En plena crisis de la industria discográfica, Vicentico es uno de los pocos privilegiados que vende discos como pan caliente. Su carrera solista, que ya lleva diez años, resultó un éxito. Sin embargo, él no lo piensa en esos términos, y asegura que lo único que le importa es haberla pasado bien. Cruzando límites de estilos y épocas, y explotando su costado más crooner, el líder de los Cadillacs encontró un código que lo acercó a todo tipo de público, mientras algunos colegas rockeros, como él mismo reconoce, lo miran "con cierto reparo".
De gira por la Argentina, el cantante llega hoy a Rosario para presentarse, a las 21.30, en el teatro El Círculo, Laprida y Mendoza. Ahí sonarán las canciones de su último álbum, "5", y también los hits de sus cuatro discos anteriores. En charla con Escenario, Vicentico aseguró que no le tiene miedo a nada, que es un poco inconsciente y que nunca tuvo prejuicios con la música. También reflexionó: "Uno hace canciones para revivir y para dejar grabado algún momento que te marcó en la vida".
—Yo no tengo un show armado. Mi show son las canciones, y la lista de temas la voy cambiando. Todo depende del lugar donde tocamos y las ganas y el ánimo que tenemos nosotros. Supongo que, como vamos a tocar en un teatro muy bonito como El Círculo, el concierto irá para un lado más intimista, pensado para lugares más chicos. El show está basado en el último disco, pero también hacemos canciones viejas.
—Tu primer disco solista salió en 2002. ¿Qué balance hacés de estos diez años de carrera?
—Yo no soy muy afecto a los balances, pero la verdad es que la pasé realmente bien durante estos diez años. Ese es el único modo en que se pueden medir las cosas: si uno la pasa bien, si está contento, o si se siente para el orto. Estos últimos años para mí fueron muy cómodos, muy agradables, y con mucha alegría todo el tiempo. Los discos los hice con mucho cariño, di todo lo que tenía en ese momento. Aparte me pasó de todo: desde reencontrarme con viejos compañeros hasta cantar con Tony Bennet y con Carlos Santana. Fue hermoso transitar ese camino.
—¿Tenías miedos o dudas antes de lanzarte como solista? ¿Cómo lo recordás ahora?
—Yo no le tengo miedo a nada, no porque sea valiente, más bien todo lo contrario (risas). Soy un poco inconsciente. Nunca tuve miedo básicamente porque se trata de música, si tuviera que encarar una situación más complicada sería otra historia. Mientras se me permita grabar y tocar, y que alguna canción mía le interese a la gente, con eso yo me doy por satisfecho. Y de ahí voy para adelante.
—Tus discos fueron profundizando en una veta cada vez más melódica y romántica. ¿Eso es algo que estaba planeado o se fue dando naturalmente?
—Yo no me veo en el género melódico-romántico, sí puedo ir un poco más allá y hablar de romanticismo. Uno siempre está escribiendo la misma canción, sólo que la vas vistiendo de maneras diferentes. Yo no siento que haya cambiado demasiado a lo largo de los discos.
—¿Tenés algún solista como modelo?
—Me gusta mucho David Bowie. Es el cantante solista por excelencia. También me gustan Neil Young y Leonard Cohen. Son artistas que me conmueven, lo que no quiere decir que yo siga el mismo camino. Son gente de la que uno intenta aprender.
—En tus discos versionaste a cantautores como Roberto Carlos y Franco Simone. ¿Los escuchás desde hace mucho tiempo?
—No, nunca fui un seguidor de ellos, pero sí los conocía. Lo importante es que, sin seguir a un artista, sus canciones te quedan grabadas de alguna manera, quedan grabadas en algún lugar raro del cuerpo o del espíritu. En mi casa no se escuchaba Roberto Carlos. En mi familia lo consideran un músico grasa, porque éramos medio intelectuales. Recuerdo que la chica que trabajaba en casa escuchaba esa música. Ella ponía a Roberto Carlos en su cuarto y yo lo escuchaba, y de alguna forma me conmovía. Yo siempre asocié esa música con tardes de domingo, y tal vez venga de mi infancia. También está la canción de Xuxa ("Esto de quererte"), que grabé en mi último disco con Vale (Bertuccelli). Obviamente que no tengo los discos de Xuxa en casa, pero en algún momento escuché ese tema en la tele y me quedó grabado. Cuando uno hace canciones es para revivir y para dejar grabado algún momento que te marcó en la vida.
