Clases no presenciales, abrazos en pausa y el objetivo de sostener el vínculo pedagógico y afectivo con sus estudiantes en un año de pandemia, sin descuidar la asistencia alimentaria. Estos fueron algunos de los retos que atravesaron las y los docentes durante estos meses de aulas cerradas y distanciamiento social. ¿Qué aprendizajes rescatan de este año escolar en pandemia?, ¿qué piensan cuando se dice que fue un año perdido?, ¿qué desafíos tiene la escuela de cara al próximo año? La Capital habló con docentes y directivos de escuelas de los distintos niveles del sistema —tanto de instituciones públicas como privadas— para esbozar un balance de lo hecho durante este año. Y también trazar perspectivas de cara a un 2021 que aún se muestra incierto.
Sandra Galliari es la directora del jardín del Normal 2 y recuerda que al inicio de la pandemia los docentes del nivel inicial se encontraron con mucha incertidumbre, pero que con el paso del tiempo fueron encontrando nuevas formas de trabajo conjunto con las familias y los niños. ”Lo esencial fue establecer y sostener el vínculo afectivo con los alumnos y alumnas. También rescato la solidaridad y la empatía entre compañeros de trabajo para sostenernos, contenernos y sumar aportes de que hacer para llegar a quienes estaban del otro lado, los más perjudicados, los niños y las niñas”, dice. Galliari valora la capacidad que tienen los chicos y chicas de aceptar con naturalidad lo que les tocó en este año de confinamiento, dejando plasmado en cada encuentro su espontaneidad, inocencia y curiosidad. Y afirma: “Aprendimos a mirar, más que nunca, la mitad llena del vaso”.
Docente de lengua y ciencias sociales de la primaria del colegio Marcelino Champagnat, Victoria Acosta sostiene que en este tiempo pudo reafirmar muchas ideas que tenía, “tanto para bien como para mal”. Y explica: “Reafirmé algunas cuestiones como la importancia del trabajo colectivo”. A modo de ejemplo, cita el caso de “Recreo, la voz de la Champa”, el programa de radio que realizaron a través de una FM barrial. Un espacio que, además de lo lúdico y lo educativo, buscó rescatar las experiencias solidarias que llevaron adelante durante la cuarentena los vecinos y vecinas de Villa Banana. “Claramente —dice— si no hubiera sido por la solidaridad de las familias y de la comunidad educativa todo hubiese sido mucho más difícil”.
Gastón Zencic es docente y director de la secundaria de la Escuela Nuestra Señora de Itatí, ubicada frente a la plaza central de barrio Las Flores. “Entre los aprendizajes más notables rescato comprobar la adaptabilidad de la escuela a situaciones inéditas, que desde lo virtual también puede hacerse escuela y la importancia de la presencialidad, del contacto cara a cara en la relación enseñanza y aprendizaje”, dice el profesor.
Mariana Caballero da clases en el profesorado de nivel primario del Normal Nº 1 y destaca la capacidad que demostraron las y los trabajadores docentes y estudiantes para reinventarse ante las adversidades. “Aprendimos a utilizar las tecnologías, a diseñar clases por email, WhatsApp y plataformas de aprendizaje”, cuenta. Un trabajo que demandó una mayor cantidad de tiempo. “Eso intensificó y colonizo nuestro tiempo personal —dice Caballero—, e implicó un esfuerzo extraordinario tanto de docentes como de estudiantes para enseñar y aprender”. Caballero destaca que los docentes hicieron todo lo posible para sostener la práctica educativa en una coyuntura altamente desfavorable, lo que condujo a valorizar la escuela presencial “por su capacidad de encuentro, de diálogo y humanidad, de afecto y abrazo colectivo”.
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Sandra Galliari es directora del jardín del Normal 2, y Victoria Acosta es docente de la escuela primaria Marcelino Champagnat.
