La guerra civil de Siria, luego de cinco años y entre 250.000 y 320.000 muertos, llega a un momento crítico. Assad y sus aliados —Rusia, ante todo, en su doble rol de apoyo aéreo masivo y proveedor de armas pesadas al ejército sirio— están lanzando una ofensiva de potencia nunca vista en este conflicto para capturar Alepo. Con el apoyo de los shiítas libaneses de Hizbolá, la Guardia Revolucionaria de Irán, así como milicias shiítas de Irak, presionan sobre Alepo, donde hay atrapados 35.000 milicianos rebeldes de diversas formaciones. Alepo era antes de la guerra la mayor ciudad de Siria y su capital económica. Cuando en los últimos 10 días comenzó la ofensiva, unos 40.000 civiles escaparon de las bombas de los aviones rusos y los obuses de los sirios y sus aliados shiítas hacia la frontera turca, donde están varados. Pero se estima que unos 400.000 civiles siguen atrapados dentro de Alepo junto a los rebeldes. Rusia lanzó 900 ataques aéreos en apenas tres días la pasada semana, mientras las tropas de Assad avanzaban sobre las posiciones de grupos rebeldes tan diversos como Al Nusra (el brazo sirio de Al Qaeda) y el FSA (Ejército Libre de Siria, laico y prooccidental). Los comandantes locales narraron que recibieron hasta 7 bombardeos por hora. Así, no pudieron hacer mucho más que retirarse.