—Vos dijiste en una entrevista que te considerás "un músico de rock". Más allá de esa definición, ¿alguna vez te sentiste limitado por el rock y los estilos afines?
—Yo nunca me sentí limitado, pero entiendo que puede suceder. Que vos me lo preguntes significa que hay una pelea por dar. Yo no lo siento como "uy, qué tremendo, voy a tener que soportar que me digan tal cosa". Pero sí sé del tema. Si sé que hay colegas que me miran con cierto reparo. Es una cosa muy argentina. Con los años entendí que a veces nos movemos de ese modo acá. Si yo hubiese cantado en inglés y viviera en otro lado, capaz que lo mío se vería como algo retro, y no como una canción melódica romántica. Yo no tengo prejuicios. Y esto ya me pasaba desde chico: cuando decía que me gustaban los Bee Gees me miraban mal. Pero los Bee Gees me siguen gustando.
—Entonces sentís una especie de rechazo de parte de colegas o de músicos de tu generación...
—La verdad es que yo no me doy cuenta. Pero sospecho que puede pasar. A mí nadie me dice nada, al contrario, yo me siento muy querido y soy amigo de un montón de colegas. No sé. Yo no conozco al muchacho de La Renga, por poner un ejemplo. A lo mejor si me pongo a hablar con él me mira como diciendo "qué hereje". O tal vez no, tal vez le guste. Tal vez escucha a Roberto Carlos en su casa (risas).
—Cuando se habla de tu carrera solista se dice que derribaste prejuicios musicales, algo que también habías hecho con los Cadillacs en los años 80. A vos en particular, ¿te quedan prejuicios por superar?
—No, con la música no. Es muy torpe tener prejuicios con algo tan bonito como es la música. No te podés perder de escuchar cosas lindas sólo porque la mente te dicta otra cosa. No sé si en otros aspectos de mi vida sigo siendo prejuicioso con algo. En general soy bastante desprejuiciado, y me puedo relacionar con muchas cosas distintas fácilmente. Tendría que ponerme a investigar un poco más en mí mismo para ver si todavía me queda algún prejuicio.
—¿Alguna vez pensaste que señoras mayores, de 60 ó 70 años, iban a ser parte de tu público?
—Bueno, yo tengo 50, no estoy tan lejos (risas). Nunca pensé mucho en el público, quién iba a estar ahí o no. Cuando empecé a tocar tampoco pensé si iba a haber jóvenes. Uno hace las canciones para uno, en primer lugar, y después si son escuchadas por muchas personas es un placer y un honor. Yo estoy agradecido.
—Cantaste con Cristian Castro y por otro lado grabaste con Tony Bennet. ¿Qué te aportaron esas experiencias?
—Cantar con Tony Bennet fue inolvidable, son hitos en la vida de uno, más allá de la música. Con él es imposible no aprender, por la calidad de ser humano que es, es una especie de maestro zen. Cristian es otro gran cantante, tal vez es más un par mío, que supuestamente viene de otro palo, pero en el fondo es un cantante igual que yo. Le dedicamos nuestra vida a cantar, en el fondo no hay mucha diferencia. Cristian aparte es un amigo.
—¿Cuáles son tus próximos planes?
—Ahora estoy de gira. Después de actuar en Rosario me voy para el sur. Y en noviembre voy a tocar en el Gran Rex y en La Trastienda. Con los Cadillacs tocamos en noviembre en México y en diciembre me voy de vacaciones, creo que me lo tengo merecido.
—¿Salís poco de vacaciones?
—No, salgo todo el tiempo (risas). Mi vida es una vacación permanente.