La séptima jornada de la 63º Berlinale se permitió ayer un pequeño paréntesis en una sección oficial dominada por el drama, y lo hizo con un David Gordon Green que se reinventa en su deliciosa road movie "Prince Avalanche". La nota de crítica social la puso el bosnio Danis Tanovic con el drama gitano "An Episode in a Life of an Iron Picker".
Gordon Green regresa a sus orígenes con esta pequeña perla tan humana como minimalista, que encandiló a la crítica de la Berlinale igual que había hecho a su paso por Sundance. En ella, vuelve a sentirse ese lirismo de "All The Real Girls" o "George Washington", pero sin renunciar al humor gamberro de "Pineaple Express".
Protagonizada por Emile Hirsch ("Into the Wild") y Paul Rudd, "Prince Avalanche" es un remake de la comedia islandesa "Either Way". El cineasta traslada la historia a un bosque de Texas devastado por un incendio a finales de los años 80. Bajo el sofocante sol del verano, dos jóvenes se dedican al monótono trabajo de repintar las líneas de la carretera.
Mientras Alvin (Rudd) hace las veces de tipo serio y concienzudo, que se esfuerza en realizar su trabajo pensando en su novia, Lance (Hirsch) es el prototipo de fiestero cuya única ambición es que llegue el fin de semana. De pronto, las vidas de ambos darán un giro de 180 grados, y en la soledad del bosque, tendrán que aprender a encontrarse.
"Quería filmar algo en este paisaje tan particular, y hacerlo rápido y de forma sencilla, antes de que el campo se regenerara", contó Gordon Green durante la presentación de la película.
Así, entre la poesía visual del bosque y el rock texano de Explosions in the Sky, "Prince Avalanche" pasa del conflicto existencial al humor absurdo en una de esas historias pequeñas que se hacen grandes. Y, a juzgar por la reacción de la crítica, bien podría lograr un hueco en el palmarés.
Menos fortuna tuvo el bosnio Tanovic, quien hurga en la hipocresía de una sociedad que cierra los ojos ante los indefensos, pero no tuvo respaldo de la prensa.
"An Episode in the Life of an Iron Picker" reconstruye la odisea de una familia gitana frente a unas instituciones que le niegan la ayuda más elemental. Senada Alimanovic y Nazif Mujic se intrerpretan a sí mismos: él rebuscando entre la chatarra para ganarse la vida, ella cuidando de la casa y los niños.
Todo sucede sin sorpresas hasta que un día la mujer sufre un insoportable dolor en el vientre. Cuando es examinada en el hospital, los médicos le explican que ha tenido un aborto y debe ser operada de urgencia, pues su vida corre peligro. Pero ella no tiene seguro médico y tampoco puede hacer frente a los gastos de la operación, así que todos acaban dándole la espalda.
"En Bosnia no se trata bien a la población romaní, pero en realidad no se trata bien a nadie", dijo el cineasta, que acudió acompañado de los dos protagonistas dentro y fuera de la gran pantalla. "La guerra nunca terminó del todo y el país lleva en crisis 25 años", añadió.
Sin embargo, pese a que esta modesta producción, rodada en nueve días con un presupuesto mínimo, cumple su función de sacudir conciencias, la crítica le achacó falta de garra. Eso sí, no faltaron los aplausos a los actores, que reivindicaron con orgullo la etnia gitana.