Nadie más que Julio Velasco sabe lo que tiene que hacer con el seleccionado argentino masculino de cara a los Juegos Olímpicos de 2016, el objetivo final de su gestión al frente del equipo. Pero más allá de las cuestiones técnicas y tácticas que pueda aportar el entrenador multilaureado, encontrarle la regularidad al conjunto será el mayor desafío. Fortalecer la cabeza será fundamental si de verdad Argentina cree que puede pelear con las potencias. La imagen final del seleccionado en el Mundial de Polonia, eufórico, festejando el triunfo frente a EEUU, vigente campeón de Liga Mundial, entusiasma. Pero no alcanza cuando esa vara no logra sostenerse en la altura. El equipo albiceleste terminó la Copa del Mundo en el puesto 11º, dos lugares más abajo que el que consiguió en Italia en 2010, cuando fue 9º y mostró segmentos para entusiasmarse en grande.
Desde Italia 2010 el equipo insinuó más de lo que concretó. Potencial tiene, pero el "salto" se hace esperar. Ya hablaba Javier Weber allá por el Preolímpico 2012 de que su gran objetivo como entrenador era "matener un alto nivel de juego el mayor tiempo posible". La idea de Javier, que reavivó un vóley nacional cuando arribó en 2008, se vio materializada especialmente en los Juegos Olímpicos de Londres, con un 5º puesto con sabor a poco. A esta altura parece demasiado pretencioso decir esto, pero ese 5º lugar tuvo sabor agridulce porque los chicos sintieron y mostraron que estaban para dar el golpe.
En los dos años que transcurrieron, desde ese lugar bárbaro a este presente, también pasó mucha agua debajo del puente. Hubo actuaciones destacadísimas en Sudamericanos y Liga Mundial, también presentaciones decepcionantes, como la de la Liga 2013, torneo en el que Argentina ganó el primer partido y perdió los 9 restantes. Entró a la ronda final sólo por ser local en Mar Del Plata y otra vez no pudo levantar cabeza. O no quiso. Porque allí se empezaron a ver los primeros indicios de un plantel fragmentado y distanciado con el DT, que en lugar de avanzar retrocedía.
Esa "regularidad" que Weber logró en Londres 2012 voló en medio de los conflictos. Algunos referentes del plantel le dieron la espalda a Weber y desde afuera también se inició una movida que aceleró los tiempos. Tanto que a fines de 2013, el ex DT fue separado de su cargo por los directivos de la federación argentina, que fue en busca de Julio Velasco. De este Velasco que aparece como el ideal de entrenador si se pretende dar un salto de calidad, que dio una enorme muestra de compromiso relegando años de vida en Europa y desvinculándose de Irán, al que estaba dirigiendo. El DT pudo haberse quedado tranquilo ahí, donde lo idolatran y le atribuyen el gran crecimiento de su selección: ¿O acaso muchos pensaban que Irán iba a estar en la definición del Mundial de Polonia? Los persas se metieron entre los seis mejores. Y a ese equipo lo hizo Velasco.
El platense asumió el desafío de dirigir a la selección de su país y, después de debutar en una Liga Mundial con pocas pretensiones, asumió el Mundial como primer gran desafío. A juzgar por los resultados, Argentina no estuvo tan mal: jugó nueve, ganó cinco y perdió cuatro. Ganó y perdió los lógicos, aunque no se animó a más. Las derrotas que sufrió en segunda ronda dejaron esa sensación: Francia e Irán estaban ahí, al alcance de la mano si Argentina mantenía los dientes apretados. Pero la irregularidad pesó incluso dentro de los mismos partidos. Un set ideal, otro muy malo.
Por esos dos encuentros la selección se quedó sin aspiraciones, sin chances de seguir avanzando. Y ya sin la presión de tener que ganar se dio dos gustazos para completar la segunda ronda: armó dos altas producciones y les ganó a Italia y a EEUU.
La adrenalina de ese último momento, sin embargo, no debe ganarle al análisis. Y si bien es cierto que Velasco recién dirigió su primer entrenamiento en abril y no tuvo demasiado tiempo para accionar ,nadie más que él ya tomó nota de todo lo que tiene que pulir de cara a los Juegos 2016.
En el vóley todas las facetas son fundamentales, pero la cabeza lo es todo. Esa fortaleza es la que permite aprovechar las mínimas chances que dan los grandes. Argentina debe convencerse de que puede, aprender a convivir con la regularidad y la presión, dar definitivamente ese salto de calidad al que aspira desde hace 4 años, cuando el Mundial de Italia le abrió los ojos a ciertas ilusiones. Velasco tiene mucho trabajo.