Una pequeña rencilla doméstica. De fenomenal puede calificarse la gresca que armaron anteanoche a las 11 en su habitación del conventillo sito en calle Alvear 361 los concubinos Hilario Giacometto y María Sánchez, quienes encontrándose en estado de completa ebriedad promovieron una áspera discusión por quién pagaba el alcohol. Aquello fue una de gritos infernales que despertaron a los demás inquilinos que dormían tranquilamente a esa hora, y después de haber agotado todo el repertorio de epítetos desagradables y degradantes imaginables y por imaginar, y cada vez por consiguiente con los ánimos más exaltados, los tortolitos se fueron abruptamente a las manos. La Sánchez, mujer de gran empuje y emprendedora, comenzó sacándole varios cuerpos de ventaja a Giacometto, al que le dejó la cabeza hecha un nido de pájaros después de una tormenta de tantos cachetazos y trompadas. El hombre, borracho hasta el hartazgo, al verse así vencido por su contrincante, honrosa representante del sexo débil, sólo atinó a alcanzar con una mano un candelabro de bronce que había sobre la mesa, y más de puro reflejo que por puntería se lo estampó en la cabeza a su amada, la que con un grito desgarrador cayó al suelo en estado semi consciente. Ese momento fue aprovechado por su galante caballero para caerle encima a candelabrazos limpios, dejándole a la mujer el cuerpo y la cabeza con serias contusiones mientrras se retorcía en el piso. En ese estado las cosas, los vecinos lograron que concurriera al lugar de la rencilla doméstica un agente seccional, el que intervino sin preámbulos deteniendo a ambos concubinos y conduciéndolos a la comisaría más cercana. Allí, un joven practicante de la Asistencia Pública curó de primera intención a la lesionada, y adelantó que su estado no reviste gravedad. Se redactó el sumario respectivo. (1906)