Alguien tenía que hacerlo. Parece insólito pero uno de los mayores y más populares creadores de sueños no había sido nunca el centro de una producción a 46 años de su muerte y 85 desde que creó a Mickey Mouse. Pero ahora se hizo justicia y nada menos que por quien no parecía destinado a tomar las riendas del asunto. El compositor estadounidense Philip Glass es el responsable de “El americano perfecto”, la ópera que retrata el fenómeno trágico y poético de Walt Disney, a partir del libro homónimo escrito por Peter Stephan Jungk y que fue estrenado en Teatro Real de Madrid a pedido de su director artístico, Gerard Mortier.
“La gente creía que me iba a reír de él, pero todo lo contrario”, aseguró el músico. De todas maneras “El americano perfecto” se destacará sin dudas en la carrera de este creador con un repertorio que abarca más de veinte óperas, otros tantos ballets, diez sinfonías, decenas de conciertos y piezas de cámara, además de haber trabajado para los más famosos directores de cine como Martin Scorsese, Peter Weir y Peter Greenaway, entre muchos otros y en películas como “The Truman Show” (1998), “La caída de la Casa Usher” (1988), “Las horas” (2002), “Notes on a Scandal (2006) y “El sueño de Cassandra” (2007), entre muchos otros.
Sentimientos. Si bien es verdad que por primera vez la vida de Walter Elias Disney (1901-1966) sube a escena, el trabajo está lejos de ser un documental. La obra se centra en los “sentimientos” más que en los hechos y, a su vez, sirve para mostrar “lo mejor y lo peor” de Estados Unidos a través de uno de los personajes más importantes de la cultura popular, según explicó a los medios Glass.
Sus personajes favoritos son aquellos que “pisan el barro y tienen la cabeza en las nubes”, algo que poseía Walt Disney y que hace que su personalidad sea compleja. Su dimensión innovadora también se refleja en esta obra y, tal y como señaló Glass a medios europeos, “fue él quien adoptó la idea de usar dibujantes para crear un trabajo de masas”. En una de las escenas, un niño le pregunta acerca de las miles de imágenes que se necesitan para realizar dibujos, a lo que Disney responde: “No he hecho ninguno, pero sin mí no habría película”.
El origen del proyecto se remonta a la época en que Mortier era director de la ópera de París, donde reside Jungk, quien un día le entregó un ejemplar de su libro sobre la vida de Walt Disney. Mortier, con un claro sentido de la industria cultural y una mirada singular sobre la ópera contemporánea, vio de inmediato una trama ideal para una nueva producción. En un viaje a Nueva York le entregó un ejemplar a Philip Glass, quien ya había encarado a figuras históricas en sus trabajos como Gandhi, Cristóbal Colón, Albert Einstein o Johanes Kepler. Después de leer el libro, Glass aceptó el encargo, pero con el traslado de Mortier a Madrid la producción corrió a cargo del Teatro Real y de la English National Opera de Londres.
Las preocupaciones y las decisiones a las que se enfrenta Disney lo acercan al resto de la humanidad, por lo que, en esencia, “El americano perfecto” habla “de todos nosotros, de la tragedia humana”, según el creador de esta ópera. Su preocupación abarca también la supervivencia de su persona y teme que Mickey y Donald sean quienes permanezcan en la memoria popular.
En la ópera aparecen dos personajes vitales en la historia de Estados Unidos y de su cultura popular: Abraham Lincoln y Andy Warhol. El impulsor del pop fue una “influencia enorme” para Glass y fue a él a quien recurrió para construir un lenguaje “armónico y contundente”. “Mi música es primariamente tonal, así que busqué los colores primarios de Warhol para guiarme en la ópera”, dijo.
Alquimia. En una rueda de prensa, Philip Glass explicó: “Walt Disney es uno de los personajes más importantes de la cultura de mi país. Es un hombre que abrió el Sur, con todo el bagaje cultural de su época. Pero también era un hombre de su tiempo, con ideas muy conservadoras, y a la vez un visionario. Quiero aclarar que la ópera no es un documental, sino poesía”.
Glass, para quien la ópera es “una especie de alquimia, donde las cosas ordinarias se pueden transformar en oro”, recordó que fue Disney quien introdujo la música clásica” en la animación con la película “Fantasía”, con la que muchos escucharon por primera vez composiciones de nombres como Bach o Tchaikovski.
En su libro, Jungk realiza un retrato punzante sobre la personalidad egocéntrica de Walt Disney. En sus declaraciones, el compositor de la ópera que se estrena en Madrid suavizó esta perspectiva: “Disney y mi padre fueron coetáneos”. En este sentido, Glass indicó que de niño vivió en Maryland y hasta el año 1962 hubo segregación racial. “La gente que vivía allí tenía las ideas que predominaban entonces, no eran malas personas. No se puede separa a las personas de su entorno”, matizó.
Sin embargo aclaró: “La ópera se divide en dos partes. En la primera está el Disney que todo el mundo ve; en la segunda, lo que él creía de sí mismo, y todo es una interpretación que trata de retratar las obsesiones de un hombre que, cuando estaba a punto de morir, se mostraba desconcertado con la idea de desaparecer cincuenta años después de su muerte como tal y con que la gente no supiera distinguir entre un ser humano y una compañía”.