Nicolas Sarkozy aspira a volver a la política para "salvar" a Francia tras el revés que sufrió en 2012 ante el socialista François Hollande. Pero los problemas judiciales pueden dañar su ambición presidencial para 2017. El nombre del ex presidente de derecha aparece en media docena de dossieres judiciales, la mayoría relacionados con la financiación de su campaña electoral de 2012. Su personalidad no deja indiferente a nadie. Muchos electores sólo juran por él, pero el 62 por ciento de los franceses no quiere volver a verlo en política.
Eso sin contar que en su partido, (UMP), hundido en una profunda crisis desde su fracaso presidencial, también hay otros aspirantes. "No volverán a oír hablar de mi", dijo a periodistas a principios de 2012. Sin embargo, no ha logrado despegarse de la política francesa pese a que se ha reciclado, al igual que otros ex jefes de Estado, en las conferencias internacionales, que lo mantienen viajando constantemente.
Su táctica es no prodigarse en declaraciones públicas, sino en hacer apariciones puntuales para no caer en el olvido. Una participación en un mitin de apoyo a la candidata de derecha en las municipales de marzo de 2014, artículos de opinión en los diarios antes de las elecciones europeas, confidencias a algunos medios. Con una imagen informal y una barba incipiente, suele aparecer a la sombra de su esposa, la cantante Carla Bruni, en sus conciertos por Francia y en el extranjero.
Baile de pretendientes. Varias fuentes del UMP sostienen que su regreso a la política está previsto para "la primera quincena de septiembre" con el anuncio de su candidatura a presidir el UMP tras la dimisión de Jean-François Copé, un primer paso en su ambición a presentarse a la presidencial de 2017. No obstante, tendrá que luchar con otros pretendientes en el partido, en particular, los ex premier François Fillon y Alain Juppé, y con la caída de su popularidad: en un año, sus adeptos han pasado del 66 por ciento al 50 por ciento.
Pero la adversidad no asusta al ambicioso Nicolas Sarkozy. Este abogado de formación, que no procede de las prestigiosas grandes escuelas francesas, ha tenido una carrera meteórica: Militante a los 19 años, alcalde de la exclusiva localidad Neuilly-sur-Seine, vecina a París, a los 28, diputado a los 34, ministro a los 38, y jefe del Estado en 2007 a los 52. Como decía su mentor, el ex presidente Jacques Chirac, Sarkozy "no duda de nada y menos de sí mismo". A diferencia de la mayoría de sus colegas, Sarkozy no procede de la alta burguesía francesa. Hijo de un inmigrante húngaro, fue criado por su madre y su abuelo, un griego de Salónica.En lo que respecta a su vida privada también ha mostrado las diferencias con sus antecesores. Ha sido el primer presidente francés que se ha divorciado, se ha vuelto a casar y ha tenido una hija durante su mandato. En cambio, es el segundo presidente con problemas judiciales. Su predecesor Jacques Chirac fue "testigo asistido" en 2007 en un caso de empleos ficticios en la alcaldía de París, y fue condenado cuatro años después a dos años de prisión en suspenso por desvío de fondos públicos, abuso de confianza y apropiación indebida de intereses.