Ciego y enceguecido. En la ciudad de Jujuy se desarrolló un impresionante drama del que fueron protagonistas los cónyuges Sebastián Pinto y Angela Ontivero. Pinto y Angela habían contraído enlace hace 18 años, más o menos, y vivieron en completa armonía. Pero un día, por una de esas fatalidades del destino, Pinto quedó ciego, y desde entonces empezó su martirio. Es que Angela no fue la mujer honesta y abnegada que su marido hubiera deseado tener sino que, muy por el contrario, aprovechó ilícitamente la ceguedad (sic) del pobre hombre, y entonces empezaron las desavenencias. El ciego calculó los traspiés de la mujer y la vida se le hizo insoportable. Así transcurrieron los días hasta el lunes pasado, en que se desarrolló el drama. Pinto mandó a su mujer a que buscara comprador para un carro que tenía en el interior de su domicilio, pero como a la ocasión la pintan calva, la mujer aprovechó para no regresar a su hogar. Por la tarde, el ciego se trasladó a la policía para dar cuenta de la falta de su mujer, pero la policía no dió con ella. Pinto, entretanto, doblemente enceguecido por los celos, adquirió un cuchillo y lo afiló hasta las nueve de la noche. A las 11 se presentó la mujer. Cuando Pinto la sintió cerca la acometió a puñaladas, dándole una muerte instantánea. Al ser examinado el cadáver pudo contarse siete heridas terribles y mortales. El ciego, satisfecho de su obra, se presentó al día siguiente a la policía contado lo que había hecho. (1910)