Una vez más la agenda mediática rosarina centró su foco esta semana en el Concejo Municipal. La férrea unión del bloque opositor está poniendo literalmente contra las cuerdas a la gestión municipal. Y en esto que cada vez se parece más a una pelea de box, los espectadores se llevan la peor parte y está en juego nada más y nada menos que la gobernabilidad de la ciudad.
En la primera fila del ring side se ubicaron los vecinos de Fisherton. Esos mismos que el 17 de abril llenaron las gradas del Concejo para aplaudir la votación de exenciones impositivas y subsidios que mitigarían sus pérdidas tras las inundaciones de diciembre. Se dijo en aquel momento y se refrenda ahora: la sesión carecía de sustento legal, no era más que un show mediático que en tiempos electorales suma réditos, pero era inconducente.
Y pasó lo inevitable: la intendenta vetó lo dispuesto ese día por el arco opositor de 13 concejales. Resta ver ahora cuál será la reacción de este grupo. No son pocos los que vaticinan que la semana próxima podría llegar una nueva embestida contra los secretarios Parlamentario y Administrativo, que no avalaron con sus firmas aquella polémica sesión.
Más allá de tecnicismos reglamentarios, el sentido común indicaba que el accionar de los 13 ediles no era el adecuado. Es que si la mitad más uno de los concejales de Rosario va a forzar sesiones que pasan por alto la labor en comisiones, entonces pierde sustento el Concejo mismo. Con ese criterio mañana podrían autoconvocarse para aprobar una reducción en el precio de los viajes en colectivo, una baja de la TGI, el medio boleto estudiantil secundario... en fin, un sinnúmero de cuestiones que sin dudas seducirían al electorado y llevarían a la intendenta a tener que vetar cada uno, con su consiguiente desgaste político. Pero todo sería irreal. Más o menos como lo que pasó con Fisherton.
Volviendo al ring side, esta semana en la segunda fila se vio a los integrantes del Tribunal Municipal de Cuentas. El organismo tiene como misión “realizar en forma independiente un control oportuno y representativo de las actividades que desarrolle la administración central, el Concejo Municipal y entes descentralizados, de manera de garantizar el cumplimiento de las funciones que le fueron asignadas”.
Ese control llegó hasta las concesiones municipales. Emitió dictámenes críticos que obligaron a que la directora del área de Concesiones explicara detalles en el Concejo. Lo hizo. Pero la oposición consideró necesario un doble control. Así, y con el valor justo y democrático que le otorga ser mayoría, creó una comisión investigadora para realizar el mismo trabajo que el Tribunal de Cuentas. Otro show mediático que pasa por alto la labor de un organismo creado por el propio Concejo con el objetivo de controlar.
Algo es seguro. La monolítica unión de cavalleristas, radicales, macristas y reutemanistas (inédita en otros tiempos) le está ocasionando un gran desgaste a Fein. Por más que lo que surge del Concejo está viciado de ilegalidad o no generará grandes cambios, el efecto mediático es demoledor.
El viernes Twitter ardía. Los ediles opositores fustigaban con dureza a la gestión municipal. En uno de esos twitts la concejala del PRO Laura Weskamp dejó al desnudo al fin último de ese
desgaste. “Más vetos, menos votos”, escribió. Un resumen perfecto.
Puertas adentro del socialismo, Fein y su secretario de Gobierno, Fernando Asegurado, esgrimen estrategias que permitan mitigar el avance opositor. La intendenta brega por el diálogo. Alguna vez ella fue la beneficiada con las mayorías, que le dieron, por ejemplo, la posibilidad de aumentar el boleto sin tener que pasar por el Concejo. Ahora las fuerzas se inclinaron y es saludable que eso suceda. Hay que negociar, pero esa negociación hasta ahora no tiene buenos réditos, y en el medio de la pelea la que pierde es la ciudad.