Un año perdido
Frente a las voces que plantean que el 2020 fue “un año perdido” en materia educativa, la directora del nivel inicial del Normal 2 manifiesta su discrepancia. Por el contrario, cree que fue “un año de oportunidades y de crecimiento donde se aprendió muchísimo, especialmente en valores, en adaptarse, en aprender a usar los recursos y la imaginación, a valorar las alternativas y especialmente a seguir adelante aún en la adversidad”. “Todo este proceso —agrega— atravesado por las emociones, las incertidumbres, las frustraciones, las angustias”.
“Me cuesta pensarlo como un año perdido, me parece muy simplista”, sostiene Victoria Acosta (maestra de primaria de la Marcelino Champagnat). Por el contrario, rescata que en este tiempo se desarrolló un fuerte vínculo con las familias, que se convirtieron en aliadas principales para poder llevar a cabo el proceso educativo. “Por eso digo que este año fue ganado desde el fortalecer —o generar en algunos casos— ese vínculo con las familias. Y el desafío para el 2021 es que esto no quede solamente en un año de pandemia sino que sean nuestros aliados siempre”, agrega.
Gastón Zencic tampoco comparte la expresión de quienes sostienen que este fue “un año perdido” y apunta: “Es más, me atrevería a decir que saltamos un lustro, quizás una década hacia adelante. Más allá que me hagan ruido y no me gusten, las medidas tomadas por los Estados para enfrentar la pandemia nos metieron de prepo en el siglo XXI. Teletrabajo, el dinero digital —entre otros— tenían desarrollos que se aceleraron por la pandemia. Se nos impuso violentamente repensar el formato escolar”.
Por su parte, para Mariana Caballero quienes señalan que este fue un año perdido seguramente han estado lejos de los espacios de enseñanza y aprendizaje. “Se puede atribuir solo a la ignorancia o a la intención política, la idea de culpabilizar a los docentes y a la escuela pública”, sostiene la docente del nivel superior. Define a quienes asumen esta actitud como sectores de la sociedad que cierran los ojos ante lo extraordinario de la situación.
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Gastón Zencic es docente y director de la secundaria de la Escuela Nuestra Señora de Itatí, y Mariana Caballero es docente en el profesorado de nivel primario del Normal Nº 1.
Desafíos 2021
De cara al año que viene, Sandra Galliari considera que las dinámicas son inciertas y que van a depender de la situación epidemiológica que se imponga. “De todas maneras consideramos importante que todos los niños y niñas tengan las mismas oportunidades, porque lo que puso de manifiesto esta pandemia es la brecha de desigualdades entre muchos chicos y chicas”, afirma.
Para Victoria Acosta, además de sostener el vínculo con las familias, otro de los grandes desafíos para los próximos meses es el ir en busca de esos alumnos y alumnas que, por diferentes motivos, no han tenido vínculo con sus docentes. “Eso va a depender de la escuelas, de una mirada colectiva de las autoridades ministeriales y de las organizaciones sociales que haya en el barrio, porque es un trabajo que va a implicar mucho compromiso”. Otra de las conclusiones de este año que menciona es el derecho a la conectividad, “que claramente no se cumple y profundizó aún más la brecha entre nuestros alumnos”.
Gastón Zencic apunta: “Visto que la igualdad de condiciones nunca se cristaliza —y a pesar del cambio o posible cambio del formato escolar— creo que sigue siendo un desafío la igualdad en los resultados, es decir que todas y todos puedan aprender y finalizar la escuela secundaria”.
Desde el nivel superior, Mariana Caballero dice que los retos que deberán afrontar los docentes el próximo año serán los de mejorar las propuestas de clases a distancia a partir de la experiencia vivida, organizar la capacidad colectiva de luchar contra la adversidad, seguir apropiándose de las tecnologías e invitar amorosamente a la escuela a los estudiantes con los que no se pudo sostener el lazo pedagógico. Una tarea que reconoce no será sencilla: “Hace falta construir desde el Estado y desde todos los sectores sociales una pasión colectiva que invite a volver de nuevo a clases. Para ello será clave lograr una conectividad masiva, que se reconozca salarialmente el esfuerzo realizado y se ponga en valor a la educación pública como espacio colectivo de lucha por la igualdad y la democracia”.