Cuando el besarse era un crimen. En una orden oficial del día dirigida a los capitanes, tenientes, furrieles, sargentos, brigadieres y agentes que de él dependen, el jefe de policía de Nueva York ha ordenado que se tomen medidas para impedir en los sitios públicos el cambio de besos de una duración mayor de dos segundos. "Cuando un oficial de policía -dice la citada órden- vea a dos personas de sexo opuesto en acto de besarse largamente, deberá, con algún rumor, advertirlas de su acercamiento. Si a pesar de esa advertencia las personas no separan sus labios, deberá, para lograr su objetivo, apelar a las medidas que aconsejen las circunstancias, y podrá llegarse hasta al arresto de los delincuentes si ello fuera necesario". De todos modos, parece que estas órdenes severas no han surtido mucho efecto. Los diarios newyorkinos aseguran que los besos largos continúan tan vitales como antes y que los agentes de policía de esa ciudad no tienen más remedio que seguir haciéndose los ciegos. (1909)