Bogotá. — El presidente de Colombia, Alvaro Uribe, entregará su cargo el 7
de agosto con una alto índice de popularidad, gracias al fortalecimiento de la seguridad interna en
sus ocho años de gobierno.
Después de que la Corte Constitucional rechazara en febrero pasado su
aspiración a un tercer mandato, el mandatario inició la despedida de sus millones de seguidores y
un balance de su gestión. Diversos sectores ofrecieron su respaldo en los comicios de 2002 al
entonces abogado y ex senador, tras la promesa de emplear “mano dura” contra los grupos
armados ilegales. La implementación de la “Política de Seguridad Democrática”, logró
recuperar la presencia del Estado en diversas regiones del país. Los detractores de Uribe afirman
que ese logro incluyó violaciones de los derechos humanos.
A través de la financiación estadounidense del Plan Colombia el gobierno
uribista también registró avances en la lucha contra los narcotraficantes, si bien el país es aún
el mayor productor mundial de cocaína. Asimismo, entre 2003 y 2006, más de 32.000 paramilitares
entregaron sus armas.
Pero sin duda el respaldo a Uribe, por encima del 70% a ocho años del
inicio de su gestión, obedece a los golpes que asestó a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de
Colombia (Farc), la mayor guerrilla del país. Muchos de esos éxitos vinieron después de que
modificara la Carta Magna para lograr la reelección presidencial inmediata en 2006. Las autoridades
demolieron a la cúpula guerrillera con muertes y capturas. En 2008 el ejército abatió al segundo de
las Farc, Raúl Reyes, en un bombardeo en territorio ecuatoriano, lo que generó la ruptura de las
relaciones diplomáticas aún vigente. El mismo año, un operativo militar rescató a la ex candidata
presidencial Ingrid Betancourt y otros rehenes, todos de alto valor para las Farc. Y el domingo
pasado las fuerzas armadas rescataron a un general, dos coroneles y un sargento, quienes
permanecieron por más de 11 años cautivos de las Farc.
Estos rescates debilitaron a la principal exigencia de la guerrilla: la
negociación de un “canje” de por lo menos 18 uniformados a cambio de la amnistía de más
de 500 subversivos presos. Los golpes también acabaron con la imagen de invencibilidad de las Farc.
Paralelamente, desacreditaron a quienes en Colombia critican a la política de seguridad de Uribe.
(DPA)