Tras una larga década de recuperación, la industria enciende “luces amarillas” sobre el futuro de la actividad. “No está parada pero sí tiene una curva de crecimiento mucho menor”, advirtió Sergio Vacca, titular de la Asociación de Industriales Metalúrgicos de Rosario (AIM). La tradicional entidad empresaria acaba de cumplir 70 años en un contexto muy distinto a los de los 90, cuando el cierre de establecimientos era la regla. Igual, su presidente está preocupado. Alertó que la competitividad del sector se está perdiendo y que su defensa se sostiene en medidas “coyunturales” como la regulación de las importaciones. Aludió a ruidos económicos y políticos que asustan al sector y pidió, en ese sentido, “previsibilidad” y políticas de largo plazo.
—La Asociación de Industriales Metalúrgicos cumplió 70 años. ¿Cómo cambió la forma de hacer gremialismo empresario en ese tiempo?
—En todos los países del mundo en los que la actividad industrial tiene cierta injerencia en la vida política y económica, las entidades gremiales articulan entre los distintos sectores. Hay que entender el gremialismo no sólo como una cuestión de reclamos sino de propuestas. Y como forma de coordinar con los trabajadores y otros rubros industriales. AIM es una entidad con 70 años de vida, muy activa, inserta en la comunidad de organizaciones empresarias, y con un buen entramado de bases. Participa en Fisfe, en Adimra y en la UIA. No fue siempre así. Antes de estos últimos diez años había mayor discrepancia entre las entidades, se trabajaba menos en conjunto. Hoy tenemos una única entidad industrial provincial, a partir de un proceso largo del que nuestra asociación fue protagonista. En una época en Santa Fe había cinco entidades que decían que eran federaciones industriales. Hubo una madurez por parte de todos los dirigentes, que entendieron que era más importante el bien común que la figuración personal de cada uno. La actividad industrial metalúrgica, específicamente, tiene una base representación muy importante porque engloba bajo esa denominación a sectores muy diversificados.
—¿Cómo influyó en la actividad gremial la posconvertibilidad?
—Después de los 90, cuando tuvimos una pérdida muy importante de industrias por la aplicación de políticas neoliberales a ultranza, tuvimos una recuperación vinculada también a una visión más industrialista del gobierno. Ningún país de mundo desarrollado llegó a lo que es desprotegiendo a su industria. No se trata sólo de cerrar la frontera sino de administrar los términos de intercambio con inteligencia. La recuperación de la actividad industrial influyó en las entidades empresarias, que crecieron al compás de la actividad. En nuestro caso, debemos sumar un elemento muy importante: el convenio colectivo que obliga a las empresas a hacer un aporte del 1% de la masa salarial, que se centraliza en Adimra y se coparticipa a entidades regionales y sectoriales. Eso nos dio un oxígeno que nos permite cumplir con un rol importante en la provisión de información, crear indicadores económicos, capacitar y formar equipos de análisis. En los ocho años que lleva este acuerdo nos permitió trabajar en muchos servicios para los asociados. En la entidad estamos permanentemente tratando de adecuarnos a la realidad de las industrias.
—¿Hay miedo de que se termine el ciclo de recuperación industrial?
—Hay problemas estructurales y coyunturales. Notamos con preocupación que se deteriora la competitividad. Un concepto complejo que tiene que ver con los procesos y forma de organización de la propia empresa pero que tiene mucho que ver también con el contexto. Hay una competitividad que tiene que ver con los servicios. Si la logística no es competitiva, si la infraestructura es obsoleta, erosionan la competitividad. El tipo de cambio que percibe el industrial también es un tema. Nuestro sistema impositivo es regresivo. Hay que reverlo. Hay que premiar a las empresas que reinvierten. Tenemos que crear una banca de desarrollo industrial, más allá de que circunstancialmente hoy haya líneas de créditos muy convenientes. Tenemos que crear la posibilidad de tomar crédito en base a una idea. Eso permite el desarrollo de las empresas que están en formación, el semillero de las industrias. Hay una serie de cosas a mejorar. Se necesita tener un horizonte de previsibilidad a mediano plazo, que permita que emprendedores tengan una mejor base. El crecimiento del consumo interno tiene que estar acompasado con las posibilidades de la industria de proveerlo, si no se producen fenómenos inflacionarios. El gobierno también tiene que acompañar ese proceso con sus ecuaciones monetarias. Hay algunas luces amarillas. La actividad industrial no está parada pero sí tiene una curva de crecimiento mucho menor y se está sosteniendo con algunas cuestiones, como la regulación de las importaciones que hace la Secretaría de Comercio Interior, que es coyuntural. Estas regulaciones no pueden ser permanentes. Hay medidas coyunturales pero no sostenibles en el tiempo. Ojalá los gobiernos interpreten nuestra posición.
—Con sus cosas discutibles, las señales del gobierno son de protección a la industria...
—Sí, las señales son de protección a la industria. Lo que pasa es que a eso hay que darle sustentabilidad. Y ese es el ajuste que hay que darle en ese momento. La falta de previsibilidad sobre el crecimiento sostenido en el tiempo de la actividad industrial puede llevarnos a problemas en el futuro.
—¿Las industrias trabajaron para sustituir importaciones?
—Dentro de sus posibilidades, las empresas han crecido mucho porque han reinvertido mucho. Hasta más de lo aconsejable. Se han endeudado y ha habido una reinversión muy importante en maquinaria y en procesos. Pero uno puede hacer los deberes internos y si el contexto no te da señales claras, todo se lentifica mucho más.
—¿Se piden medidas económicas o políticas?
—Creo que un poco de ambas. No hay medidas económicas que no afecten lo político y viceversa. Hay coyunturas que tienen más que ver con lo político y otras con lo económico. Pero hay vasos comunicantes. No puede haber una economía brillante en contexto político en el que todos se están peleando contra todos. Y siempre los desentendimientos políticos tienen una implicancia económica.
—En los últimos informes de Fisfe, la UIA y el Indec se muestra cierto repunte de la actividad industrial en segundo trimestre. ¿Cómo lo ve?
—Dadas las diferencias de porcentaje que estamos manejando, no es un repunte muy significativo. Y en el crecimiento del primer semestre hay una participación muy importante de la industria automotriz. La industria automotriz en nuestro país tiene una balanza comercial deficitaria. Y está muy ligada a la demanda de Brasil. Es un indicador que hay que tomar con pinzas.