Ariel Brunelli trabaja ocho horas diarias como cuidacoches en la zona de Presidente Roca y el río. Siempre soñó con estudiar, tener una casa y un trabajo "en blanco" para estar feliz con su familia: su esposa y sus dos hijos pequeños. Desde este año ese horizonte se dibuja un poco más cerca: un profesor del San José lo invitó a terminar el secundario en el colegio salesiano. Enseguida dijo que sí, hoy tiene las mejores notas y todo indica que a fin de año tendrá su diploma.
"Un día, como tantos, se me acercó Hernán, un profe del San José a quien siempre le miro el auto, y me preguntó si quería hacer el secundario. Ni lo dudé, siempre había querido! Es más, el año pasado busqué en las Eempas de mi barrio y no había vacantes". El docente que nombra Ariel es Hernán Vittri, un "histórico" de la escuela de Roca y Salta, tal como lo citan sus compañeros de enseñanza. El joven fue uno de los primeros en anotarse en la nueva modalidad para adultos que ofrece la Escuela Nº2.043, con la posibilidad además de aprender un oficio.
Se presenta como un tipo laburante, que trabaja desde las 8 y hasta las 16. De lunes a viernes, a partir de las 18 asiste a clases de la Eempa 2.043 del San José. Las dos horas que le quedan entre trabajo y cursada se queda en la librería del colegio salesiano, donde aprovecha para repasar, hacer alguna tarea y conversar con quienes atienden el negocio, Sergio Castelli y Nicolás García, que de paso les dan una mano.
Ser cuidacoches no lo deja fuera de los estigmas que recaen sobre quienes están en la calle: "Soy un tipo que labura, este es mi trabajo, no lo hago para lucrar con nadie. La mayoría de la gente me conoce. Tenés amigos y enemigos como todos. Una de las razones por las que quiero salir de la calle es porque reniego mucho, a veces no te entienden. Algunos que tienen plata creen tener un rango más y te quieren pasar por encima. Por suerte con la mayoría me llevo bien. Lo que me dejan es a voluntad, lo que puedan ayudarme, yo no pongo precio, salvo cuando lavo el auto".
La escuela representa una oportunidad de proyectar en sus 31 años otro futuro; como dice una y otra vez, no sólo para él sino para su familia. "Una de las razones por las que estoy acá, estudiando, es porque quiero avanzar. Yo quiero y voy a salir de la calle, tener algo seguro, además porque quiero ser un ejemplo para mis hijos. Eso ya está pasando: se pusieron muy contentos cuando pasé a 5 año y les mostré la libreta que tengo todos 9 y 10", se planta el joven en sus propósitos.
Bachillerato
En los papeles, la Eempa del San José se llama bachillerato acelerado para jóvenes y adultos. Las clases se iniciaron este ciclo lectivo, y como todas las escuelas de esta modalidad permite completar o terminar en tres años la educación obligatoria. Lo especial de esta oferta educativa es que también permite en el mismo horario —los docentes se encargan de organizar las horas— aprender un oficio.
En los planes de Ariel está aprender electricidad. Sin embargo, su verdadera vocación es ingresar a la escuela de Policía. La idea de poder estudiar esa carrera es una motivación más para terminar el secundario.
El paso por varias escuelas primarias en Santa Fe y Buenos Aires marcó una parte de su trayectoria escolar. La otra fue en una secundaria cuando se vino a vivir a Rosario, cerca de su barrio, Floresta (Mendoza casi al límite del municipio). Repitió dos veces segundo polimodal (ahora 4º año) y contabilidad se le volvió una materia filtro. "La rendí varias veces, la profesora no me ayudaba, era muy exigente y chocaba con ella. Una vez aprobé el escrito pero no pasé el examen oral. Los docentes que estaban con ella en la mesa me querían aprobar, pero ella dijo que «por mi bien» no lo hacía. Nunca entendí eso, cuál era el bien que me hacía, porque al tiempo dejé de ir a la escuela", repasa Ariel sobre cómo fue excluido de los aprendizajes.
