Indios en pie de guerra. No pueden ser más alarmantes las noticias que se reciben de los frecuentes malones de los indios que tienen sus tolderías en la región chaqueña, llevados a cabo en las estancias o criaderos de ganado vacuno situados en las inmediaciones de los ríos Bermejo y Pilcomayo. Los avances y depredaciones de los salvajes llegan hasta el extremo de arrear todo el ganado que encuentran en los puestos, sin dejar en ellos un solo animal. Pero no paran ahí sus correrías de depredación sino que van por más: llegan hasta los centros de población, cuyos pacíficos habitantes deben abandonar aterrorizados sus hogares y refugiarse en los bosques para librarse de caer cautivos o perder la vida. Es entonces que los asaltantes proceden al saqueo de las casas abandonadas, llegando su ferocidad hasta el extremo de incendiar aquellas. Es imposible hacer un minucioso relato de los horrores cometidos allí por los indígenas, quienes han introducido el pánico en los habitantes de aquel territorio argentino, la mayor parte de los cuales comienza a emigrar con destino a otros puntos que ofrezcan seguridad para sus vidas e intereses. El pequeño número de soldados de línea que permanece allí de guarnición es impotente para luchar contra los indios del Chaco y evitar el avance de los mismos hacia las poblaciones civilizadas. Se sabe que varios miles de salvajes, provistos de armas de fuego y de buenos caballos, se mantienen en pie de guerra y amenazan sembrar la desolación en aquellos parajes. Mientras tanto, ¿qué hace el gobierno nacional para evitar la despoblación de aquellas fértiles tierras? ¿Por qué no se envían allí dos, tres o cuatro cuerpos de línea que den una definitiva batalla a los salvajes que viven del robo y el atropello, en sus propias tolderías, tratando de someterlos a la vida civilizada en nombre de los bien entendidos intereses de la nación? (1907)