La esquina elegida no fue casual. Allí, en Dorrego y San Luis, se originó una de
las historias de convivencia más emblemáticas que haya conocido Rosario: hacia comienzos del siglo
XX se asentaron y construyeron sus moradas sirios, libaneses y judíos oriundos de los países árabes
y de Europa oriental. En árabe y en hebreo hicieron sus plegarias; el español mal hablado fue la
lengua franca en la que fueron, con el paso de los años, celebrando su nuevo hogar en América.
Crecieron juntos y ayer todos celebraron la inauguración de una obra realizada en bronce que no
hace más que homenajear esa convivencia en armonía.
"Este es un mensaje de que es posible el diálogo y la convivencia de los pueblos
en tiempos donde en el mundo se vuelven a levantar fronteras", remarcó el titular del Museo de la
Memoria de la Municipalidad, Rubén Chababo.
El diseño de la instalación pertenece al artista local León Carpman, y reúne en
un mismo conjunto las letras bet (segunda del alfabeto hebreo) y ba (segunda del alfabeto árabe),
iniciales que, en los dos idiomas, dan origen a la palabra hogar. Así, la unión de ambas grafías
señala e identifica simbólicamente a este sitio como el origen común del hábitat de ambas
comunidades en Rosario.
Realizada en bronce e incrustada en la intersección de San Luis y Dorrego, este
sello busca constituirse en un recordatorio permanente del singular espíritu de convivencia de
árabes y judíos, que ha prevalecido a lo largo de más de un siglo.
Miembros de ambas comunidades se emocionaron ayer junto al intendente Miguel
Lifschitz y el secretario de Cultura, Fernando Farina, a la hora de recordar anécdotas de
"paisanos" y valorar la convivencia entre ambas comunidades. Y por si faltaba un toque de nostalgia
y emoción, un documental realizado por el Centro Audiovisual Rosario (CAR) terminó de cerrar la
escena. En el video, que le arrancó lágrimas a más de uno, quedaron plasmadas y se recuperaron
distintas historias de la zona y de sus protagonistas, miembros de las colectividades.
Una esquina particular. Alrededor de la intersección de las calles San Luis y
Dorrego surgieron escuelas, templos, iglesias, sinagogas, comercios de ventas de alimentos al
menudeo o de telas y baratijas, en una suerte de "Babel" que aún conserva discretamente su
esplendor en el nombre de algunas tiendas o en el recuerdo de los más ancianos.
Más allá de los conflictos armados que llenaron de tristeza sus patrias de
origen, más allá de enemistades dirimidas en los campos de batalla, árabes y judíos supieron poner
primero, aquí y por encima de todo, el maravilloso valor de la convivencia, su memoria de haber
sido extranjeros en esta tierra y su hermandad fortalecida en barcos, veredas y patios.
El proyecto de instalar allí una obra que homenajeara esta convivencia surgió a
comienzos de 2008 impulsada por la dirección de Diseño e Imagen Urbano y la oficina de Derechos
Humanos y fue desarrollado a través del concurso denominado "Un lugar en el mundo".
La idea que postuló este proyecto consistió en instalar en el cruce de ambas
calles, en el centro mismo, sobre el asfalto, un diseño artístico construido en bronce que evocara
el valor de la convivencia entre las distintas comunidades asentadas allí a principios de
siglo.
Parte del bronce utilizado para la construcción del diseño provino de las llaves
donadas por comerciantes y vecinos de la zona que alguna vez ocuparon esas calles y ese barrio.