La astucia de los anuncios: dos casos prácticos. He aquí dos ejemplos de cómo se deben redactar los
anuncios: en el primero de ellos, como las campañas para desterrar los descomunales sombreros en el
teatro no dieron ningún resultado, Mr. Tom Davis, director del Queens Theatre de Londres, tuvo la
genial idea de fijar en el vestíbulo de su local varios cartelitos donde en gruesos caracteres se
decía lo siguiente: "El empresario de este coliseo, teniendo en cuenta la crudeza del tiempo
reinante, autoriza a todas las damas mayores de 50 años de edad a que no se quiten el sombrero
durante la función". De más está decir que esta idea produjo efectos sorprendentes, ya que las
señoras, al enterarse del consabido cartel, se apresuraron a despojarse de sus sombreros antes de
entrar a la sala. El segundo caso se trata de un londinense que había perdido un paraguas de seda
en la iglesia San Pablo, por lo que sin tardanza se fue a un periódico y publicó un aviso diciendo
que la persona que lo hubiera encontrado por favor lo entregara en High street 25 y que sería
gratificada. Sin embargo, dos días después no había obtenido ninguna respuesta, por lo que volvió
al periódico para quejarse de la poca trascendencia que había tenido el anuncio. Allí le explicaron
que la culpa había sido sólo suya porque el aviso tenía poca fuerza, y un reporter se ofreció
entonces a redactarle uno nuevo con el siguiente texto: "El individuo que fue visto el domingo
pasado en la iglesia San Pablo llevándose un paraguas que no le pertenecía, debe apresurarse a
devolverlo en High street 25 si quiere evitarse molestias y una herida en su reputación. Se sabe su
nombre". A las dos horas de aparecer el nuevo anuncio, el buen londinense había ya recibido más de
una docena de paraguas de seda, de diversas dimensiones, con explicaciones del hallazgo y con
súplicas de que no llevara el asunto adelante. (1909)
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