Ya con 18 años cumplidos, pensó que podía terminar en la Eempa de su barrio pero nunca se acomodó al cambio, sentía la ausencia de sus compañeros y la enseñanza de la escuela común. "Me empecé a quedar en la plaza de la esquina, no entraba a clases. Hasta que un día decidí dejar. Para mí fue frustrante pasar los estudios a un segundo plano", rememora con tristeza.
De ahí en más empezó a ejercer de peón de albañil, en el mercado, de canillita, de cuidacoches: "Siempre me las rebusqué para trabajar, pero no tener el secundario completo no ayuda a conseguir un empleo fijo". A los 21 años fue papá por primera vez. Pesito por pesito empezó a construir una casa en un terreno fiscal, pero las peleas de bandas del barrio le quitaron todo. Ahora vive en una casa precaria que levantó detrás de la vivienda de su mamá.
"Pero yo quiero algo mejor para mi familia. Que así como ahora los profesores, los curas, se portaron tan bien conmigo, me dieron la oportunidad de seguir estudiando, tener la posibilidad de pagar una casa, de conseguir un trabajo fijo. ¿Acaso no es el sueño de todos?", se entusiasma Ariel con que alguien lo ayude a lograr un cambio de calidad de vida.
Doble mirada
En el Colegio San José se dictan cursos de oficios en carpintería, carpintería de aluminio, electricidad del hogar y del automotor, repostería y panadería, entre otros. Los profesores comprobaron que muchos de estos alumnos no contaban con el secundario completo. Por eso se pensó en ofrecer la modalidad de jóvenes y adultos. También que quienes quieren terminar los estudios obligatorios puedan hacerlo y de paso aprender una de estas formaciones laborales.
El director de la 2.043 del San José, Osvaldo Biaggiotti, destaca esa doble mirada que ofrece esta escuela. En especial porque se apoya en la filosofía salesiana de dar una respuesta concreta a los más vulnerables. "Para nosotros la historia de Ariel es una historia enriquecedora, emblemática de lo que pretendemos en esta Eempa", define el director. Si bien es una escuela del sistema privado, se ofrecen becas para los alumnos. Ariel es un estudiante que tiene ese beneficio. "Nadie se queda afuera por razones económicas", confirma Biaggiotti.
Seguir estudiando
La escuela se creó a partir de los cargos de la Nº 3.058 Albert Schweitzer que cerró por las deudas que la patronal tenía con la Afip y la Caja de Jubilaciones. Los estudiantes fueron ubicados en otras escuelas de la zona, y algunos en el mismo San José. Sandra García era profesora en la Albert Schweitzer y ahora es la vicedirectora del nuevo bachiller de adultos. Actualmente tiene una matrícula de 25 alumnos, la mayoría en tercer año. "Aún no es muy conocido porque las clases comenzaron en abril", dice y se complace en hacerlo visible. Opina que enseñar a jóvenes y adultos es un desafío pedagógico muy valioso: "Una de las preocupaciones que tenemos en la Eempa es que no sólo tengan el título para mejorar las posibilidades laborales sino también para seguir estudiando".
La charla con Sandra transcurre en la dirección de esta escuela. Afirma que la decisión oficial de trasladar los cargos fue beneficiosa para todos: se salvó el trabajo de los profesores y el colegio consiguió la escuela que venía pidiendo como propia.
Ya es la tardecita y la escuela de Presidente Roca 150 sigue con las puertas abiertas.
Ariel se mueve por la inmensidad del San José como si fuera su propia casa. Conoce cada rincón del colegio, saluda en los talleres, a Sergio que atiende a la librería, cruza el patio que mira a calle Jujuy donde unas decenas de pibes juegan a la pelota y se reúne con el grupo de jóvenes y adultos que asisten a aprender un oficio y sus nuevos compañeros de secundario. Esa tarde comparten un mate cocido en una de las galerías. Un profesor invita a rezar un Padre Nuestro, y más que religioso se vive como rezo solidario. Nadie está solo. Hay un abrazo colectivo que invita a permanecer.