispuesto a acercarle la poesía y los cuentos. Cuando venimos al mundo la poesía nos acuna como primer género literario, por eso son muy sensibles a este género aunque no entiendan todo lo que dice y solo les fascine la musicalidad y su ritmo. Siempre trato de escribir para la niña que fui y siento que recupero mi infancia cada vez que escucho decir “Había una vez...” o alguna canción de María Elena Walsh. Trato de no salirme nunca de ese lugar porque al haber estado ligada a los niños durante tantos años, conozco también por dónde van sus gustos y preferencias.
—Suelen ser libros álbum, de tela o desplegables, que acompañan los poemas y mundos de fantasía y que en este formato buscan empatizar con los lectores...
—La O es un globo terráqueo, por ejemplo, es un libro troquelado que imita los viejos cuadernos índices, con minihistorias poéticas en cada letra para leer, jugar y crear con el abecedario, ilustrado por mi hija Carolina Yualé. Un sueño hecho realidad, y un material dedicado a mis alumnos de primer grado. Siempre escuchamos decir que los chicos están pendientes todo el tiempo de las pantallas pero como en la vida estamos para sumar y no para restar, si los teléfonos están en la casa y son un modo de vida para las familias que trabajan con la tecnología no le podemos decir a un chico que eso está mal. Por eso busco crear libros con otros formatos y que tengan como un bonus track donde los chicos puedan agregarle cosas e interactuar, por ejemplo mediante la lectura de un código QR que incorpore música.
—En alguna de sus reflexiones se refiere al hábito de “dar de leer”, ¿cómo se llevan hoy los adultos con esta experiencia?
—Si uno lo compara con décadas atrás, existe mayor conciencia. No se puede entregar un libro y dejarlo para que el chico lo lea, es como dar la teta o de comer, por eso siempre hablo del encuentro con los libros como un banquete y plato principal. La leche materna es importante para el crecimiento y desarrollo del niño, y la literatura lo es para la donación de la palabra. Hoy existe mucha literatura infantil, algo que se fortaleció a partir de los clubes de lectura. También hay que destacar el boom de las editoriales independientes en una ciudad como Rosario, conformada como polo cultural.
Tiempo para escribir
Beatriz Ré es licenciada en políticas educativas, mediadora de lectura y docente jubilada de nivel primario y superior. “Esta etapa me abrió otra puerta, la de la escritura. Aunque siempre me gustó escribir y participaba de talleres, ahora me doy cuenta que esta práctica necesita de mucho tiempo y de espacios, que no eran fáciles de encontrar cuando trabajaba doble turno”.
La escritora publicó su primer libro de poemas en el año 2017 en forma conjunta con otros escritores de Casilda, en homenaje a esta ciudad que cumplía cien años. A partir de ahí, la mayoría de sus escritos nacieron en pandemia.
Durante varios años, la educadora fue además columnista en el programa radial “La aguja en el pajar”, un ciclo que se emitía desde Casilda y que obtuvo el premio Pregonero 2017 (Fundación El Libro) y La Hormiguita Viajera 2018 (premio nacional y latinoamericano de literatura infantil y juvenil).
En la actualidad tiene una columna de reseñas de literatura infantil llamada “Libros bajo la lupa”, en Amsafé Caseros y es coordinadora de la revista Zoom “Un espacio para mirar-nos ”.