Omar Palma se fue aferrado a sus códigos. Los mismos que exhibió en su época de jugador. Tal vez por eso no quiso, no pudo o no supo adaptarse a un escenario futbolístico muy diferente al que estaba acostumbrado. Sus deseos de dirigir a Central lo llevaron a aceptar la propuesta desesperada de Speciale-Belloso, los mismos que días antes lo habían descartado con desdén. Ahí estuvo su primer gran error como entrenador, porque comenzó a transitar por un campo minado. Con la lógica falta de experiencia pero también con la ilusión de pensar que podía conducir a un plantel que ya se había devorado a dos técnicos. Claro que a los pocos días se dio cuenta de que sus códigos estaban vencidos.
Palma tuvo que aprender en apenas dos meses y medio que ahora los jugadores ya no sufren tanto cuando pierden. Que los líderes de los planteles de antes tampoco se les parecen a los de ahora. Porque aquellos llegaban primeros y se iban últimos de las prácticas, que lejos de maltratar a sus compañeros los defendían, que exigían respeto y respetaban, y que jamás se les hubiera ocurrido solicitarle al entrenador tener una rutina de trabajo preferencial.
Tal vez el error del Negro fue creer que con él las cosas podían cambiar por su condición de ídolo. Casi como pensar que aquella maestra a la que se respetaba en la década del 70 hoy podría imponer disciplina en un aula de 30 chicos. Porque los primeros que reaccionarían serían los propios alumnos. Y enseguida los padres. Por eso tal vez los denominados referentes utilizaron el mismo discurso que usaban en off con los antecesores: "No trabaja, no entiende nada". Y trascartón los directivos y el mánager cuestionaron al técnico cuando comenzó a depurar el plantel "por las formas", pero haciendo caso omiso a las formas con las que convivía el plantel.
La ilusión de Palma por enderezar el rumbo se quebró a los pocos días de haber asumido. Más precisamente en el partido con Deportivo Merlo. Allí hubo una sucesión de episodios que dejaron atónitos a propios y extraños. Y en ese instante el técnico se dio cuenta de la gravedad del contexto, a tal punto de guardar bajo siete llaves un hecho que luego derivó en decisiones. Hasta llegar a esta última, la que adoptó este viernes.
Pero Palma se fue sin romper sus códigos. Por eso se disgustó cuando un colaborador suyo quiso patear el tablero para contar desde su óptica la realidad de lo que había pasado con el Kily González. En ese momento el Negro marcó el territorio y manejó los tiempos al ordenar "contestar sí, acusar no". Y el silencio se hizo dueño de esa divergencia.
Pero el técnico saliente y sus asistentes saben que las paredes de los vestuarios hablan. Por eso se filtraron los nombres de los jugadores que recomendaron como refuerzos. Así como trascendió un episodio con matices absurdos, cuando en una concentración un joven jugador levantó la mano para pedirle permiso al líder del plantel para levantarse de la mesa tras terminar de comer. O la confrontación que protagonizaron Omar Zarif y Sergio Rodríguez en el partido con Aldosivi por las diferencias que se produjeron cuando el Kily estaba como conductor grupal, etapa en la que quedaron abiertas heridas por determinados comportamientos sectarios. O la hipotética lesión que acusó un delantero para no jugar disgustado por las formas del DT, quien a esa altura ya confrontaba y fastidiaba también a otros futbolistas.
Palma ayer se negó a seguir declarando sobre su salida. En un breve contacto con Ovación sólo se limitó a afirmar que "yo soy honesto, me voy con la conciencia tranquila, no necesito vivir del club, y creo que lo mejor que podía hacer por Central era irme".
Central está con las venas abiertas. No por la salida de Palma, porque ningún nombre está por encima del club, sino porque aquellos que conducen no lo hacen y porque aquellos que dicen representarlo no lo representan. Fundamentalmente dentro de la cancha. Porque si algo cambiaron en este año de la B Nacional fueron los técnicos. Y la situación sigue igual. O peor. Entonces es hora de que se hagan cargo.
La despedida
Omar Palma tuvo ayer su último contacto con el plantel de Rosario Central. Fue por la mañana en la ciudad deportiva de Granadero Baigorria, donde el ya ex técnico canalla pasó a despedirse de los jugadores. Lo hizo acompañado de todos sus colaboradores, a excepción de Cristian Daniele, quien no estuvo. De esta forma el Negro dejó de ser oficialmente el ex entrenador del primer equipo auriazul. Atrás quedaba definitivamente su ciclo como DT y el portazo que decidió dar, de manera inesperada para muchos, tras la reunión que mantuvo el viernes por la tarde en un bar cercano al Monumento a la Bandera con el presidente Norberto Speciale y el vicepresidente Julio Colabianchi.
A partir de las 9.30 los futbolistas comenzaron a arribar a la ciudad deportiva. De a uno se fueron metiendo en el vestuario de la cancha del pozo, pero todos bajo un denominador común: el asombro por la situación que se estaba viviendo. Palma llegó al predio canalla a las 9.45 acompañado de su hijo, que también había empezado a trabajar en el club. Minutos antes lo habían hecho sus colaboradores Alfredo Killer, Diego Ordóñez y Horacio Codes. "¿Qué hacen acá? ¿De dónde salieron?", les dijo a modo de broma al reportero gráfico y periodista de Ovación, que lo estaban aguardando. "Miren que no voy a hablar con nadie...", agregó.
Todos ellos caminaron hacia el vestuario y se reunieron con el grupo. Allí charlaron con los futbolistas por espacios de 15 minutos y pasadas las 10 el ex cuerpo técnico se retiró hacia el hotel de la ciudad deportiva, donde se quedaron charlando algunos minutos más.
"Fue una despedida normal, como siempre cuando se va un entrenador. Nos comunicó que había decidido dar un paso al costado, nos agradeció por todo el esfuerzo que habíamos hecho y no mucho más que eso", coincidieron varios de los que participaron de esa charla en la intimidad del vestuario.
A las 10.50 el Negro se fue hacia su automóvil, se sacó fotos con algunos niños que estaba allí y emprendió la retirada. Mientras, el plantel ya se encontraba trabajando ejercicios de pelota parada bajo las órdenes de Fernando Lanzidei, el encargado de dirigir el equipo esta tarde en el partido frente a Defensa y Justicia, en Florencio Varela.
Después de eso comenzó el arribo de la comisión directiva, que se reunió en el comedor de la ciudad deportiva para evaluar los pasos a seguir. El primero en llegar fue Speciale y detrás del presidente llegaron sus pares.
Fue ni más ni menos que otro día de miércoles (teniendo en cuenta la llovizna, el viento y el frío que gobernó la mañana) en la vida deportiva, política e institucional de Rosario Central.